lunes, 15 de junio de 2015

LOS COMENTARISTAS DE "LA SUAVE PATRIA", (Revista Círculo de Poesía)

LOS COMENTARISTAS DE “LA SUAVE PATRIA”


Ramón López Velarde
Con motivo de un aniversario más de “La suave patria”, poema escrito en 1921 por Ramón López Velarde con motivo del primer centenario de la consumación de la independencia, presentamos un texto valioso del ensayista Jorge Mendoza Romero.

Para José Emilio Pacheco
Ochenta y ocho años habrán transcurrido este viernes desde que Ramón López Velarde concluyera el manuscrito de “La suave patria” y colocara al pie de los últimos versos la lejana fecha del 24 de abril de 1921. A través de enormes tirajes, la revista El Maestro de José Vasconcelos divulgó este poema por todos los rincones del continente. Sin pretender la exhaustividad, este ensayo recupera algunas lecturas, glosas y exégesis, de los más atentos lectores del poeta zacatecano que naciera en 1888, a propósito de “La suave patria”: Allen W. Phillips, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Juan José Arreola y Vicente Quitarte.
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Hay consenso sobre el origen de “La suave patria” en el artículo “Novedad de la patria” que escribiera Ramón López Velarde en 1921; artículo que José Emilio Pacheco llama “borrador teórico del poema” (18) y que, según José Luis Martínez, se escribió paralelamente al poema, a partir de enero de aquel año. Primero concluyó el artículo y “La suave patria” debió esperar más días (López Velarde 48). No obstante, José Emilio Pacheco afirma, basándose en una crónica de José Natividad Rosales, que a López Velarde le tomó dos años terminar “La suave patria”, cuyo proceso de escritura abarcaría de 1919 al 24 de abril de 1921, según refiere la fecha del manuscrito (22). Lo anterior modifica el papel que cada texto tuvo con respecto al otro: el artículo se alimentó de la materia poética.
“Novedad de la patria” fue compilado en el libro El minutero y ofrece múltiples coincidencias con el poema, la más importante es el concepto de patria que se formula:
Correlativamente, nuestro concepto de la patria es hoy hacia adentro. Las rectificaciones de la experiencia, contrayendo a la justa medida la fama de nuestras glorias sobre los españoles, yanquis, franceses, y la celebridad de nuestro republicanismo, nos han revelado una patria no histórica no política, sino íntima. (López Velarde 283)
López Velarde compartió el conservadurismo político de su familia. Sabemos que conoció a Madero cuando iniciaba su lucha en San Luis Potosí. Durante este periodo (1910), al tiempo que estudiaba Jurisprudencia, colaboró como secretario en un centro antirreeleccionista y corre la leyenda de que participó en la redacción del “Plan de San Luis”. Era un conservador moderado. Para sí mismo era un reaccionario. Militó en el Partido Católico Nacional del cual fue candidato a una curul. Hacia el final de su vida abrazó, como era de esperarse, los ideales de la facción burguesa de la Revolución (el carrancismo) y formó parte de su gobierno.
De apenas dos páginas, el artículo ha sido ampliamente glosado por Juan José Arreola en Ramón López Velarde: el poeta, el revolucionario.
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Conviene hacer una breve revisión del momento social y político en el que surge “La suave patria” para atisbar el modo en que el poeta intervino en el desarrollo de los acontecimientos.
En 1920, al acercarse las elecciones, Venustiano Carranza postuló a Ignacio Bonillas como su sucesor, designación que lo enfrentó con el grupo de los sonorenses que encabezaba Álvaro Obregón, quienes se rebelaron a través del Plan de Agua Prieta (redactado el 23 de abril de 1920) y al que pronto se adhirieron la mayoría de los jefes militares.
Sintiéndose cercado, Carranza decide emplear la misma estrategia que había seguido cinco años atrás y prepara un convoy para que transportara los archivos y las arcas federales, así como a los colaboradores más cercanos y leales para trasladar el gobierno a Veracruz. En ese tren también viajaba Ramón López Velarde:
En la villa de Guadalupe Jesús M. Guajardo, el asesino de Zapata, lanzó contra el convoy presidencial una “máquina loca” (locomotora sin conductor). Hubo muchos muertos, sobre todo entre los soldados y las soldaduras. López Velarde se salvó pero ya no quiso seguir en lo que le pareció con toda razón una caravana hacia la muerte: incesantes “máquinas locas” y ataques de la caballería. (Pacheco 129).
