Era mi cumpleaños. No es que el hecho sea relevante per se, pero lo es para comenzar esta historia. La semana pasada cumplí años.

Si han leído esta columna más de una vez, sabrán que soy dada a los gestos dramáticos y significativos, como si estuviera metida en una serie de televisión de la que soy la única espectadora (bueno, ustedes ven episodios seleccionados). Los cumpleaños son mi season finale.

Mi gesto dramático de este año tenía que ser literario. Decidí comenzar a leer a Elena Garro. ¿Por qué? Me la recomendó alguien cuya opinión respeto mucho, pero la verdadera razón: just for the lulz. Es decir, nunca la he leído, pero conozco los suficientes detalles pintorescos para estar intrigada: la activista agraria de abrigo y collar de perlas; la amante de los gatos peleada con Toda la Clase Intelectual Mexicana en Pleno, esa panda de malandrines solemnes.

Dicen que traicionó a mucha gente, que se vendió al poder en 1968. Hasta de espía la tachan por ciertos documentos revelados en 2006. Pocos le han perdonado eso. Está bien visto burlarse de los trajes Dior de la Garro agrarista, mientras que a la otra Elena (Poniatowska) nadie la critica por ser una izquierdista Chanel, so pena de ser tildado de reaccionario. Dos escritoras ricas con conciencia social, pero una es ridícula y la otra no”.

Fascinante, ¿no? Si eso no bastase, está el matrimonio difícil con Octavio Paz. “No, Elena es tremenda”, dicen que repetía Paz con su voz tipluda, para explicar por qué era menester mantenerla lejos. Ha de haber sido un matrimonio de poder a poder y tengo la sensación de que Garro le ganaba las discusiones a don Octavio.

¡Y lo de don Adolfo “el todas-mías” Bioy Casares! Elena Garro fue la mujer que le pudo al dandi argentino. Qué vulgar eso de enamorarse, decía Bioy. Pero de Garro sí que se enamoró, ahí están las cartas para probarlo. En 1951, Bioy sustrajo de la casa parisina de los Paz Garro un zapato (no se sabe si derecho o izquierdo pero seguramente caro y de tacón) y el pasaporte de Elena.

Luego devolvió el pasaporte; el zapato se lo quedó como prueba de una pasión sofisticada y no ajena a la perversión.

Miren, estamos hablando de material de leyenda. Todo esto está afuera de la literatura y claramente Garro no es ninguna heroína.

Pero tenemos intelectuales tan aburridos que esta mujer no puede ser ignorada. Si no es buena escritora, al menos será rara. Así que emprendí el quest for Elena Garro en mi cumpleaños.

Soy dada al dramatismo, pero también soy una burguesa. Hablé por teléfono a la Gandhi para apartar un ejemplar de Los recueros del porvenir, la obra más famosa de Garro. No la tenían. La edición está agotada y sin fecha para ser resurtida, pero ellos me avisan por mail cuando la tengan (ajá). ¿No la quiero en e-book? Nomás hay que comprar el —muy feo y muy caro— aparatejo lector de Gandhi. No. Colgué con un dramático gesto burgués.

En El Sótano pasó lo mismo, pero ellos me colgaron a mí. En las librerías FCE tienen las obras recogidas de Garro en tres tomos, producto de aquella época en que Consuelo Sáizar se empeñó en sacar las obras completas de todo mundo. Admirable esfuerzo, señora Sáizar, pero le diré algo: los tomos de obras completas sirven para desnucar enemigos, no para leer. Tomé un tomo de las obras recogidas de Garro (el de los cuentos): se me cansaron las muñecas. No tengo enemigos, así que no lo compré.

La esperanza vive en Donceles, me dije. Las librerías de viejo de Donceles nunca me han fallado, ni con El libro de la selva, best-seller del circuito que hay que apartar con antelación (¿hay un millonario obsesionado con Kipling en el DF? ¿Por qué las ediciones viejas de El libro de la selva se agotan? ¿Es un ritual de los boy scouts?).

Recorrí 10 librerías de Donceles. Con cada visita crecía mi desconcierto. En la sexta: “Nooo, señorita, de Elena Garro no va a hallar nada”. En la octava: “Uy, si acaso cada tres o cuatro meses nos llega algo”. Novena: “Se lo consi… Mire, la verdad ese no se puede conseguir. Pero acá tengo El libro de la selva”.

A la décima librería entré con más curiosidad que esperanza. Fue como hallar al olinguito: tenían obras de Garro; es más, Garro tenía su propia etiqueta de masking tape en el estante de novelas mexicanas.

Dos ejemplares de la misma obra. No era Los recuerdos del porvenir, sino Testimonios sobre Mariana, dos ediciones distintas. Me llevé la primera edición mexicana de Grijalbo. Testimonios sobre Mariana no es la novela más famosa de Garro y de ella se tiraron 10,000 ejemplares, según indica mi librito. Los recuerdos del porvenir tuvo varias ediciones de, imagino, miles de unidades. ¿Dónde están?

¿Dónde están todas las obras de Garro? Me dicen que me alarmo por nada, que en nuestro torpe mundo editorial obras y autores desaparecen con frecuencia. ¿Pero alguien tan notable como Elena Garro?

Encontré Los recuerdos del porvenir en iTunes. O brave new world, Garro estrena mi iPad. ¿Saben qué es lo mejor? La novela está muy buena. Luego les cuento, quiero seguir leyendo.