lunes, 31 de octubre de 2016

AZUL, Alberto Plaza

“Azul”

Me llamo Soñador, o así me hago llamar
pero nada tengo que ver con las pesadillas,
un poco bohemio, me gusta divagar,
dicen que tengo un alma buena, sensible.
Sé que me asustan los golpes en la puerta,
aquellos por la espalda y de la misma vida,
me dicen Scorpión, el indomable y de faceta,
azul…. siempre leal, honesto, sin despedida.
Me gusta el café puro, con azúcar de dos,
de esa que proviene del bravío mar Caribe,
bien oscuro como otoño de enamorados,
sabor a lluvia de una lágrima que escribe.
Soy caliente como el nido de mil aves,
en mi corazón silencioso albergo alegría,
siembro amor para cosechar caricias suaves,
y así dibujar al alba mi humilde poesía.
Mi existencia a los sueños es sin ventanas,
con errores remendados entre sus telas,
habitante del insomnio lleno de mañanas,
pinto valor ante la injusticia con mis acuarelas.

Aprendiz de Poeta de la estirpe de la espina sangrante,
el que no calla jamás una blasfemia o maldad,
mi pluma es el relámpago de el amante,
como veranos de mundanos y su verdad.
Me considero crudo e incorrecto en la piel
de personajes que pretenden contaminar,
aun vivo en el portón de la muerte, la miel
para damas sin coraza, y limpio caminar.
Alberto Plaza

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DARÍO FO, Humberto Robles (Semanario Las Nueve Musas)



Humberto Robles
Lunes, 31 de octubre de 2016
DE BUFONES, TROVADORES Y DESPEDIDAS

Darío Fo

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El 13 de octubre pasado murió a los 90 años el gran Darío Fo, actor, director, escritor, ilustrador y dramaturgo italiano ganador del premio Nobel de Literatura 1997.
Darío Fo

“Necesitamos urgentemente locos”

Más que abordar su vida y obra, que ya ha sido ampliamente reseñada en días recientes, mi deseo es resaltar su pensamiento crítico y libertario.

Se fue Darío Fo, el juglar moderno que hizo de la comedia y la farsa sus instrumentos de crítica social y política, el que arremetió, ridiculizó y provocó la ira de los poderosos, desde Berlusconi al Vaticano, incluso del Partido Comunista Italiano, como él mismo lo expresó: “La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos.”

Prueba de su grandeza son sus obras de teatro “Misterio Buffo”, “La muerte accidental de un anarquista”, “Una pareja abierta”, “Aquí no paga nadie”, “La mujer sola”, “No hay ladrón que por bien no venga”, entre muchas más, las cuales han sido traducidas a diversos idiomas y se montan constantemente en diferentes latitudes demostrando su universalidad. Al final de sus días escribió la novela que él mismo ilustró “Lucrecia Borgia: la hija del papa”.

“Nunca en mi vida he escrito nada simplemente por diversión. Siempre he tratado de poner en mis letras esa grieta capaz de golpear las certezas, de hacer dudar las opiniones, de despertar la indignación, de abrir un poco las cabezas. Todo lo demás, la belleza por la belleza, no me interesa”.

Se casó con la que sería su inseparable pareja amorosa e intelectual Franca Rame; juntos engendraron a su único hijo Jacopo, y entre los tres fundaron su propia compañía teatral al estilo juglaresco del medievo y de la Commedia dell'Arte. Tras su fama en la RAI, los escenarios y su paso por la televisión, Fo decidió llevar su teatro a las plazas, fábricas y demás lugares no convencionales a fin de llevar sus obras a gente que no solía asistir a las salas teatrales. Esto lo hizo como un ejercicio de democratización de la cultura, de solidaridad y generosidad por parte de un artista comprometido con su sociedad y con los menos favorecidos.

En 1997 le fue otorgado el Nobel de Literatura; según la Academia Sueca se debió a que “siguiendo la tradición de los juglares medievales, se mofa del poder devolviendo la dignidad a los oprimidos”. Evidentemente fue un premio a su obra, a su espíritu insurrecto, al hacedor -y a los hacedores teatrales en general-, y en particular a la sátira, tan menospreciada por muchos en la intelectualidad petulante; este galardón fue, de alguna manera, la reivindicación de los géneros de la comedia y la farsa.

“Un pueblo que no tiene cultura, que no tiene tradiciones, que no tiene historia es un pueblo vacío”.

Darío FoEl 27 de marzo de 2013, fue invitado para dar el mensaje por el Día Mundial de Teatro y manifestó: “Actualmente, los actores y las compañías sufren para encontrar espacios al aire libre, así como teatros e incluso público, todo ello a causa de la crisis. Las autoridades, por lo tanto, no se han involucrado ni se preocupan por controlar a quienes se expresan con ironía y sarcasmo; ya no es necesario, puesto que los actores no cuentan más con espacios ni con público a quien dirigirse […] De tal suerte que la solución única para la crisis reside en la esperanza de que exista una gran cacería de brujas contra nosotros y, sobre todo, contra los jóvenes que desean aprender el arte teatral: así nacerá una nueva diáspora de Commedianti, de gente de teatro quienes, ante tal imposición, sin duda se librarán de este apremio y ello redundará en beneficios inimaginables para una nueva representación.”

La clave de Fo fue su aguda inteligencia para dominar la comedia y la farsa, dándose cuenta de que, por medio del humor y la risa, se podían llevar a la escena las miserias humanas, burlarse de los que ostentan el poder, desde el policía hasta al papa, y convertir en protagonistas a los marginados. Debido a la ámpula que levantaban sus espectáculos y al compromiso social de la pareja Fo-Rame, ella fue secuestrada y violada por neofascistas que permanecieron impunes hasta que prescribió su delito.

“Me indigna la gente que no se implica. Callar es una forma de colaborar”.

En los tiempos actuales, donde la izquierda pierde fuerza y la ultraderecha se posiciona amenazadoramente, resulta indispensable leer y montar las obras de Fo para darle voz a los desposeídos y señalar a los corruptos, los criminales y los impunes. Que venga el personaje del Loco de “La muerte accidental de un anarquista” para sacudir nuestras conciencias, poner patas arriba los escenarios y a las mentes alineadas y conformistas. Que al menos en el teatro al final sean derrotados los de arriba y triunfen los de abajo.

Y mientras el jugar nos dejaba, al trovador Bob Dylan le concedieron el Premio Nobel de Literatura 2016, “probablemente el más grande poeta vivo. Afortunadamente de vez en cuando la Academia Sueca premia a bufones, trovadores, cómicos de la legua y demás artesanos, no solo a los integrantes de las elites culturales.

Para finalizar, el pasado 16 de octubre murió el chileno Juan Radrigán, otro creador que hizo del teatro una herramienta de denuncia, lucha y resistencia, quien había sentenciado: “El mal endémico del teatro es la falta de espacios y el casi nulo, selectivo apoyo estatal. Talento hay de sobra, paciencia también, lo que falta es ira para cambiar las cosas”. El “dramaturgo de los marginados”, como lo llamaron, fue despedido por una multitud en el Teatro Nacional y las autoridades de Chile decretaron duelo nacional por su muerte.