Hasta 1988 se supo que López Velarde tomó el mismo tren del Presidente en su éxodo. Le debemos a José Emilio Pacheco este hallazgo inapreciable. En una carta dirigida a Margarita González, Velarde relata lo sucedido: “El día 7 del pasado mes [mayo de 1920] salí con los trenes del gobierno… pero no pasé de este lado de la Villa, pues el enemigo nos rodeó…” (130).
Finalmente, Carranza fue asesinado por órdenes de Obregón en Tlaxcalaltongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920. Para López Velarde significó el término de su carrera política. Obregón, que había tomado el poder por un golpe militar y no por un movimiento popular, “inventó que todas las rebeliones anteriores desembocaban en una sola a la que llamó «Revolución Mexicana»” (130).
José Emilio Pacheco concluye su ensayo, “López Velarde hacia «La suave patria»”, diciendo que López Velarde “optó por un poema íntimo que en vez de cantar al nuevo México obregonista se despidió del país destruido por la Revolución” (131). A pesar o gracias a ella, fue posible “La suave patria”:
El descanso material del país, en treinta años de paz, coadyuvó a la idea de una Patria pomposa, multimillonaria, honorable en el presente y epopéyica en el pasado. Han sido precisos los años de sufrimiento para concebir una Patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa. (López Velarde 282).
Al morir López Velarde, José Vasconcelos, secretario de Educación Pública, se reunió con el presidente Obregón para notificarle la muerte del poeta. Le leyó “La suave patria” y le pidió que la nación sufragara los gastos del sepelio. La cámara de diputados declaró tres días de luto y en el siguiente acuerdo ministerial, la poderosa memoria de Obregón se apropió del poema de un autor del que por vez primera escuchaba su nombre, y lo recitó como si lo hubiera estudiado largamente (Pacheco 120). El gobierno había encontrado a su poeta cívico. Por ello Octavio Paz se queja de que “este hermoso y desigual poema no merecía haber sido manoseado con tanta torpeza” (31).
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La poesía de López Velarde gravita sobre algunos temas como la provincia y el amor. Se establece una difícil tensión entre el catolicismo y el erotismo, y formalmente son admirables sus imágenes, los encabalgamientos, y la adjetivación inusitada es su piedra de toque, ‘adjetivación de signo contrario’ la ha llamado José Luis Martínez. En “La suave patria” se condensan estos elementos de una manera brillante, aunque desigual.
La sangre devota (1916) y Zozobra (1919) fueron los únicos libros que publicó López Velarde en vida. Años después se publicaron El minutero (1923) y El son del corazón (1932) donde aparece “La suave patria”.
En “La suave patria” el título tropieza, al decir de Octavio Paz, con las características de nuestro ser. Paz refiere que el adjetivo es impreciso porque “ni nuestra geografía ni nuestra historia ni nuestro temperamento son blandos, delicados o pacíficos, que eso es lo que quiere decir suave“. (30). No obstante nuestro premio Nobel matiza su comentario. Concede en que la realización estética del poema descansa en la traición de la expectativa del lector sobre un poema cívico. Cada poema suele ir acompañado de este o aquel procedimiento de acuerdo con el tema que aborda. Por ejemplo a una elegía le corresponde un tono oscuro acompañado de cierto diseño retórico. En el caso de los himnos nacionales, el ritmo suele ser dactílico, pues este pie simula una marcha vehemente (“Mexicanos al grito de guerra”: oo óoo óoo óo). Para algunos, el verdadero poema desautomatiza al lenguaje, se desvía de la norma lingüística para producir un efecto de extrañamiento y alcanzar la poesía. Así, “La suave patria” entrega un poema íntimo, “un poema en voluntario tono menor” -concluye Octavio Paz (30):
Diré con una épica sordina:
La Patria es impecable y diamantina.
