jueves, 23 de enero de 2014

DALÍ, MÁS VIVO QUE NUNCA, Natividad Pulido (ABC)

Dalí, el mito sigue más vivo que nunca

Aumenta la cotización del pintor en el mercado, sus exposiciones arrasan en todo el mundo y el triángulo daliniano (Figueras, Púbol, Portlligat) batió récord histórico de visitantes en 2013
Dalí, el mito sigue más vivo que nunca
Fue bautizado con tres nombres (Salvador Felipe Jacinto), pero le bastó y le sobró su primer apellido para ser un mito. Hoy se conmemora el 25 aniversario de su muerte. No habrá grandes fastos (apenas se prevé alguna ofrenda floral en su honor). Ya los hubo en 2004, coincidiendo con el centenario de su nacimiento. Montse Aguer, directora del Centro de Estudios Dalinianos de la Fundación Gala-Salvador Dalí y una de las mayores expertas en la obra del pintor, cree que aquella efeméride fue decisiva para aproximar el conocimiento de Dalí a través de exposiciones, publicaciones... «Las exposiciones en el Pompidou de París y el Reina Sofía de Madrid en 2013 han consolidado todavía más ese conocimiento sin prejuicios», advierte Aguer a ABC.
 
Dice, eso sí, que «el primero que nos complicó las cosas fue el propio Dalí, con este personaje que creó y que no le abandonaba nunca. Para nosotros es difícil discernir dónde acaba el personaje. Creo que es una obra más de Dalí». ¿Le ha perjudicado o le ha beneficiado? «Creo que en algún momento le perjudicó más que le ayudó. Al no conocer tanto su obra, su pensamiento, todos nos quedábamos con la imagen más cercana de Dalí: el de la publicidad, el que intervino en algún programa de TV... Pero también hay un Dalí profundo, con un pensamiento propio, original... Es uno de los grandes artistas del siglo XX, con sus contradicciones».
 
La dalimanía que hoy inunda el mercado del arte la fue gestando el artista en una vida larga e intensa, plagada de no pocas luces y sombras. Hijo de un estricto notario de Figueras, creció obsesionado tanto por la figura tiránica del padre, como por las muertes primero de su hermano, que se llamaba como él, Salvador, y al que nunca llegó a conocer, y después de su madre, a la que adoraba. Sabemos todos los detalles de su vida de primera mano, gracias a su autobiografía, «La vida secreta de Salvador Dalí». Ríos de tinta han corrido de su paso por la Residencia de Estudiantes en Madrid, de su amistad con Buñuel y, especialmente, con Lorca. También de su ruptura total con su padre, que lo echó de casa, y de su vida, tras explotar de ira a causa de una obra que consideró un ataque blasfemo a la memoria de su madre difunta: «A veces escupo por placer sobre el retrato de mi madre». Y, por supuesto, de su pasión por Gala, la mujer que arrebató a Paul Éluard y convirtió en musa y esposa. Formaron una extraña pareja.
 
«Cada vez quedan menos sombras en torno a Dalí, porque hemos sabido interpretar sus contradicciones. Pero, al ser de los primeros en cruzar líneas entre alta y baja cultura, quedará ese personaje que no siempre sabemos entender. Quizá Dalí no quiso que lo entendiéramos del todo. Cierta confusión también le gustaba a Dalí», subraya Montse Aguer. Siempre ha pesado en su biografía una cierta simpatía hacia el régimen franquista, lo cual provocó incluso que fuera expulsado del grupo surrealista que él había liderado. «Yo lo asocio un poco con su admiración por Velázquez y su idea del pintor de la Corte -advierte Aguer-. Dalí se exilia a Estados Unidos en 1940, vive allí ocho años. Quiere regresar a Portlligat y se adapta al régimen que hay. Creo que, si hubiera habido otro régimen, él se hubiera adaptado igual. Quería regresar a su paisaje, a su tierra, que era su lugar de inspiración. Acepta, pero creo que no por convicción política, sino por acomodo».
 
 

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