EL LENGUAJE ES COSA VIVA: NELSON SPECCHIA, Silvia Friera (Página 12, Buenos Aires, argentina)



LUNES, 31 DE OCTUBRE DE 2016
LITERATURA › NELSON SPECCHIA Y LOS CUENTOS DE LA CENA DE ELECTRA

“El lenguaje es una cosa viva que avanza con nosotros”

Para el autor es inevitable asociar el acto de la escritura a Borges: leer El libro de arena en su infancia le produjo un impacto tal que le quedó claro que nada podía interesarle más. “Borges es una presencia ineludible”, admite.
 Por Silvina Friera
“La auténtica cocina es la que nace de la libertad y de la creación espontánea de los sentidos y del sentimiento”, dice una excelente cocinera, una criatura de ficción inspirada en la vida de una tía del escritor Nelson Specchia, en el cuento que da título al libro La cena de Electra (Edhasa), un relato tan trepidante como tóxico, una premeditada venganza con hongos, que no son precisamente alucinógenos. El sibarita de rizos castaños, chaqueño de Las Breñas por nacimiento, cordobés por adopción, es politólogo, profesor, poeta, narrador, ensayista y periodista. Enumerar todas las teclas que pulsa podría desencadenar un agotamiento galopante. Este “Principito” andariego –que paseó con sus curiosidades académicas por Chile, Estados Unidos y España– parece un entusiasta inmunizado contra la fatiga. Su lengua literaria clásica y borgeana, extraña desde una sonora cordialidad, es un auténtico festín para los lectores que se devorarán diez cuentos impecables, manjares poco frecuentes y adictivos de principio a fin. “Borges está presente siempre, aunque intento que no sea tan evidente. Le contaba a María Kodama, la semana pasada, que mi decisión de ser escritor fue con Borges. Lo recuerdo bien, tendría 8 o 9 años, y estaba una noche en el living de casa, había una alfombra anaranjada, y me acuerdo que pasé toda la noche leyendo El libro de arena. Se levantó mi madre, que era escritora, y me dijo: “¿ya te has levantado tan temprano?’. Y le dije: ‘todavía no me fui a dormir porque yo quiero hacer esto’. Y le mostré el libro. Desde entonces, Borges ha sido una presencia ineludible”, revela Specchia en la entrevista con Página/12.
–¿Por qué su escritura suena muy española de España?
–Yo soy muy deudor de la cultura española, de la poesía española, de la música española. Lo mío es la “Generación del 27”, fundamentalmente Federico García Lorca, Rafael Alberti, el cante jondo… Llego hasta Juan Ramón Jiménez, que fue el padre de todos ellos, y los hermanos Machado también. Ese núcleo es muy fuerte en mi formación cultural porque tengo una historia familiar bastante trágica y triste: mi madre y mi hermanita menor murieron en un accidente automovilístico. Y mi padre murió de pena, dos años después del accidente. La columna que quedó fue mi abuela materna, mi abuela Josefa; por eso en los cuentos hay guiños biográficos de homenaje. No hay ninguna historia real en el libro; todo es fantasía, pero tienen algún tipo de relación con historias reales. Lo biográfico, aunque sea como una pintura, como una referencia o un nombre, está siempre. Y mi abuela Josefa era andaluza. Yo creo que el lenguaje llano, esta cuestión muy de moda que es la del realismo urbano, es una limitación: usamos el 20 o el 25 por ciento del lenguaje posible y yo intento ampliar esas fronteras. Nuestra lengua es una de las lenguas de mayor posibilidad expresiva y yo buceo en esas posibilidades. Juntando esos elementos, Borges, lo flamenco, lo español, las posibilidades del lenguaje, mi abuela Josefa, todo ese paquete, creo que da ese tono que cruza el libro y que es muy trabajado. Escribir, escribo de corrido; un cuento generalmente sale en una sentada y una corrección puede tomarse diez años, como se tomó La cena de Electra en salir porque no le encontraba el principio. No encontraba cómo no hacer evidente que el final fuera el que es. Entonces había que encontrarle un principio que llevara la atención hacia otro lado.
–A propósito del trabajo que hace con el lenguaje, hace tiempo que no se veía la palabra “afeite” en un cuento, como aparece en “El dedo de Teresa”.
–¿Cómo se puede decir que la monja no se maquillaba, si era una monja del 1600, cuando ni siquiera había maquillaje? En ese cuento menciono que las monjas se frotaban los brazos con aceite de oliva; esa era la crema de mayor glamour que se permitía entonces (risas). Esa monja no usaba afeite; el lenguaje te da esa posibilidad y lo tenemos en el diccionario, ¿por qué no usarlo? Yo viví en España, también eso es importante en la construcción del lenguaje. Viví en Barcelona varios años, fui hacer mi doctorado allá y me quedé viviendo hasta que me trajeron nuevamente a la Argentina los jesuitas. Yo me eduqué con los jesuitas y un cura, Miguel Petty, cuando lo nombraron rector, me pidió que lo acompañara en su gabinete y volví a la Argentina. Una vez hablando por teléfono en España con una telefonista me dijo que era una de la claridad “prístina” por algo que le estaba diciendo. Esas posibilidades del lenguaje me fascinan.
–¿Leyó los textos de Santa Teresa de Ávila?
–Sí, he leído sus textos y su biografía. El año pasado fue el aniversario de Santa Teresa y yo veía que todo lo que se estaba haciendo era tan solemne, tan serio, cuando la historia real de esta mujer fue “feminista”, diríamos hoy.
–”Fémina inquieta y andariega”, le decían despreciativamente.
–Esa frase es histórica; la había leído, pero no recordaba bien dónde. Estuve meses buscándola; es la frase que dijo de Santa Teresa un censor en Roma. Me dije vamos a contar otra historia, la historia del revés de la medalla, de cómo luchó, de cómo la llamaban “puta”, “bruja”, cómo las propias abadesas querían quemarla. Y luego, cuando popularmente se impone su santidad, entonces de golpe la quieren al punto tal de destazarla, de cortar su cuerpo en pedazos. Hoy su cuerpo está repartido por toda España, relicarios con pedacitos de piel, pedacitos de huesos, pedacitos de dientes. Esa historia de la mano de Teresa en un relicario especial que Francisco Franco tenía en su mesita de luz también es real, lo cual da un retrato de lo que fue aquella España negra, esos cuarenta años de dictadura franquista.
–Lo más interesante del cuento es que el narrador es el dedo. ¿Cómo se le ocurrió esa idea?