Vicente Quitarte afirma que uno de los valores del poema consiste precisamente en hablar íntimamente a la patria:
Pero nadie había hablado de la patria con la desacralización y la irreverencia de López Velarde; nadie la había querido como a una mujer ni le había comprado trajes tan hermosos, de tanta sencillez y tanto lujo; nadie la había tomado por la cintura para decirle al oído lo chula que era; nadie se había enamorado con tanta ley para hacer de lo nimio un escándalo mayúsculo… (80).
López Velarde, como con su prima Águeda, hace, del incesto, arte:
La relación con la Patria es más erótica que filial. López Velarde le habla como si ella fuera una muchacha que tiene “mirada de mestiza”, capaz de poner “la inmensidad sobre los corazones”, cabello rubio (el maíz que nos alimenta y a la vez torna en desierto la tierra que lo nutre). Es pobre en su miseria colorida y sonora, deja probar su lengua de amor a los tristes y a los felices, asoma por la reja en una cauta invitación al rapto, tiene en fin “frescura de rebozo y de tinaja” y “carnosos labios de rompope”. (Pacheco 20)
Este poema, que corta a “la epopeya un gajo”, posee una línea narrativa de la que se desprende la composición teatral: “Proemio”, “Primer acto”, “Intermedio”, y “Segundo acto”. Al escribirse al margen de los acontecimientos de la Revolución (la única referencia -señala Pacheco- es muy velada: “frente al hambre y al obús”), el poema toca la realidad más cercana a todos, la de la vida cotidiana. En este terreno nos encontramos ante una de las tematizaciones fundamentales en toda la poesía de López Velarde: la provincia.
Sin embargo, para mayor exactitud, se establece la oposición entre la provincia y la vida de la capital. José Emilio Pacheco precisa aún más cuando dice que López Velarde habla sólo de aquellas regiones que conocieron sus sentidos, tales como Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí y la ciudad de México. “Permanece voluntariamente sordo, ciego y mudo -dice Pacheco- ante el México de los mares y de los grandes ríos” (20). Tal vez “Alta traición”, poema sobre la patria que escribiera Pacheco en 1969, nace de este razonamiento. Nos entrega también una patria íntima, ligada a la naturaleza y a una de las máximas preocupaciones de Pacheco, la Historia:
______No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
______es inasible.
Pero (aunque suene mal)
______daría la vida
por diez lugares suyos,
______cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
______fortalezas,
una ciudad desecha,
______gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
______montañas
-y tres o cuatro ríos.
Volviendo a López Velarde, la oposición entre la provincia y la capital se encuentra en una de las estrofas del “Primer acto”. Enfrenta la vida acelerada de la capital al reloj demorado de la provincia:
Sobre tu Capital cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
La segunda referencia directa a la ciudad de México, hace del Palacio Nacional el símbolo de la patria. Acopla dos comparaciones inesperadas al Palacio Nacional, que describen la doble cara de la república, una magnífica, mientras que la otra reúne en la figura del ‘niño’ y el ‘dedal’ la breve historia del país como nación independiente:
Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
“La suave patria” mira con profundidad a la provincia. Uno de los mejores estudiosos de López Velarde, Allen W. Phillips, refiere que el momento en que se publica el poema coincide con la aparición ‘natural’ de una vuelta hacia lo mexicano, proceso derivado de la Revolución. Sin embargo, como bien afirma Phillips, para López Velarde el nacionalismo “no es una postura literaria sino una auténtica condición de su espíritu, y su mexicanidad esencial supera los meros tópicos vernáculos, que tanto daño han hecho a la obra de artistas dotados de menor talento” (118). Octavio Paz acierta cuando dice que “su nacionalismo brota de su estética -y no a la inversa (29).
El sujeto poético, hacia el final del poema, expresa una preocupación sobre la manera en que se va consumiendo el México que fenece en esos años: “Quieren morir tu ánima y tu estilo”. La única respuesta que alcanza a articularse lo vincula con el espíritu romántico. Intenta permanecer en la atemporalidad, en la conservación de ese mundo que irremediablemente se pierde: “Patria, te doy de tu dicha la clave:/ sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;”. Es decir, prefiere un México del campo, reprueba a la ciudad y al progreso.
