jueves, 14 de mayo de 2015

CALAVERA, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

CALAVERA         CALAVERA

Mi calavera se hunde en el fondo de los tiempos,
mi calavera se va, hasta el caer de la vida,
siento que el tiempo ha pasado y me deja
sin remedio y con fatiga; siento que estoy olvidado
o siento que ya yo todo olvido…

Mi esqueleto me deja, poco a poco, de esta vida
 y yo, buen insensato, sólo miro desde arriba
cómo es que el tiempo nos deja convertidos
en pasado; cómo es que sólo el recuerdo
se nos queda en esta herida, que es el pasado remoto
de todo lo que fue vida…

Yo no sé, sin sobresaltos, sólo se que quedo solo
pero solo yo llegué y se que solos nos vamos
y que el sol ya no remedia esta vieja melancolía
por la que pasan los hombres que han cruzado
el umbral para asomar al otro lado…
profundo, vacío, inexpugnable y distinto…

Bien que sé: no soy el mismo. Bien que sé
que todo pasa y que nada es impasible
en el fragor de la vida; sólo la muerte
que llega, inexpugnable, rebasa y nos
acompaña hasta el fondo de ese abismo:
que desconozco en su esencia pero veo
con esperanza que puede ser nueva vida;
otra forma de existencia, donde las formas
se extinguen pero queda nuestra esencia.

Es la cercanía con Dios, dicen las almas piadosas,
es la nada, es la nada, dice el filósofo impío.
Yo no sé ni a quien creerle pero si quiero otra
vida, sino aquí todo ha sido en vano y ¿a qué
vino nuestra esencia? ¿a qué coños he venido?
Todo pasa nada queda,
pero lo nuestro es pasar; pasar, haciendo
caminos en lo nuestro caminar, el caminar
ya nos cansa como para que sepamos
que la vida si se pasa y el destino
nos alcanza y nos rebasa…

Ni duda cabe que somos polvo y que al polvo
ya volvemos más pronto de lo que imagina
el insensato que goza como si el gozo
fuera eterno, y la vida no se extingue, y
la vida no pasa sólo rebasa, los límites
ordinarios que ponemos los humanos
el valladar es el tiempo, la muerte,
meta inviolable, que transmite la enseñanza
nomás al que tenga oídos y al que mantenga
esperanza; pero nos queda perpetua
la memoria del olvido. El olvido permanece
siempre en pie, siempre tranquilo.

Miremos el horizonte, primaveras al olvido;
miremos hacia el pasado, el futuro ya no es frío;
miremos lo que fuimos, y lo que pudimos ser;
miremos desde la atalaya de este extravío
que es el presente que no es porque
ahora ya es pasado. Miremos al infinito
que el futuro ya no fue, y que la vida no vino
nomás pasó y ya se fue…
*Imágenes: 1. Tomada de un poema de Kike Gómez Saavedra (mi compadre colombiano); 2. Rocco Almanza (mi ahijado) y 3. Rafael Huerta, mi amigo y ex-director del Museo "José María Velasco" de Toluca. 

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