–Porque no encontraba un narrador. ¿Quién podía narrar la historia antes, durante y después? Como ese dedo falta, en el relicario no está, ahí podía haber un elemento que no existe y podía ocupar ese lugar. Como no lo han encontrado nunca, vaya a saber dónde estará, entonces pongo un dedo que todavía sigue hoy en algún hueco de un convento, escondido detrás de algún ladrillo, y que me daba la posibilidad de hacer la figura del relator omnisciente, que esté sin estar y todo lo ve y puede narrarlo todo.
–¿Cómo hace para que ese lenguaje tan elaborado al que apela no tropiece con la piedra de la solemnidad?
–Hay un clisé español en el que caen inclusive los autores españoles. Yo lo noto tan rápidamente que lo evito con facilidad. Pero hay otra cosa además que en mí funciona contra la solemnidad. Yo no soy solemne para nada y creo que la solemnidad buscada es de una artificiosidad tal que siempre atenta contra la intencionalidad que tiene que tener todo cuento, que es la credibilidad. Entonces intento no ser solemne y como sinceramente no lo soy, no me cuesta tanto. En cada cuento hay al menos una línea o un tono que intenta ser o grotesco o irónico y hasta con cierto cinismo en algunos personajes.
–¿Quién es la Electra del cuento que da título al libro?
–Esa Electra son muchas Electras. A mí me gusta mucho la cocina, me gusta mucho comer y cocinar. Y las grandes maestras de cocina en mi familia han sido las mujeres, cuando en general los grandes cocineros son hombres. Mi madre era una gran cocinera, mi abuela era una gran cocinera y sus hermanas eran grandes cocineras: mi tía Carmen, mi tía Luchi… Mi bisabuelo Pedro, el padre de todas estas mujeres –que por ahí también hay un guiño hacia él en algún cuento–, había sido un español anarquista que les había puesto a sus hijas nombres clásicos. Y a una le puso Electra. Pero su mujer, que era una católica cristiana muy concienzuda, se le ocurrieron sobrenombres que atenuaron aquel clasicismo; entonces la tía Electra siempre fue la tía Luchi para mí (risas). ¡Pobre mujer, tenía un nombre tan hermoso y nunca lo usó! Luchi era una cocinera espectacular. Cuando llegué al momento de tener que bautizar a una cocinera de mi cuento, me acordé de la tía Luchi y para honrar su nombre tan hermoso recuperé el de Electra. Esa es la historia de por qué esa cocinera en particular se llama Electra. Ese cuento que da nombre al libro y está al final, siguiendo también una tradición borgeana de que el último cuento es el que titula el volumen, es el que ganó el premio Max Aub, premio que me dio un jurado tan importante para mí, como es Almudena Grandes y Manuel Rivas.
– “La rebelión de los insectos”, el primer cuento del libro, es un relato más científico, donde el protagonismo lo tiene la plaga de langostas. También hay otro cuento, “Siete vidas”, donde hay una puja entre un gato y un perro. ¿De dónde viene este interés por los animales y los insectos que se percibe nítidamente en estos cuentos?
– “La rebelión de los insectos” es una cierta ironía a lo que ha sido mi trabajo central. Yo soy un académico, he dedicado toda mi vida a la Academia, soy politólogo, y desde el momento en que entré a la universidad como estudiante no salí nunca más. Siempre he vivido en las universidades, aquí, en Chile, en Estados Unidos, en Europa, he pasado por decenas de universidades y sigo estando ahí. Yo he hecho mi carrera académica, soy profesor titular ordinario de la Universidad Nacional de Córdoba. En ese cuento tomo en solfa a la Academia y a la gran tradición de una de las ramas de la ciencia, que en este caso es la zoología científica. Entonces uso “La rebelión de los insectos” y ese epígrafe que pongo de (Edgar Allan) Poe de “El gato negro” como una forma de decir que el conocimiento científico, que se ha convertido prácticamente en una religión en nuestros tiempos modernos, tiene sus bemoles y sus claroscuros. Respecto de los animales, yo sí soy muy animalista. Vivo con una gata que se llama Niza y un perro que se llama “Cero” porque es una cosa chiquita, es menos que uno, es un Yorkshire. Esa gata Niza volvió a mí.
–¿Cómo volvió?
–Hace muchos años, estaba en Praga con una pena de amor muy grande y se me pegó un gato que me acompañó todo el tiempo que estuve en Praga, un gato que no me dejó ni a sol ni a sombra: yo subía, él subía; yo bajaba, él bajaba; yo me sentaba, él se sentaba. Cuando me tuve que venir, le dije que nos encontraríamos alguna vez. Y hace poco abrí la puerta de casa y me habían dejado una cajita con una gatita recién nacida. No lo creerá, pero es exactamente igual que el gato de Praga, del mismo con color con las manchas blancas en los mismos lugares. Así que ha vuelto en alguna de sus tantas vidas.
–A pesar de que le gusta trabajar la capacidad expresiva de la lengua, desde cierta perspectiva más “realista”, desde un lenguaje más llano y seco, podrían decir que hay algo anacrónico en su lengua literaria. ¿Le interesa la palabra anacrónico?
–Me es bastante indiferente, no creo que el lenguaje pueda ser anacrónico. El lenguaje es una cosa viva que avanza con nosotros, que se desarrolla. No avanza en el sentido lineal, no hay un punto de partida y un punto de llegada; hay movimiento. Yo creo que tiene que ver más con las posibilidades expresivas de la lengua. Sí es cierto que trabajo textos antiguos. Por ejemplo, en poesía escribo poesía con métrica, escribo sextinas, poemas de 39 versos de seis estrofas de seis versos endecasílabos y una estrofa de tres, que los creó un poeta provenzal, Arnaut Daniel, allá por el siglo XIII, y que es un poema de la circularidad porque la última palabra de cada verso va girando hacia adelante y le da un movimiento al poema. Eso es, podríamos decirlo, muy anacrónico. Pero para mí es muy contemporáneo. Yo creo que algunas figuras, algunas palabras, algunos recursos del lenguaje, cortan un poco la línea temporal de la historia y llega hasta nosotros con la misma frescura y la misma espontaneidad que tenían hace 500 años atrás. La otra cuestión es la tradición auditiva; somos propietarios de un legado. El oído no es inmune a cinco siglos de tradición. ¿Por qué el soneto permanece? Porque es una figura casi perfecta que dice en su mejor posibilidad y eso es un activo. ¿Es eso anacrónico? Si lo es, no me preocupa.

