jueves, 31 de julio de 2014

MENSAJES EN BOTELLAS: UNA CINTA SOBRE EL CONFLICTO EN GAZA, Karla Sánchez González


 
Mensajes en botellas: una lectura histórica al conflicto israelí-palestino
 
  
 
¿Qué harías si supieras que el enemigo —aquel que tus mayores te han inculcado odiar— vive a 73 km de la ciudad donde te encuentras? ¿Qué pensarías si alguien quisiera hacer estallar el autobús que tomas para ir a la escuela? ¿Qué sentirías al estar escondido con tu familia en medio de un bombardeo? O peor aún, ¿qué pasaría cuando descubrieras que ese enemigo no es tan peligroso y que, como tú, también tiene miedos y sueños? De manera inesperada ese Otro1 lejano, oscuro y cruel, se vuelve un ser vulnerable y cercano. Se convierte en humano.

El ejemplo por excelencia de la segregación del Otro es el conflicto entre Palestina e Israel. A pesar de que sus orígenes se remontan al siglo XIX, cuando se trataba de un conflicto religioso antes que político, fue a partir de la creación del Estado de Israel en 1948 que las acciones, tanto de una como de otra parte, se recrudecieron hasta el grado de no verse un final próximo.

Es difícil colocarse en los zapatos de los habitantes de estos territorios cuando se está tan lejos del Medio Oriente, pero gracias a la cinta israelí-franco-canadiense Una botella al mar de Gaza (2011) podemos conocer el lado del conflicto que permanece oculto y tratar de entenderlo. Basada en la novela de la escritora francesa Valérie Zenatti, la cinta ofrece una aproximación diferente al conflicto mediante la exploración de las vidas de los jóvenes hebreos y árabes, sus inquietudes y anhelos, la manera en que viven la guerra y cómo a través de los relatos del otro descubren el mundo que hay más allá de los atentados y el dolor.

Tal, una joven judía de origen francés de 17 años, y Naïm, un veinteañero palestino, viven día a día una guerra que ni siquiera saben cómo empezó y que no saben cuándo terminará. Han crecido convencidos de que tienen que odiar al vecino y que la guerra es justa para recuperar el territorio perdido.

Todo empieza con un atentado a una cafetería en Jerusalén donde muere una joven judía que al día siguiente celebraría su boda. Tal se pregunta cómo es posible que uno entre a una cafetería con tantos planes y no sea capaz de salir de ahí con vida, por lo que escribe una carta dirigida a cualquier palestino que la encuentre para preguntarle por qué se hacen estallar para acabar con los enemigos. La carta llega dentro de una botella de whisky a la costa de Gaza, donde es encontrada por Naïm y sus amigos, quienes le responden vía e-mail con burlas e insultos. Sin embargo, Naïm y Tal inician un intercambio de mensajes para tratar de comprender cómo se vive el conflicto del otro lado de la cerca que los divide: “Hola Gazaman, No estoy interesada en las bombas. Estoy interesada en ti. ¿Quién eres? ¿Cuántos años tienes? Estás ahí, tan cerca. Y no me puedo imaginar cómo es tu vida”.3

De acuerdo con la filósofa estadounidense Judith Butler los seres humanos existimos a causa del otro y para otro.4 Es decir, el otro nos configura y a la vez nos desintegra. Tal cae en cuenta de eso y realiza algo que es insólito para alguien de su condición: se interesa por el Otro.

Pero ¿quién es el Otro?, se preguntaría Foucault. El Otro es lo que permanece invisible, lo impensable, lo que nos aterra y queremos ocultar. El Otro nos molesta porque nos recuerda quiénes somos. Así, “el propio ‘yo’ es puesto en cuestión por su relación con el Otro”.5

En su misterio, el Otro se vuelve atractivo. Mas el pensamiento moderno ha propiciado los discursos de intolerancia donde lo Otro debe convertirse en lo Mismo.Esto ha generado que todo aquello que sea externo, diferente o extraño sea visto como una amenaza, por lo que el único sentimiento que se puede sentir hacia eso es el odio.

El odio se vuelve una manera para ocultar y negar la existencia del Otro; pero ese odio que experimentan “no es natural, en el sentido de algo innato con respecto a lo cual los individuos no pueden actuar de otro modo, sino que está cínicamente fomentado bien por los individuos en el poder para mantenerse en él, por los individuos que no se hallan en el poder con el fin de obtenerlo”.7 Estos discursos de poder que se colocan detrás de las acciones de los dos grupos lo único que propician es un círculo vicioso donde “el odio aviva la violencia, que aviva el odio por ambas partes, que aviva todavía más la violencia y así sucesivamente”.8  Lo que explica el incremento de atentados, coches bomba y asesinatos que han cobrado cientos de vidas en los últimos años.

