jueves, 5 de diciembre de 2013

POESíA DE ENRIQUETA OCHOA


P O E S Í A
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Enriqueta Ochoa
(Torreón, 1928)


Los himnos del ciego

I


El que canta es un ciego
con los ojos de faro
y los labios de raíz oscura.
El que canta es un ciego
que se quemó de ver
y nunca percibió
dentro de su cuerpo justo
ni con su luz exacta
el mundo de las cosas.
Sin embargo,
es el ciego maldito
que ve con los ojos de todos los que ven.

II


Sobre la más alta roca del amor
he llorado esta noche,
porque soy,
porque los hombres somos
aherrojado flautín,
mirada ciega,
potencia de una luz encanecida
que podría cantar, contar,
hilar la trama de los siglos.
Porque los hombres somos
la gran mirada que dejó oculta el Señor,
grávida como el embrión.
Hay que saber crecer calladamente.
Pero revientan ya los brotes.
Hay un rumor secreto de azúcar fermentando,
una dilatación,
un vencimiento,
un estallido de todas las suturas del espacio.
Échanos a tu hoguera
en la revuelta de esta hora sombría:
la yesca de nuestros labios arderá,
y acaso alguna chispa salte como astro
alumbrando la noche.



Asaltos a la memoria

III


A la bisabuela le peinaban las trenzas con los dedos.
Vivió 110 años.
Lúcida, su cuerpo fue achicándose.
Nunca desmereció la mata de su pelo inmaculado
que crecía en abundancia
                                colgando en largas trenzas.
Una mañana rechazó la bandeja de panecillos
y el chocolate espumoso.
Pequeñita, se ovilló en el silencio
“La virgen me envolvió en un vapor azul,
me trajo el desayuno”,
dijo antes de bajar a esconderse
en los íntimos pliegues de la tierra.



Este ir y venir

¿Para qué este ir y venir?
Quién sabe en qué rincón se encontrará la aurora
y qué idiota o qué santo
nos vaciará un día equis la cabeza.
Y el sueño de un buen Dios
Y la tiniebla
se borrarán de golpe
el entrar a ese ojo que nos acecha fijo
y al que nos vamos todos
a la señal de un tiempo.

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