lunes, 13 de enero de 2014

AHUMADA, Jesusa Rodríguez

 
Ahumada*
Jesusa Rodríguez
Negros son los cartones, negro el humor, negra la tinta, negro como el cielo nocturno es este hijo de Tezcatlipoca. Ahumada, no podría llamarse de otra manera el artista de las manos huesudas, del esmog omnipresente y la carcajada fría.
Hijo de Iztlacoliuhqui, el señor del hielo, con su pluma, como cuchillo de pedernal nos abre de tajo cada mañana para sacarnos las tripas y matarnos de risa... o de tristeza.
Mirarse en este espejo ahumado, lleno de premoniciones, donde vemos las muecas del presente, la miseria humana y las sombras del futuro, no es fácil, y sin embargo, gracias al ingenio del dibujante el reflejo de nuestra realidad se torna melancólico. Extraño caso de un monero con alma de poeta, que viaja por la negrura del cosmos porque tiene el alma asociada a la luna y las estrellas.


Los cartones de Ahumada debieran aparecer en un diario nocturno, un periódico de hojas negras y letras blancas, que publicara únicamente noticias de hechiceros y salteadores, oscuros reportajes de muerte, maldad y destrucción, o sea, las mismas que publican los matutinos, pero que, como ocurre en los cartones de Ahumada, las recibiéramos al menos en la oscuridad de nuestro interior y al declinar el día, para no amargarnos tanto.
Aunque pensándolo bien, qué terribles serían nuestros sueños si cada noche abriéramos ese diario negro y nos fuéramos al extraño mundo de los dormidos después de ver semejantes noticias.
Los monos de Ahumada son para los días de eclipse total, para cuando se aparecen los difuntos, son negros y cochambrosos como las sotanas de los curas y las túnicas de los inquisidores oscurantistas, con la diferencia de que estos cartones nos iluminan de tan profundos, como la obsidiana resplandeciente.
Por eso es mejor que estos cartones negros aparezcan de día, recién amaneciendo, a ver si con los rayos de la aurora nos engañamos un poco y soñamos despiertos que el mundo es color de rosa y que Ahumada es sólo un caricaturista.
Cuenta un antiguo mito que Ahumada encendió una hoguera y así, acompañado del viejo Huehuetéotl, ofreció su sacrificio a Tezcatlipoca y encajó en un alambre la realidad nacional, durante toda la noche dio vueltas y vueltas aquella brocheta y amanecieron los políticos tiznados, los líderes charros tiznados, los banqueros tiznados y dicen que todo amaneció carbonizado, hasta la sangre humeante que derramó la conquista se chamuscó, aquellos quinientos coños tan celebrados, donde nos cayó encima la santa madre iglesia junto con la madre patria y pasamos a tiznar a nuestra propia madre.
* Introducción al volumen Lo mejor de Ahumada, publicado en 2007.

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