Tristemente, a pesar de ser todas vidas humanas, no todas valen lo mismo. Incluso hay algunas que se cree que no valen nada, como aquellas vidas que han perdido su condición humana debido a discapacidades físicas, preferencias sexuales o condiciones económicas y sociales. Incluso dejan de considerarse pérdidas pues han sido negadas de su estado de vida humana, son eliminadas arrastrando esos lazos que se rompen con el Otro. Ejemplo de estas vidas negadas son los cientos de inocentes que han muerto tanto en territorio israelí como palestino a manos de las armas del bando contrario bajo el pretexto de que eran sospechosos por profesar una religión que no tenían “derecho”a practicar, por hablar una lengua diferente y por ocupar un territorio que no les correspondía. Las páginas de los periódicos y las notas en los noticieros rara vez mencionan a los niños, jóvenes, adultos y ancianos que fueron despojados de sus vidas por el simple hecho de ser vistos como una amenaza para los otros.10 Así, la víctima es un concepto que se desplaza dependiendo de qué medio sea el que dé la nota, Al jazeera o CNN, como menciona Butler: “La víctima es un término rápidamente trasplantable, y puede desplazarse de un minuto a otro de un judío atrozmente asesinado en un colectivo por una bomba a un niño palestino atrozmente asesinado por disparos israelíes. Es necesaria una esfera pública en la que ambos tipos de violencia sean una y otra vez cuestionados en nombre de la justicia”.11 

En la película, por ejemplo, tras el cese al fuego comienzan los ataques de las tropas israelíes a los territorios de los refugiados palestinos. En las noticias israelíes sólo se presenta la destrucción por parte de los rebeldes palestinos a los territorios del sur de Israel, pero Naïm le escribe un correo a Tal donde le dice que ella se preocupa por su hermano que está sirviendo a las fuerzas israelíes, mientras que esas mismas fuerzas asesinan a niños inocentes y arrojan bombas a las casas. Así la posición víctima-victimario se vuelve intercambiable.

Una vez más los medios de comunicación juegan un papel importante, pues son ellos los que se encargan de difundir la imagen del Otro, de acuerdo a los intereses que velan. Sin embargo, lejos de propiciar el diálogo, esto lo que provoca es una polaridad de opiniones donde las diferencias se acrecientan más y la solución se vuelve más difícil de alcanzar: “De este modo, los grandes medios omiten importantes diferencias cuando asumen que sólo existen dos posiciones sobre Medio Oriente, adecuadamente descritas por los términos "pro-Israel" y "pro-Palestina". Se dice que la gente sostiene una u otra opinión, y se presume que se trata de opiniones nítidas, internamente homogéneas, no yuxtapuestas. Los términos sugieren que, si uno es "pro-Israel", todo lo que haga Israel está bien, o, si uno es "pro-Palestina", entonces todo lo que haga Palestina está bien. Pero las opiniones políticas reales no caen tan fácilmente dentro de estos dos extremos. Así, se pierden de vista formulaciones políticas más complejas”.12 

Pero la raíz del problema quizá se ubique en que nos hemos enfocado tanto en crear una utopía, que no nos hemos dado cuenta que el territorio que comprende tanto a Israel como a Palestina es una heterotopía, un espacio donde lo Mismo y lo Otro se encuentran. Como lo define Foucault, las utopías son esos lugares maravillosos que consuelan pero que no son reales; son un engaño que permite los discursos como los que la ONU ha promovido durante todos los años del conflicto. Por otra parte, las heterotopías (de hetero = otro y tropos = lugar) son esos espacios donde se establecen múltiples relaciones de significado con otros espacios, aunque no sean perceptibles a primera vista. Estas heterotopías son los espacios de la alteridad, ya que son simultáneamente físicos y mentales y se yuxtaponen unos a otros.13 De esta manera se comprendería por qué es tan importante la tierra en disputa para los dos pueblos, el problema no es el espacio físico sino las relaciones de identidad que las personas han forjado con ella. Sin embargo, una solución a través del reconocimiento de la heterotopía es más complicada que la creación de utopías.

Antes que hablar de una solución al conflicto primero sería necesario aproximarse a él a través de una lectura histórica, es decir, un proceso de análisis que permita ver lo que no se ve, que revele lo Otro. Como diría Foucault: “Porque no se trata de ligar consecuencias, sino de relacionar, y aislar, de analizar, de ajustar y de empalmar contenidos concretos”.14 La lectura histórica otorga otra capacidad de análisis que amplía la mirada, la escucha y la receptividad frente a los estímulos externos, pero también internos. En pocas palabras, una lectura histórica permite ver la(s) otra(s) cara(s) de la moneda. Su aportación va más allá de descubrir quién tiene la razón, eso no le interesa, sino cómo se construyeron esas “verdades” y cómo han ido de boca en boca. No busca soluciones ingenuas donde todos tengan un final feliz, propone acciones reales a través de ver y comprender a lo diferente, a lo heterogéneo, al Otro.

