viernes, 18 de marzo de 2016

VIVIR, Benjamín A. Araujo Mondragón


Vivir como si la primavera no llegara.
Amanecer como si fuera mediodía.

Oscurecer las telas del recuerdo
para estrellar el sol en los mejores días.

Presentir una luna horizontal
para ser el mar y acabar en tus playas.

Abrir honduras marinas,
ocultarte, como una perla, hallazgo
en una primavera irrepetible,
por inexistente.

En ese amanecer del mediodía,
en esta oscuridad resplandeciente
del recuerdo de tí:

Guardarte,
siempreviva,
girasol,
flor-de-un-eterno-día.

Guarecerme de ti para restañar
las perennes heridas de la soledad
durante el recurrente mediodía
de nuestro precipicio.

Ya en el abismo de la eternidad
recular a la miseria humana,
a escondidas del Ojo Avizor
suspirar por la terrenalidad
hasta hartar la sinrazón
por esas dimensiones:
generar trastornos a mi nuevo ser.
Buscar otro estar
para soñar tu compañía pefecta,
armoniosa,
delirante;
peligrar acaso:
hilar confusiones
hasta la soberbia.

Pugna inacabada.
Fatal sino.
Llaga sin remedio.
Serenidad fatal.
Fatalidad sin paz:
esta cadena recurrente
por soñarnos felices;
verdad sin retorno;
gusto amargoso redivivo:
ser siempre inconformes.
Informes.
Sin forma final:
en tu amor haber logrado saber
algún día,
en la otredad,
que esa miel
me envenenó en su gozo
perdurable:
delicado privilegio.

Misterio sin misterio.
Al fin: derrota de la hondura,
caricia de la eternidad,
vía de la pasión.
Perezco desde ahora,
aurora boreal de mi desventura innata.
En tu recuerdo de mí, soy,
ahí, informe,
me acurruco,
me conformo, me escondo.

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