El espíritu romántico, que no se manifiesta en el plano de la forma de la expresión, sino como elemento que subyace a la visión de mundo que advertimos en el texto, obliga a detenernos en el “Intermedio”. Esta sección propone una digresión al momento más traumático de nuestra historia. Se recrea la conquista a través de uno de sus personajes trágicos, Cuauhtémoc, a quien el sujeto poético considera “único héroe a la altura del arte”. “El intermedio” es “un prodigio de laconismo y concentración”, según la lectura de Pacheco (21). Asimismo estos versos hacen confluir al modernismo con la poesía moderna. Imágenes como “el sollozar de tus mitologías” y “los ídolos a nado”, que describen la caída del mundo azteca confirman, para este autor, que López Velarde inaugura la poesía moderna en México. Lo anterior no es cualquier cosa:
Hay que repetirlo: la poesía moderna nace en Hispanoamérica antes que en España (con la única y gran excepción de Gómez de la Serna) y uno de sus iniciadores es López Velarde. Con él empieza una visión de las cosas que todavía seduce a espíritus tan opuestos como Jorge Luis Borges y Pablo Neruda -diría Octavio Paz en 1963. (23).
Con lo anterior, Paz combatió una idea que generalizaron algunos críticos en torno a la poesía de López Velarde, para la cual sólo encontraron un epíteto: provinciana. Paz les respondió que los provincianos eran ellos y no el poeta.
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El mundo cantado en “La suave patria” y en general en la poesía de Velarde provoca algunos comentarios acerca de su interprtación, en la medida que el sentido de algunos versos se mueve hacia las sombras por el paso de los años. Nuestra lectura parte de la inmanencia del texto. Sin embargo, algunos pasajes de “La suave patria” recrean costumbres que recorrieron el siglo XIX y que declinan en la primera mitad del siguiente. A estos huecos de sentido, críticos como Emmanuel Carballo, José Luis Martínez o el mismo Pacheco han dado en llamar las “alusiones perdidas”. Versos como el siguiente requerirán una nota al pie o una exégesis dentro de unos años para entenderse a cabalidad: “Patria, vendedora de chía”. Otras de las costumbres que encontramos en el poema tienen que ver con las conmemoraciones de la liturgia católica, las cuales forman parte del universo poético de López Velarde: “Patria, vendedora de chía/ quiero raptarte en la cuaresma opaca”. O en la siguiente estrofa que alude también a la cuaresma:
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
La isotopía, la línea temática, de -llamémoslo así- lo sagrado-católico está presente en otras cinco alusiones: “El Niño Dios te escrituró un establo”; “Suave Patria: te amo no cual mito,/ sino por tu verdad de pan bendito”; “Te dará, frente al hambre y al obús,/ un higo de San Felipe de Jesús.”; “y si tirito, dejas que me arrope/ en tu respiración azul de incienso”; “taladrada en el hilo del rosario”.
Una laguna de sentido que intrigó a los investigadores de nuestro poeta se ubica en la segunda estrofa del “Proemio”:
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
El correo chuan es un rasgo del exotismo, una vuelta a los recursos de los poetas modernistas. Es una alusión a la novela El caballero Des Touches (1864) del escritor y crítico francés Amédée Barbey d’Aurevilly. David Huerta publicó en un artículo el fragmento. Esta relación intertextual nos permite recuperar el sentido de la estrofa:
(…) había venido desde Guernesey a la costa de Francia en aquella canoa de Destouches que no podía admitir más que a un solo hombre, y que estuvo a punto de zozobrar cien veces bajo el peso de los dos. ¡Para suprimir toda carga inútil remaron con los fusiles! (Pacheco 99).
Los chuanes -nos enseña Pacheco- fueron los campesinos monárquicos de la Vendée que lucharon contra el gobierno revolucionario francés. Por lo tanto la estrofa puede actualizar dos sentidos: el primero, simplemente reitera la oración principal: se ocupará el texto de las cosas civiles, la patria íntima; el segundo, es una muy escondida, casi gongorina crítica, por lo retorcida, hacia la Revolución (19).