domingo, 30 de octubre de 2016

QUE NO LO LEAN, Pilar Rahola (Israel)

¡Que no lo lean! – por Pilar Rahola

Que este artículo no lo lean los que lo saben todo de este endiablado conflicto. Que no lo lean los que creen que siete millones de israelíes son asesinos potenciales, ávidos de sangre de niños, del estilo del mito medieval de los judíos que bebían la sangre de niños cristianos. Que no lo lean los que crean que Israel no se defiende de nada, sino que le encanta la guerra y la muerte. Que no lo lean los que reducen una sociedad democrática, ansiosa de paz y seguridad, a una cofradía de enloquecidos imperialistas. Tampoco los que saben quién es el malo, aunque no conozcan las circunstancias que han desembocado en otro momento trágico. Que no lo lean los que sólo ven la violencia cuando los israelíes mueven los tanques, pero nunca cuando caen miles de cohetes sobre la población israelí, cuya vida diaria es un infierno. Y tampoco los que nunca ven a las víctimas judías, porque las consideran culpables de su propia muerte.
Y no, que no lo lean los que creen que Hamas es una organización pacífica de resistencia, y no un movimiento fanático, cuyo doble objetivo es la destrucción de Israel y la creación de una república islámica. Que no lo lean los que no quieren saber que Hamas sitúa sus bases de misiles en pisos repletos de personas para usarlos como escudos humanos. Que no lo lean los que muestran fotos de niños palestinos, pero no hablan de los niños judíos que pueden morir cada día bajo los misiles y que no mueren porque el escudo israelí lo impide. Que no lo lean los que piensan que si Hamas tira misiles a las poblaciones civiles no lo hace para matar personas, sino para hacer un happening.
Tampoco aquellos que no se preguntan qué países financian la guerra santa en la zona, impiden los acuerdos e imposibilitan la paz. Ni tampoco los que crean que el pueblo palestino tiene unos líderes magníficos, y no unos tipos violentos que los conducen al desastre. Que no lo lean los que no se acuerden de que en los refugios antimisiles también se protegen los árabes israelíes. Tampoco los que no saben nada de historia y repiten los viejos mantras de la propaganda antiisraelí. Que no lo lean los que usan la palabra sionista como si fuera una maldad intrínseca, sin saber ni quién era Teodor Herzl, ni las bases socialistas del movimiento, ni el espíritu de convivencia que lo alentó. Y por no leer, que no lo lean los que niegan todo debate, porque ya han condenado a Israel en el tribunal del dogma. Que no lo lean los que sólo se interesan por ese conflicto, y nunca por los miles de muertos musulmanes en manos de sus propios fanáticos. Y, finalmente, que no lo lean los que sitúan en un plano moral superior condenando a Israel al infierno y niegan a los demás el derecho a ver con más complejidad el conflicto. Que no lean nada de esto, porque ya tienen todas las respuestas, ellos, que no son capaces de hacerse ni una sola pregunta.

-- 
    °La esperanza es el sueño de los que están despiertos°
                                 (W. Churchil)

viernes, 28 de octubre de 2016

DIEZ SONETOS DE GARCILASO DE LA VEGA *

DIEZ SONETOS 


SONETO I 

Cuando me paro a contemplar mi estado 
y a ver los pasos por dó me ha traído, 
hallo, según por do anduve perdido, 
que a mayor mal pudiera haber llegado; 

mas cuando del camino estoy olvidado, 
a tanto mal no sé por dó he venido: 
sé que me acabo, y mas he yo sentido 
ver acabar conmigo mi cuidado. 

Yo acabaré, que me entregué sin arte 
a quien sabrá perderme y acabarme, 
si quisiere, y aun sabrá querello: 

que pues mi voluntad puede matarme, 
la suya, que no es tanto de mi parte, 
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

II

En fin, a vuestras manos he venido, 
do sé que he de morir tan apretado, 
que aun aliviar con quejas mi cuidado, 
como remedio, me es ya defendido; 

mi vida no sé en qué se ha sostenido, 
si no es en haber sido yo guardado 
para que sólo en mí fuese probado 
cuanto corta una espada en un rendido. 

Mis lágrimas han sido derramadas 
donde la sequedad y la aspereza 
dieron mal fruto dellas y mi suerte: 

¡basten las que por vos tengo lloradas; 
no os venguéis más de mí con mi flaqueza; 
allá os vengad, señora, con mi muerte!

III

La mar en medio y tierras he dejado 
de cuanto bien, cuitado, yo tenía; 
y yéndome alejando cada día, 
gentes, costumbres, lenguas he pasado. 

Ya de volver estoy desconfiado; 
pienso remedios en mi fantasía; 
y el que más cierto espero es aquel día 
que acabará la vida y el cuidado. 

De cualquier mal pudiera socorrerme 
con veros yo, señora, o esperallo, 
si esperallo pudiera sin perdello; 

mas no de veros ya para valerme, 
si no es morir, ningún remedio hallo, 
y si éste lo es, tampoco podré habello.

IV

Un rato se levanta mi esperanza: 
mas, cansada de haberse levantado, 
torna a caer, que deja, mal mi grado, 
libre el lugar a la desconfianza. 

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza 
del bien al mal? ¡Oh corazón cansado! 
Esfuerza en la miseria de tu estado; 
que tras fortuna suele haber bonanza. 

Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos 
romper un monte, que otro no rompiera, 
de mil inconvenientes muy espeso. 

Muerte, prisión no pueden, ni embarazos, 
quitarme de ir a veros, como quiera, 
desnudo espirtu o hombre en carne y hueso.

V

Escrito está en mi alma vuestro gesto, 
y cuanto yo escribir de vos deseo; 
vos sola lo escribisteis, yo lo leo 
tan solo, que aun de vos me guardo en esto. 

En esto estoy y estaré siempre puesto; 
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, 
de tanto bien lo que no entiendo creo, 
tomando ya la fe por presupuesto. 

Yo no nací sino para quereros; 
mi alma os ha cortado a su medida; 
por hábito del alma mismo os quiero. 

Cuando tengo confieso yo deberos; 
por vos nací, por vos tengo la vida, 
por vos he de morir, y por vos muero.

VI

Por ásperos caminos he llegado 
a parte que de miedo no me muevo; 
y si a mudarme a dar un paso pruebo, 
y allí por los cabellos soy tornado. 

Mas tal estoy, que con la muerte al lado 
busco de mi vivir consejo nuevo; 
y conozco el mejor y el peor apruebo, 
o por costumbre mala o por mi hado. 

Por otra parte, el breve tiempo mío, 
y el errado proceso de mis años, 
en su primer principio y en su medio, 

mi inclinación, con quien ya no porfío, 
la cierta muerte, fin de tantos daños, 
me hacen descuidar de mi remedio.

VII

No pierda más quien ha tanto perdido, 
bástate, amor, lo que ha por mí pasado; 
válgame agora jamás haber probado 
a defenderme de lo que has querido. 

Tu templo y sus paredes he vestido 
de mis mojadas ropas y adornado, 
como acontece a quien ha ya escapado 
libre de la tormenta en que se vido. 

Yo había jurado nunca más meterme, 
a poder mío y mi consentimiento, 
en otro tal peligro, como vano. 

Mas del que viene no podré valerme; 
y en esto no voy contra el juramento; 
que ni es como los otros ni en mi mano.

VIII

De aquella vista buena y excelente 
salen espirtus vivos y encendidos, 
y siendo por mis ojos recibidos, 
me pasan hasta donde el mal se siente. 

Entránse en el camino fácilmente, 
con los míos, de tal calor movidos, 
salen fuera de mí como perdidos, 
llamados de aquel bien que está presente. 

Ausente, en la memoria la imagino; 
mis espirtus, pensando que la vían, 
se mueven y se encienden sin medida; 

mas no hallando fácil el camino, 
que los suyos entrando derretían, 
revientan por salir do no hay salida.

IX

Señora mía, si yo de vos ausente 
en esta vida turo y no me muero, 
paréceme que ofendo a lo que os quiero, 
y al bien de que gozaba en ser presente; 

tras éste luego siento otro accidente, 
que es ver que si de vida desespero, 
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero; 
y ansí ando en lo que siento diferente. 

