Poner nombre a los gatos no es sencillo,  
juego de vacaciones sí que no es.
Podréis pensar de pronto que me falta un tornillo,
pero nombres un gato siempre ha de tener tres.       
Uno, el que la familia usa a diario,
Juan, Alberto, Cristóbal o Vicente,
Ricardo o Nicolás o Luis o Mario.
Todo muy razonable y muy corriente.
Los hay más chic, que igual suenan mejor,
para damas o para caballeros:
Sócrates, Afrodita, Eolo, Thor.
Siguen siendo sensatos, llevaderos.
Pero, creedme, el gato quiere un nombre especial,
un nombre peculiar, que de estilo lo dote.
¿Cómo lleva, si no, la cola vertical
y tiesos el orgullo y el bigote?
Nombres así me salen un montón:
Atrapatón, Cuajón, Coricopato,
o bien Bomularina o Mermelón,
nombres que nunca lleva más de un gato.
Y aun así, y más que nada, falta uno todavía,
y es un nombre imposible de entrever:
el nombre que un humano jamás descubriría
y sólo el gato sabe y no deja saber.
Si descubrís que un gato está muy pensativo,
sin duda va a haber siempre un único motivo.
Estará ensimismado en el murmullo 
de ideas de ideas de ideas del nombre suyo:
su inefable efable
efablinefable
profundo inescrutable nombre suyo.

 (Traducción de Álvaro García)



Nota del traductor.- Esta versión de "The Naming of Cats" está dedicada a mis alumnos del Máster de Traducción Literaria de la Universidad de Málaga, con quienes la inicié. Recuerdo que intentamos también, un curso antes o después, una traducción rítmica de "Lady Weeping at the Crossroads", de Auden y madame Sarkozy, que en cambio no conservo. Si la tiene alguien al otro lado de esta página, me encantaría que la recuperáramos para Turia digital.