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En la búsqueda de la patria íntima, el sujeto poético antepone el umbral de sus sentidos para cantar a la patria. Celebra la abundancia de los olores, los sonidos, el regusto que sobre el paladar se ancla en las vendimias, las imágenes, o el mundo de lo táctil. Vicente Quitarte valora la proyección del paisaje que se opone a la idea romántica de ver en el paisaje un estado del alma: “López Velarde lo recuerda, y su yo interviene desde el principio del poema. Pero conforme avanza demuestra que la naturaleza no entra en nosotros a través de la abstracción del alma, sino gracias a la percepción concreta de los sentidos” (81).
Sirvan de ejemplo las siguientes estrofas:
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;___________________oído
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se vacía
el santo olor de la panadería-___________________  olfato
*****
Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del
 ajonjolí._________________________gusto
Para finalizar este ensayo, haremos una breve revisión de los principales recursos estilísticos del poema. José Gorostiza ha dicho que el modernismo fue una ‘orgía de musicalidad’. La revolución de Rubén Darío otorgó gran importancia a la variedad métrica, a las combinaciones y a la recuperación de versos poco frecuentados u olvidados por los poetas románticos y neoclásicos. En el caso de nuestro poeta, sin embargo, no sucedió lo mismo. Trabajó fundamentalmente el heptasílabo, el eneasílabo, el endecasílabo, el alejandrino, y en algunas composiciones, el octosílabo. “La suave patria” está escrita en su totalidad por 153 endecasílabos. Octavio Paz censura que algunos estén mal acentuados y cita el siguiente:
Suave patria, vendedora de chía oo óo oo óoo óo (tercera, séptima y décima sílabas)
¿Por qué razón los acentos están mal colocados? En los manuales de métrica como el Arte del verso de Tomás Navarro Tomás o el Diccionario de retórica crítica y terminología literaria de Marchese y Forradillas, encontré una probable respuesta. Al parecer el problema dimana del primer acento rítmico. Si se escucha en la tercera sílaba, según la preceptiva, el segundo acento correspondería a la sexta para construir un endecasílabo melódico. En el caso de que se quisiera trabajar endecasílabos menos comunes, esto es, los que llevan el acento en séptima sílaba: “Navegaré por las olas civiles” ooo óoo óoo óo (cuarta, séptima y décima sílabas), es necesario que el primer acento rítmico resuene en la cuarta sílaba. Este tipo de endecasílabo es conocido como endecasílabo provenzal, que lleva acento en la cuarta sílaba, cesura y acento en la séptima y décima sílabas. Así pues el juicio de Paz se apoya en este hecho de la preceptiva.
La versificación lopezvelardeana tuvo en las estrofas monorrimas, cuya fuente es Gonzalo de Berceo, uno de sus estilemas, al que José Luis Martínez atribuye el arrastre popular de “La suave patria” .
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería
Finalmente, veamos la pirotecnia verbal de López Velarde en la adjetivación. En la plasticidad de la siguiente imagen, el adjetivo individualiza al sustantivo: “y el relámpago verde de los loros”. Un endecasílabo melódico que no repite ninguna vocal con acento rítmico, como quería Salvador Díaz Mirón.
O en la siguiente estrofa, tal vez de las mejores de todo el poema:
Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
La ‘mirada’, general y abstracta, florece con la función de adjetivo del complemento adnominal ‘de mestiza’. Y aún más: se apela al efecto (la mirada) y no a la causa (los ojos). Cinco años más tarde esta metonimia la ensaya Paul Éluard, con igual fortuna, en Capitale de la douleur (1926): “La courbe de tes yeux fait le tour de mon cœur” (La curva de tus ojos da la vuelta a mi corazón).
“La suave patria” ha resistido el manoseo que le han dado los organismos oficiales y el partido en el poder. Sus valores estéticos nos siguen asombrando. Tal vez en el futuro se necesite de un aparato crítico para comprenderlo y disfrutarlo a plenitud, tarea que los distintos comentaristas han ido realizando en los últimos años. Llama la atención que la “La suave patria”, pese a todo, sea un poema de consenso entre los lectores de poesía (baste recordar la sorpresa de Octavio Paz cuando Borges lo recitó de memoria en medio de una lectura). Asimismo es la obra colectiva de México cuando se quiera hablar de la patria, la patria íntima de Ramón López Velarde.

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