En esta diferencia mis sentidos 
están, en vuestra ausencia y en porfía, 
no sé ya que hacerme en tal tamaño. 

Nunca entre sí los veo sino reñidos; 
de tal arte pelean noche y día, 
que sólo se conciertan en mi daño.

X

¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas, 
dulces y alegres cuando Dios quería, 
Juntas estáis en la memoria mía, 
y con ella en mi muerte conjuradas! 

¿Quién me dijera, cuando las pasadas 
horas que en tanto bien por vos me vía, 
que me habiáis de ser en algún día 
con tan grave dolor representadas? 

Pues en una hora junto me llevastes 
todo el bien que por términos me distes, 
lleváme junto el mal que me dejastes; 

si no, sospecharé que me pusistes 
en tantos bienes, porque deseastes 
verme morir entre memorias tristes.

*Biografía de Garcilaso de la Vega
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Garcilaso de la Vega
(1503-1536)
   Nació este eminente poeta, gran señor por su  familia como por su ingenio, en la imperial ciudad de Toledo, en 1503, correspondiéndole por la elevada alcurnia de su casa el hábito de la orden de Alcántara.
     Desde muy joven siguió las banderas del Emperador Carlos Quinto, mostrando tales bríos y arrestos, que pronto se distinguió entre todos sus compañeros. Estuvo en casi todos los grandes hechos de armas de aquel glorioso reinado, habiéndose particularmente lucido en la defensa de Viena y en el sitio de Túnez, donde fue herido.
     Entonces se volvió a Nápoles, donde a pesar de sus eminentes servicios incurrió en la desgracia del Emperador, por haber protegido los amores de un sobrino suyo, que aspiraba a la mano de una dama que le era muy superior en jerarquía, por lo cual fue desterrado a una de las islas del Danubio, que con tanto donaire había de cantar.
     Mas no tardó en volver a la gracia del Emperador, dado que poco después le acompañaba en su expedición al Piamonte, en cuyo ejército tenía bajo su mando once banderas de infantería.
     Una vez derrotados los franceses y cuando ya se veían en retirada forzosa, el Emperador perseguía y daba caza; en esta operación ordenó la toma de una torre que se hallaba en un lugar cerca de Frejus, donde desesperadamente se defendían unos cincuenta franceses; Garcilaso fue de los primeros en subir, mas fue herido de una pedrada en la cabeza, y cayó. Lleváronle de allí a Niza, pero no sobrevivió sino veinte días a sus heridas, pues murió en dicho lugar a los treinta y tres años de edad. Era en 1536.
     El Emperador, indignado por la pérdida de uno de sus primeros oficiales, que tan joven era y tanto prometía, hizo pasar a cuchillo a todos aquellos franceses que le habían muerto.
     Pero si lo corto de su vida le impidió dar de sí todo lo que para la gloria de las armas habría podido, no fue ella tan corta para las letras, pues que ya en vida suya había recibido el título, que la posteridad le ha confirmado, de príncipe de los poetas castellanos.
     Sus obras eran conocidas de todo el mundo, y su autoridad tal, que el mismo Cervantes, que no tenía sobrada propensión al elogio, le consideraba como una de las más indiscutibles glorias de las letras patrias. Así, cuando el Licenciado Vidriera se partió para Italia, «los muchos libros que tenía los redujo a unas Horas de Nuestra Señora y un Garcilaso sin comento, que en las dos faldriqueras llevaba». Es decir, que al ingenioso licenciado le era imposible separarse de su gran poeta favorito.
     Otros autores han sido más o menos discutidos, y hasta se !es ha negado que fuesen verdaderos poetas, y sólo versificadores hábiles; pero la fama y renombre de Garcilaso han sido siempre y son de los más puros e indiscutidos.
     Es el primero de los poetas líricos castellanos, sin duda alguna, y representa por sí mismo uno de los géneros más en boga en nuestra literatura: el género bucólico, en el cultivo del cual llegó a tal altura que por nadie ha sido alcanzado.

(Antología de los mejores poetas castellanos,
Rafael Mesa y López. Londres: T. Nelson, 1912.)

CANCIONES DEL ALMA (I y II), San Juan de la Cruz *

CANCIONES DEL ALMA... [ I ]

En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
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CANCIONES DEL ALMA... [ II ]

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!


*Biografía de:     
San Juan de la Cruz


Su verdadero nombre era Juan de Yepes y nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, pequeño pueblo abulense perteneciente a Castilla y León, una comunidad autónoma de España.
Murió su padre cuando Juan tenía seis años; a los nueve años, se trasladó con su madre al abulense pueblo de Medina del Campo, en donde a los 17 años, ingresa en un colegio de jesuitas para estudiar humanidades.
El año 1563 toma los hábitos de la orden religiosa Carmelita, adoptando el nuevo nombre de fray Juan de san Matías; al año siguiente se traslada a Salamanca para cursar estudios de teología en su célebre universidad. En el año 1567 es ordenado sacerdote, y adopta el nuevo y definitivo nombre de Juan de la Cruz. Su ilustre paisana de Ávila, Teresa de Jesús, trabó gran amistad con él y le integró en el movimiento de la reforma carmelita que ella había iniciado.
En 1568 Juan de la Cruz fundó el primer convento de Carmelitas Descalzos, los cuales practicaban a ultranza la contemplación y la austeridad. Unos años después, 1577, sus intentos reformistas de las órdenes monásticas, le llevaron a sufrir 9 meses de dura prisión en un convento de Toledo, acusado de apóstata. De su cautiverio en aquella cárcel-convento de Toledo, nace la composición de su obra cumbre: "Cántico espiritual". En otras poesías se puede llegar a entrever en lenguaje subliminal, el relato que hace de su astuta y sorprendente huida en la madrugada del 15 de agosto de 1578, estando la fortaleza sobre un peligroso acantilado sobre el Tajo profundo que ciñe a Toledo.
Para huir de la prisión conventual toledana, contó con las influencias que ejerció su paisana Teresa de Jesús, ante la duquesa de Alba. Con su huida dio en refugiarse en un convento de Jaén y continuó con la reforma carmelitana, fundando varios conventos por Andalucía. En esta región llegó a ser nombrado Vicario Provincial de la orden de Carmelitas Descalzos; pero el buen Juan siguió con su obstinación de la reforma, lo que le llevó a enfrentamientos con la jerarquía religiosa y a sufrir nueva prisión en el convento de la Peñuela, en plena Sierra Morena, en donde culminó la escritura de sus principales obras literarias.
Cuando por fin es excarcelado y se dispone a cumplir con el traslado que se le impone a América, el 14 de diciembre de 1591, muere a la edad de 49 años.
135 años después, es elevado a la categoría de santo, por la iglesia católica.


