lunes, 4 de mayo de 2015

SEPTENTRIÓN, Edwin Conte Corvera

SEPTENTRIÓN


Rodeada de Trols, duermes, entre el hielo, sobre
oscuro  granito. Hace tiempo el frio viento trae
Quejidos y lamentos de fantasmas horribles
Poblaban  mis hogueras. Ante mi los corceles

Temblaban, aun  retrocedían dogos y alanos
erizados. Sacrifiqué a Hécate tres perros
negros.  A los Dioses Velados, el adecuado
precio. Con el timón encendí el holocausto.

Con sangre y fango cegué los ojos de mi barca
Me siguieron  furias;  como negras harpías
posaban en las jarcias. En la pálida estela
espectros blasfemaban que les quité la vida


En el Jardín del Centauro dediqué mis armas
Del muro pende mi vieja armadura. Aves negras,
la enseña cuelga de un pretil. Espada filosa
conservé,  por si aun debo espantar algún fantasma


   
   

Junto al fuego leí  viejos libros, ofrecía 
 sacrificios a mi padre. Morir Deseaba  
entre lares y penates. Del norte llegaban
  los presagios. Entre las nubes resplandecía

el fulgor de tu mirada. Del desierto de hielo
 la tempestad, en su furia, me hablo de ti. Nuestros
sueños se encontraron. así vestiré de nuevo
 la armadura. Pero te despertaré aun si debo

retrasar mi regreso para enfrentar demonios.
  Trasgos y dragones temblaran ante mi acero.
  Verte sonreír y contemplar  tus oscuros ojos
 Será para otro. Solo ata una cinta en mi brazo.

Déjame la gloria de combatir en tu honor
Mi galardón, saber que regresaste a tu reino
Solo  sacrifica seis palomas en mi templo,
dos lágrimas, en  ánfora de cristal tallado.

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