La historia de la humanidad no es continua, sino fragmentaria y se construye por los detalles más pequeños como una botella lanzada al mar o el intercambio de correspondencia entre dos personas. En el fragmento es donde se conoce al sujeto, donde se revela su cualidad humana. Porque los seres humanos, a pesar de poseer los mismos rasgos, no somos iguales, por lo tanto no sirven de nada los discursos homogeneizadores. Lo que importa es quién eres tú y quién soy yo para poder ser nosotros.

Hay que empezar por el reconocimiento y aceptación del Otro para poder ser, como señala Butler: “Porque si tú me confundes a mí, entonces tú ya eres parte de mí, y yo no estoy en ninguna parte sin ti. Sólo puedo reunir un "nosotros" encontrando el camino que me liga a "ti", tratando de traducir pero dándome cuenta de que mi propio lenguaje tiene que quebrarse y ceder si voy a saber quién eres. Eres lo que gano a través de esta desorientación y esta pérdida. Así es como surge lo humano, una y otra vez, como aquello que todavía tenemos que conocer”.15

Lo que se necesita para resolver el conflicto, retomando a Butler, es una salida pacífica del círculo de la violencia. Una salida que implique un reconocimiento propio a través del Otro, una aceptación de la propia vulnerabilidad que lleve a la aceptación del Otro para formar parte de una comunidad. Somos seres sociales y como tales debemos de coexistir, aquello que nos hace diferentes es lo que nos vincula, aquello que reconocemos en el otro es lo que nos hace ser lo que somos.16 

En conclusión, necesitamos hacer lo que Tal: arrojar más botellas al mar para tender puentes hacia lo Otro, hacia las diferencias culturales, religiosas y lingüísticas, puesto que éstas contribuyen a reconocernos a nosotros mismos, pero ante todo revelan al humano.

 

Notas

1.    Utilizo las mayúsculas para referirme al Otro que definió Foucault, y las minúsculas para distinguir del adjetivo que califica a lo que es distinto.
2.    El día 29 de abril, tras nueve meses de conversaciones, israelíes y palestinos dieron por concluido el proceso de negociación. Esto fue debido a que el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no cedió a las condiciones palestinas (liberación de 30 presos palestinos y la renuncia a la expansión colonial) porque la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) firmó un acuerdo con el grupo Hamás para formar un gobierno de unidad entre Gaza y Cisjordania. (“Vence sin acuerdo el plazo para las negociaciones entre Israel y Palestina” El País internacional.elpais.com/internacional/2014/04/29/actualidad/1398787795_886498.html). Sin embargo, el pasado 8 de mayo en el Vaticano se realizó un encuentro de oración por la paz organizado por el Papa Francisco al que asistieron los presidentes de Israel y Palestina, Shimon Peres y Mahmud Abbás, y el Patriarca Ecuménico Bartolomé de Constantinopla, donde cada uno pidió por la paz en Tierra Santa, en el Medio Oriente y en el mundo. (“´Para conseguir la paz se necesita valor’, dijo Francisco a Israel y Palestina” Univision noticias http://noticias.univision.com/article/1981384/2014-06-08/mundo/el-papa-abas-y-peres-rezan-juntos-por-la-paz-en-el-vaticano). A pesar de los discursos a favor de la paz y el diálogo, las acciones militares en la Franja de Gaza dejan entrever que todavía falta para el final del conflicto.
3.    Una botella al mar de Gaza, Dir. Thierry Binisti. Francia-Canadá-Israel. TS Productions-EMA Films- Lama Films, 2010.
4.    Butler, Judith. “Violencia, duelo, política” en Vida precaria, Buenos Aires: Paidós, p. 50, 2006.
5.    Butler, op. cit., p. 49.
6.    Foucault, Michel. “El hombre y sus dobles” en Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas. México: Siglo XXI, 341, 2010.
7.    Sternberg, Robert J. “El problema: El papel del odio en el mundo” en La Naturaleza del odio, Madrid: Espasa, Barcelona: Paidós, p. 13, 2010.
8.    Sternberg, op. cit., p. 19, 2010.
9.    Entrecomillo la palabra derecho para resaltar la ironía que implica el hecho de que la religión debería de ser una decisión libre y voluntaria, pero los conflictos religiosos demuestran lo contrario.
10.    Butler, op. cit., p. 58-62, 2006.
11.    Butler, op. cit., p. 135, 2006.
12.    Butler, Judith. (2006) “La acusación de antisemitismo: Israel, los judíos y el riesgo de la crítica pública” en Vida precaria, Buenos Aires: Paidós, 156.
13.    Foucault, Michel. (2010) “Prefacio” en Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas. México: Siglo XXI, 11.
14.    Foucault, op. cit., 2010, 13.
15.    Butler, op. cit., 2006, 78.
16.    Butler, op. cit., 2006, 72.

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