* * *

La obra poética de san Juan de la Cruz está inspirada en un profundo sentimiento religioso. A decir de algunos de sus biógrafos, su poesía en general tiene un estilo similar al bíblico "Cantar de los cantares" atribuido a Salomón. Nuestro poeta era un gran conocedor de la Biblia y de la filosofía aristotélica y platónica; también su obra nos trae aromas de las Églogas del poeta toledano Garcilaso de la Vega, muy impregnadas de un cultismo italianizante.
El estilo poético que imprime a su célebre "Cántico" (que algunos denominan "Cántico espiritual"), tiene un gran ritmo y musicalidad; compuesto a base de liras -estrofa ideada por Garcilaso- en las que mezcla y alterna versos heptasílabos y endecasílabos.
Toda la obra de san Juan de la Cruz está impregnada de un gran misticismo simbolista; también rezuma un típico estilo de la poesía bucólica y pastoril.
Hay quien afirma que su obra poética está cargada de una encriptada sensualidad e incluso de cierto erotismo. Son parecidas apreciaciones a las que algunos estudiosos creen adivinar en los textos bíblicos ya mencionados.
Sus obras en verso, además del Cántico ya citado y descrito, son: "Noche oscura"; "Llama de amor viva"; y un conjunto de poemas menores entre los que destaca "El pastorcico".

CANTO A UN DIOS MINERAL, Jorge Cuesta *

CANTO A UN DIOS MINERAL 

Jorge Cuesta *
Capto la seña de una mano, y veo 
que hay una libertad en mi deseo; 
ni dura ni reposa; 
las nubes de su objeto el tiempo altera 
como el agua la espuma prisionera 
de la masa ondulosa.

Suspensa en el azul la seña, esclava 
de la más leve onda, que socava 
el orbe de su vuelo, 
se suelta y abandona a que se ligue 
su ocio al de la mirada que persigue 
las corrientes del cielo. 

Una mirada en abandono y viva, 
si no una certidumbre pensativa, 
atesora una duda; 
su amor dilata en la pasión desierta 
sueña en la soledad y está despierta 
en la conciencia muda.

Sus ojos, errabundos y sumisos, 
el hueco son, en que los fatuos rizos 
de nubes y de frondas 
se apoderan de un mármol de un instante 
y esculpen la figura vacilante 
que complace a las ondas.

La vista en el espacio difundida, 
es el espacio mismo, y da cabida 
vasto y nimio al suceso 
que en las nubes se irisa y se desdora 
e intacto, como cuando se evapora, 
está en las ondas preso.

Es la vida allí estar, tan fijamente, 
como la helada altura transparente 
lo finge a cuanto sube 
hasta el purpúreo límite que toca, 
como si fuera un sueño de la roca, 
la espuma de la nube.

Como si fuera un sueño, pues sujeta, 
no escapa de la física que aprieta 
en la roca la entraña, 
la penetra con sangres minerales 
y la entrega en la piel de los cristales 
a la luz, que la daña.

No hay solidez que a tal prisión no ceda 
aun la sombra más íntima que veda 
un receloso seno 
¡en vano!; pues al fuego no es inmune 
que hace entrar en las carnes que desune 
las lenguas del veneno.

A las nubes también el color tiñe, 
túnicas tintas en el mal les ciñe, 
las roe, las horada, 
y a la crítica muestra, si las mira, 
por qué al museo su ilusión retira 
la escultura humillada. 

Nada perdura, ¡oh, nubes!, ni descansa. 
Cuando en un agua adormecida y mansa 
un rostro se aventura, 
igual retorna a sí del hondo viaje 
y del lúcido abismo del paisaje 
recobra su figura.

Íntegra la devuelve el limpio espejo, 
ni otra, ni descompuesta en el reflejo 
cuyas diáfanas redes 
suspenden a la imagen submarina, 
dentro del vidrio inmersa, que la ruina 
detiene en sus paredes.

¡Qué eternidad parece que le fragua, 
bajo esa tersa atmósfera de agua, 
de un encanto el conjuro 
en una isla a salvo de las horas, 
áurea y serena al pie de las auroras 
perennes del futuro! 

Pero hiende también la imagen, leve, 
del unido cristal en que se mueve 
los átomos compactos: 
se abren antes, se cierran detrás de ella 
y absorben el origen y la huella 
de sus nítidos actos.

Ay, que del agua el imantado centro 
no fija al hielo que se cuaja adentro 
las flores de su nado; 
una onda se agita, y la estremece 
en una onda más desaparece 
su color congelado.

La transparencia a sí misma regresa 
y expulsa a la ficción, aunque no cesa; 
pues la memoria oprime 
de la opaca materia que, a la orilla, 
del agua en que la onda juega y brilla, 
se entenebrece y gime.

La materia regresa a su costumbre. 
Que del agua un relámpago deslumbre 
o un sólido de humo 
tenga en un cielo ilimitado y tenso 
un instante a los ojos en suspenso, 
no aplaza su consumo.

Obscuro perecer no la abandona 
si sigue hacia una fulgurante zona 
la imagen encantada. 
Por dentro la ilusión no se rehace; 
por dentro el ser sigue su ruina y yace 
como si fuera nada.

Embriagarse en la magia y en el juego 
de la áurea llama, y consumirse luego, 
en la ficción conmueve 
el alma de la arcilla sin contorno: 
llora que pierde un venturero adorno 
y que no se renueve.

Aun el llanto otras ondas arrebatan, 
y atónitos los ojos se desatan 
del plomo que acelera 
el descenso sin voz a la agonía 
y otra vez la mirada honda y vacía 
flota errabunda fuera.

Con más encanto si más pronto muere, 
el vivo engaño a la pasión se adhiere 
y apresura a los ojos 
náufragos en las ondas ellos mismos, 
al borde a detener de los abismos 
los flotantes despojos.

Signos extraños hurta la memoria, 
para una muda y condenada historia, 
y acaricia las huellas 
como si oculta obcecación lograra, 
a fuerza de tallar la sombra avara 
recuperar estrellas.

La mirada a los aires se transporta, 
pero es también vuelta hacia adentro, absorta, 
el ser a quien rechaza 
y en vano tras la onda tornadiza 
confronta la visión que se desliza 
con la visión que traza.

Y abatido se esconde, se concentra, 
en sus recónditas cavernas entra 
y ya libre en los muros 
de la sombra interior de que es el dueño 
suelta al nocturno paladar el sueño 
sus sabores obscuros.

Cuevas innúmeras y endurecidas, 
vastos depósitos de breves vidas, 
guardan impenetrable 
la materia sin luz y sin sonido 
que aún no recoge el alma en su sentido 
ni supone que hable.

¡Qué ruidos, qué rumores apagados 
allí activan, sepultos y estrechados, 
el hervor en el seno 
convulso y sofocado por un mudo! 
Y graba al rostro su rencor sañudo 
y al lenguaje sereno.
Pero, ¡qué lejos de lo que es y vive 
en el fondo aterrado y no recibe 
las ondas todavía 
que recogen, no más, la voz que aflora 
de una agua móvil al rielar que dora 
la vanidad del día!.

El sueño, en sombras desasido, amarra 
la nerviosa raíz, como una garra 
contráctil o bien floja; 
se hinca en el murmullo que la envuelve, 
o en el humor que sorbe y que disuelve 
un fijo extremo aloja.

