miércoles, 6 de mayo de 2015

UN LUSTRO DE LA MUERTE DE CARLOS RUIZ ZALDIVAR, Azucena Caballero Herrera

CARLOS RUIZ ZALDIVAR A UN LUSTRO DE SU MUERTE 

1925 – 2010

En la foto el intelectual junto a la columnista y amigos en un acto literario previo a la Cena del Escritor, hace algunos años.
Carlos Ruiz Zaldívar nace en Pisagua, el año 1925 y fallece en San Felipe en 2010. Poeta y narrador. Estudió sus humanidades en el Liceo de Hombres de San Felipe, egresando en 1945. Se tituló de profesor normalista en la Escuela Normal “José A. Nuñez” de Santiago. Toda su carrera docente la realizó en Aconcagua. Como periodista colaboró en publicaciones como “VEA”, “En Viaje”, “El Mercurio” , “La Estrella de Valparaíso” y en diarios ‘El Despertar’ y ´El Valle´ de San Felipe, cuyo Director fue su hijo Ricardo Ruiz Lolas. Entre poesía, relatos, ensayos históricos y folclóricos, publicó alrededor de una veintena de libros, de los que destacan “Romancero Heroico de Aconcagua”; “Ancla de soledad”, “Glosario de sombra y luz”, “Del grillo a la estrella”, “Poeta del Alba, Homenaje a Oscar Castro”, “El Rucio Herminio”. Y su último notable libro de poesía ‘Sonetos Terminales’. Como investigador realizó la gran obra sobre las calles de nuestra ciudad, que abarca los años 1740 – 2001, encargada por la I. Municipalidad de San Felipe. Se consagró con su afamado “Romancero Heroico de Aconcagua” (1955) con cuatro ediciones todas agotadas.Fué además pintor, amante del tango y conferencista. Recibió el premio de Literatura “Luis Durand” en 1962. En Junio del 2002 fue recibido por la Academia Chilena de la Lengua como Miembro Correspondiente en San Felipe. Quisiera hoy referirme a su poemario Sonetos terminales. Justamente, de esta última obra, recordamos al querido académico con el siguiente soneto: Soneto I, en Sonetos terminales (2002)
Del hilo-volantín se corta el vuelo
y el alma cae rota en lontananza,
se desprende el madero de la alianza
que inútil se pactó en el ancho cielo.
Nada queda del insondable celo
que urdía tejedumbres de esperanza
equilibrio no queda en la balanza
y cúbrese mi faz con denso velo.
Quería ser la ánfora liviana,
la alondra plañidera en tu mañana,
el heliotropo que cubrió el rocío.
Se vino de repente el ostracismo
y pagándome deudas de mí mismo
por los rincones yázgome sombrío.
Hace cinco años ya que nos dejó físicamente nuestro querido bardo a quien recordamos en toda su humildad y su grandeza. Nos dejó una obra prolífica y digna de leer a las nuevas y antiguas generaciones. A los poetas y pintores, a sus amigos académicos y a sus amigos de toda su vida, dejó su enseñanza con el ejemplo de un ser privilegiado por la mano de Dios con múltiples talentos en el arte y en la vida. Conocí contadísimas personas que manifestaran un amor tan grande por los libros, él era uno de ellos, talvez esa misteriosa alegría de artista creador es la que dió vida numífica a nuestro poeta. Verdaderamente leer la poesía de Carlos Ruiz Zaldivar, es una experiencia espiritual inigualable. Es degustar en la soledad y en el silencio la exquisita miel del intelecto. Ha dicho el pensador y filósofo Hugo Wast en ‘Vocación de escritor’ “La verdadera gloria para un escritor es la de ser prisionero de sus libros y saber que sus obras han hecho bien entre los hombres”.
Publicado en mi columna semanal de Diario 'El Trabajo' mayo 5/2015.
Hasta el martes.

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