Cómo pasma a la lengua blanda y gruesa, 
y asciende un burbujear a la sorpresa 
del sensible oleaje: 
su espuma frágil las burbujas prende, 
y las prueba, las une, las suspende 
la creación del lenguaje.

El lenguaje es sabor que entrega al labio 
la entraña abierta a un gusto extraño y sabio: 
despierta en la garganta; 
su espíritu aun espeso al aire brota 
y en la líquida masa donde flota 
siente el espacio y canta.

Multiplicada en los propicios ecos 
que afuera afrontan otros vivos huecos 
de semejantes bocas, 
en su entraña ya vibra, densa y plena, 
cuando allí late aún, y honda resuena 
en las eternas rocas.

Oh, eternidad, oh, hueco azul, vibrante 
en que la forma oculta y delirante 
su vibración no apaga, 
porque brilla en los muros permanentes 
que labra y edifica transparentes, 
la onda tortuosa y vaga.

Oh, eternidad, la muerte es la medida, 
compás y azar de cada frágil vida, 
la numera la Parca. 
Y alzan tus muros las dispersas horas, 
que distantes o próximas, sonoras 
allí graban su marca.

Denso el silencio trague al negro, obscuro 
rumor, como el sabor futuro 
sólo la entraña guarde 
y forme en sus recónditas moradas, 
su sombra ceda formas alumbradas 
a la palabra que arde.

No al oído que al antro se aproxima 
que al banal espacio, por encima 
del hondo laberinto 
las voces intrincadas en sus vetas 
originales vayan, más secretas 
de otra boca al recinto.

A otra vida oye ser, y en un instante 
la lejana se une al titubeante 
latido de la entraña; 
al instinto un amor llama a su objeto; 
y afuera en vano un porvenir completo 
la considera extraña.

El aire tenso y musical espera; 
y eleva y fija la creciente esfera, 
sonora, una mañana: 
la forman ondas que juntó un sonido, 
como en la flor y enjambre del oído 
misteriosa campana.

Ése es el fruto que del tiempo es dueño; 
en él la entraña su pavor, su sueño 
y su labor termina. 
El sabor que destila la tiniebla 
es el propio sentido, que otros puebla 
y el futuro domina.



*Biografía de:  
Jorge Cuesta
(1903-1942)
 
 JORGE CUESTA
 "EL MÁS TRISTE DE LOS ALQUIMISTAS"
BIOGRAFÍA
Jorge Mateo Cuesta Porte Petit, nació en Córdoba, Veracruz, el 21 de septiembre de 1903. Su niñez, precoz y solitaria, de pocos juegos, transcurrió tranquila con excepción del accidente acontecido al año de nacer cuando, de los brazos de la niñera, el pequeño cayó golpeándose en una parte muy cercana al ojo izquierdo contra el filo de una mesa. Tiempo después, cuando Jorge contaba nueve años, fue intervenido quirúrgicamente para dar solución a la secuela que aquel descuido había dejado en él: un constante lagrimeo. Es esta la razón por la que en las fotos aparece con el párpado a medio cerrar.  
Atraído por las matemáticas, la física, la música y la química, después de concluir sus estudios correspondientes a la preparatoria, se muda a la ciudad de México en 1921 y, al llegar, escribe a sus padres en espera de la autorización para  ingresar al Conservatorio Nacional y hacer realidad una de sus aspiraciones: ser violinista. Finalmente, deja de lado esta idea e ingresa a la Facultad de Ciencias Químicas, concluyendo su carrera profesional cuatro años más tarde -aunque nunca llegaría a presentar la tesis, motivo por el cual no se título. Sin embargo, esto no le impediría ejercer plenamente la pasión por la ciencia en varias instituciones. En el año de 1924, al lado de Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz De Montellano, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Gilberto Owen, José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, formaría parte del "grupo sin grupo" o el "archipiélago de soledades" -como dijera Villaurrutia: Los Contemporáneos.  
Como miembro del mismo, acepta prologar la Antología de la poesía mexicana moderna, publicada en 1928, circunstancia por la que, las críticas hechas a ésta recayeron, a la vez, sobre él. Pero, Cuesta, no escatimando jamás en hacer frente al abanico desplegado de las acusaciones realizadas por sus mayores detractores, es decir, a las emprendidas por los escritores "nacionalistas" y los estridentistas -corriente de la cual formaban parte Manuel Maples Arce y Salvador Gallardo Dávalos, entre otros- que tachaban al grupo de cosmopolitas, sin mencionar los muchos adjetivos de que eran objeto, redacta una carta desde París -estancia que duró tan sólo dos meses-, al director de Revista de Revistas, Manuel Horta, exponiéndole las razones por las cuales figuraban incluidos poetas que a él le parecían "destestables", tales como Amado Nervo y Rafael López, mientras que, Manuel Gutiérrez Nájera, igualmente aborrecido, no figuraba dentro de ella.  
El argumento, de sólidos andamios, utilizado para defender la postura que adoptó al atender a la selección, se sintetiza en las inteligentes líneas de esa carta y, para quienes son observadores y poseen el libro de la Antología , en el prólogo mismo que escribió. Ese año, al llegar de Europa, contrae nupcias con Lupe Marín, quién alguna vez fuera esposa de Diego Rivera. En 1930, trabaja para la Subsecretaría de Educación Pública. Con posterioridad, en 1932, ya desaparecida la revistaContemporáneos, editada por el grupo (para ser precisos, ocho meses después, en agosto), funda la más rigurosa y analítica de México: Examen. Si en Ulises algunos de los jóvenes escritores de aquella generación encontraron la libertad del desparpajo, -Novo y Villaurrutia- descubriendo otros caminos, y en Contemporáneospusieron al país a la vanguardia de los movimientos que estaban gestándose o realizando ya en otras partes del mundo como Francia, Alemania, Estados Unidos o España (recordemos que la mayoría de ellos sino es que todos, eran lectores de Revista de Occidente de Ortega y Gasset y de la Nouvelle Revue Francaise), enExamen, cuyo director era el miembro más obstinado y batallador en cuanto a las cuestiones intelectuales se refería, se llevó a cabo una exposición metódica de la cultura donde, a diferencia de las otras dos mencionadas líneas antes, la política, la crítica social y la filosofía, tenían cabida dentro de sus páginas, conjugándose con la literatura. Es éste un indicio del advenimiento de las revistas "modernas". Examen, tuvo el honor de ser la primera. Lamentablemente, sólo tuvieron la oportunidad de ver la luz tres números. Maples Arce, inició una querella legal (con esas argucias leguleyas que todos conocemos), alegando que se estaban cometiendo atentados contra la moralidad de la sociedad en turno y que, tanto el director como ese maldiciente autor que publicaba cierta novela a entregas -al estilo de Payno con El fistol del diablo- debían ser consignados y procesados por la justicia (el autor del que hablo es Rubén Salazar Mallén y la "soez" novela, Cariátide). 
Luego de la trifulca que obligó a dar por terminada la revista, colabora en otras y escribe para algunos periódicos como El Universal, y publica dos ensayos de corte político (1934): El plan contra Calles y Crítica de la reforma al artículo tecero. En 1938, entró como jefe del departamento de laboratorio en una industria de azúcares y alcoholes –ya antes, a partir de 1932 y hasta 1937, había trabajado en la Sociedad de Productores de Alcohol. Allí, absorbido por sus inclinaciones científicas, llevaba a cabo experimentos con enzimas –de las que, se dice, llegó a inyectarse- y hacía investigaciones con sustancias de diversa índole -a saber, entre tantas más, una impedía la maduración de los frutos y otra permitía, después de su ingestión, beber toda clase de alcoholes sin llegar a un estado de embriaguez. Es, precisamente, en este lapsus de su vida, en que principia su obsesión, buscando aquéllo que según los gnósticos había encontrado Paracelso: el elixir de la vida.  
Aunque el poeta, con sus invenciones de fómulas químicas, no tuvo la fortuna de hallarlo, si encontró este otro proscrito: la locura -decía Dryden, "la locura es un placer que sólo el loco conoce". Esto, aunado a otras angustias morales, lo llevaron a una serie de instituciones asilares. En la última, cometió suicidio el 13 de agosto de 1942, estando en la plenitud de su vida, pero ya no en la más vasta lucidez intelectual como para discernir lo verdadero de lo ficticio -aunque, ¿quién dicta qué es lo racional? quizá la enajenación es la ventana, más que la ventana, la puerta a la verdadera razón, esa otra cara de la moneda que, nosotros, precisamente por "cuerdos", no logramos evidenciar, permaneciendo una posible "realidad real" invisible a nuestros ojos.  
Al quitarse la vida, contaba apenas con 38 años. En palabras de Villaurrutia, Jorge Cuesta fue "el más universalmente armado de los escritores del grupo, porque la filosofía, la ciencia, la estética, la crítica y la poesía, lo atraían con la misma fuerza".

ALGUNAS OBSERVACIONES EN TORNO A JORGE CUESTA
 La sonoridad de su poesía, de factura tan ascética y estéril como el propio Cuesta, cunde en lo remoto, en lo inombrable que, apenas sí se dice, se disipa: la íntegra lucidez de buscarse entre los recodos más oscuros y subrepticios de la inteligencia por medio de la palabra, de los abismos del pensamiento, sin temor a precipitarse jamás, de manera abrupta, demasiado a su fondo o, mejor dicho, a su vacío: el pensamiento, como el hombre, no tiene límites. Por eso mismo ha se serlo todo; por eso mismo ha de ser nada. Realidades que, si marchan contiguas de la mano, también se atraen y se repelen al mismo tiempo: al no mezclarse, siempre preservan su individualidad bien definida como las sustancias químicas heterógeneas.  Empresa de tales resonancias, porsupuesto, no podía ni puede ser jamás afán sino de una brillantez exacerbada, cuya última voluntad es ir al encuentro de sí misma, haciendo gala de los recursos que la lógica le presenta como últiles para alcanzar sus objetivos.  
Cuesta, por ello, a semejanza de las más modernas teorías de la física en boga, que buscan unificar la fuerza gravitoria, el electromagnetismo, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil, clamaba por hallar en los sinfines de la razón, aquellos puentes que lo ligaran a sus alter egos, a sus otros yo diseminados en los distintos campos de la erudición humana por los que concebía un gran entusiasmo; pero, a diferencia de Pessoa –por citar un ejemplo- que supo desdoblarse, sucederse en una segunda personalidad, la cual, a su vez, fue peldaño para llegar a otras tantas ambiguas y, más que eso, hallarse a través de ellas -multiplicidad destilada de lo que, a partir de Descartes, se cree, es prueba fidedigna del existir: el cogito-, el poeta mexicano era el espectro de sí mismo. Ni siquiera se hallaba situado en el punto de donde partió el portugués para edificar su obra. El motivo es simple: hasta el propio Cuesta, parecía estar llamado a ser solamente el eco de otra voz que hablaba por la suya: "su voz parecía nacer de los fantasmas del aire", considerando la descripción que Elías Nandino, aunque, como era de esperarse, artística, hizo de su persona.  
La producción de su obra poética nunca reunida en forma de libro, contiene uno de los poemas más logrados y ambiciosos de nuestra literatura mexicana, aquél que lleva por título Canto a un dios mineral: treinta y siete estrofas de seis versos cada una escritas a la usanza de las silvas. Canto a dios mineral constituyó, a lo largo de toda su vida, su gran sueño poético y obsesión. Las últimas tres estrofas redactadas, de manera seguida, delante de los enfermeros cuando éstos fueron a recogerlo para llevarlo a la institución psiquiátrica, dan motivo a pensar que se trata de un poema llevado a su fin más que por la libertad de la pluma del poeta, por el azar de las circunstancias: un texto inacabado que no pasó por la aduana del análisis implacable; ese análisis programático que imperaba en su personalidad.  
No se hará alguna clase de examen exhaustivo sobre él. Los hay en suma y muy buenos. Lo que sí hay es pertinente mencionar, es que la articulación de las palabras en que el fondo, la idea está sumida y viceversa, ha dado pauta a una consecusión de interpretaciones que sí bien pudieran no ser fieles, tampoco pueden ser inválidas: eterna oscilación; como el péndulo, de un extremo a otro, no está en ninguna parte puesto que, al poema, ninguna cesura interpretativa lo aprehende: "Nada me afirma y nada me desmiente”, es lo que el texto nos argumenta.  
A Cuesta, más que nada, le debemos en México, por vez primera, una verdadera conciencia crítica. Una conciencia crítica de la política y la cultura. Y eso es indubitable. Un grupo de reflexiones originales, dispersas en revistas y artículos de prensa bastan para comprobar su calidad como ensayista -no obstante, que fue el menos publicado a comparación de sus compañeros de odiseas intelectuales. Él podía trabajar en un par de textos durante un año -el mismo tiempo que a Torres Bodet le tomaba escribir tres libros y publicarlos-, debido a que su sentido de la perfección lo llevaba hasta esa frontera que desemboca en la esterilidad, en el silencio. Este sentido, se puede percibir a lo largo de todo su legado, pues supone, para los lectores, las más de las veces, un fino oído para lo que tiene que decir, como es el caso de las líneas de "En la sempiteromia samarkanda" y "Rema en un agua espesa y vaga el brazo", donde la palabra, trasmutada en tabique, se va apilando de tal forma que ya el poema lo terminamos por leer erigido en muro: realidad que se presenta, ante nuestros ojos, como impenetrable.  
Pese a esa virtud de engendrar concepciones abstractas, Cuesta, no logró solidificar, organizar un verdadero sistema de pensamiento, donde lo genuino de ellas destellara con toda la intensidad luminosa de que era capaz su agudeza racional. Su vida, como su legado, es breve. Murió siendo joven. Inteligencia a la que, como a tantas, le faltó tiempo para madurar, y pereció en el don de una promesa…
 Diego Salvador Rodríguez Castañeda.