domingo, 28 de julio de 2013

BUÑUEL, CORTAZAR Y LA VENGANZA DE GALDÓS, Ricardo Bada

Buñuel, Cortázar
y la venganza de Galdós

Ilustración de Juan Puga
Ricardo Bada
La primera mención de Luis Buñuel a lo largo de las 3 mil 37 páginas de los cinco volúmenes de Julio Cortázar. Cartas (en la edición a cargo de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga, Alfaguara, Buenos Aires 2012) se encuentra en una a José Bianco, redactor jefe de Sur, desde París, 7/I/1952, y en ella le platica de un texto acerca de Los olvidados que le había entregado a Victoria Ocampo y que Surpublicaría en el número doble de marzo/abril.
Siempre desde París, como en todas las demás citas menos una, el 10/VII/1962 le escribe al director de cine argentino Manuel Antín: “Hace dos horas vi El ángel exterminador, y estoy de vuelta en casa, y todo, absolutamente todo, me da vueltas, y te estoy escribiendo con una especie de pulpo que va y viene y me arranca las palabras con las patas y las escribe por su cuenta, y todo es increíblemente hermoso y atroz y entre rojo y mujer y una especie de total locura, Manuel, exactamente como lo quiere Luis Buñuel, ese enorme hijo de puta al que estoy apretando en este momento contra mí.”
A Francisco Porrúa, su editor en Sudamericana, le anuncia en confidencia, el 8/X/1962, que “Buñuel quiere hacer un tríptico con ‘Gradiva’ de Jensen; ‘Aura’ de Carlos Fuentes, y ‘Las ménades’ de J. C. Acabo de saberlo por carta de Fuentes, que me anuncia desde México que Buñuel está entusiasmado con la idea de filmar a varias señoras devorando directores de orquesta [...] Aparte de que me emociona la idea, en el fondo encuentro que hay una cierta justicia poética, porque me he pasado la vida jurando por L’age d’or, y hasta mandando a Surillo tempore, una reseña entusiasta de Los olvidados. Aquí, en París, hace dos meses, vi El ángel exterminador, que me pareció un monumento increíble, una de esas películas que sólo un cronopio como ese monstruo es capaz de hacer. ¿La han dado por allá? Lo dudo, por razones obvias, pero si te enterás de que se la puede ver en Montevideo, llegá al cine aunque sea a nado.”
La edad de oro –según le dice a Manuel Antín el 14/X/1962– me parece algo así como el libro del Génesis del cine. No es del todo injusto, pues, que a Buñuel le haya gustado mi cuento.”
Por fin, en noviembre del ’62 Luis Buñuel le escribe proponiéndole filmar “Las ménades” y preguntándole cuánto quiere cobrar por los derechos. El día 30 Cortázar le contesta: “Admiro enormemente a Bergman, a Resnais, a Truffaut, pero en el cine que usted hace hay siempre ese agujero vertiginoso en la realidad, ese asomo a otra cosa que en último término es la única cosa que cuenta para los poetas. Por todo eso usted es una de las pocas razones por las que estoy contento de haber vivido en este tiempo.” Y le pide cuatro mil dólares por los derechos.
A los diez días le cuenta a Manuel Antín: “Hasta hoy, silencio cavernoso, pero puede ser que don Luis salga del síncope y me conteste”; y luego el 6/I/1963: “Buñuel vino a París y nos encontramos en un café. Naturalmente, es un cronopio descomunal. Lo primero que me dijo es que había hecho bien en pedir cuatro mil dólares, y que no aflojara un centavo por debajo de los tres mil. Agregó que se iba a México a preparar el guión y que filmaría en España en el mes de junio.”
Sólo que cinco meses después, el 13/vi/63, le escribe a Antón Arrufat, quien pensaba editar Aura en Cuba: “¿Sabes que Luis Buñuel quería hacer una película con ese cuento, uno mío y otro de Jensen? Creo que los productores se aterraron tanto que le negaron el dinero, con lo cual nos quedamos todos colgados.”
Es algo que le confirma el 30/vii/1963 a Manuel Antín: “Por aquí pasó Carlos Fuentes [...] y me dijo que ha habido un problema de finanzas en España, y que Buñuel se ha decidido a empezar por una adaptación de una novela de Galdós; pero agregó que después filmará lo nuestro.”
Cuatro meses después parece haber habido novedades, no rastreables en el epistolario, porque el 20/XI/1963 le explica a Francisco Porrúa: “Parece que esta vez va de veras que Buñuel va a hacer cine con ‘Las ménades’ [...] La cosa es así: la censura española le bochó a Buñuel una serie de ideas, y el hombre acabó filmando en Francia una nueva versión de Mémoires d’une femme de chambre, para consolarse. Pero el otro día me vino a ver el productor español y me dijo que Buñuel se limitaría a ‘Las ménades’, puesto que la censura española no había visto inconveniente en que un público entusiasta masacre a un director de orquesta a y sus músicos. Che, por suerte no puse ningún obispo en ese cuento...”
Pasan casi cinco años hasta la siguiente mención, en una carta a Guillermo Cabrera Infante fechada en su retiro de Saignon, el 6/IX/1968: “Desde aquella lejana vez en que Buñuel quiso filmar ‘Las ménades‘, un cuentecito mío, y la cosa falló por líos en España, me he quedado con la nostalgia de un filme en que los dos hubiéramos colaborado en la tarea de desmoralizar al respetable.”
Y la última vez también casi el mismo tiempo más tarde, al decirle el 14/V/1973 a Antonio Planells, autor de un ensayo sobre ‘Las ménades‘: “Luis Buñuel me escribió hace más de quince años [en realidad sólo diez años y medio], con la intención de hacer un sketch en una película que contendría otros episodios. Estaba entusiasmado con la idea, y naturalmente dispuesto a dar rienda suelta a un sadismo delirante en las últimas secuencias. Los censores españoles, según parece, eran menos sádicos que nosotros, y no hubo película [en realidad el problema parece no haber sido de censura]. Lástima, ¿no?”
Sólo me resta añadir el comentario de Carles Álvarez cuando le hablé de mi nueva excursión por la correspondencia del Gran Cronopio: “Lo realmente gracioso, y te lo regalo por si no caíste en la cuenta, es que cuando Buñuel debe desistir del filme de Cortázar, se pone a filmar uno sobre una novela de Galdós, al cual Julio había insultado gravemente (para los galdosianos, se entiende) en su último libro, Rayuela... O sea, que Galdós se vengó post mortem siendo el guionista del filme de Buñuel que no pudo tener a Julio como tal. Venga Oscar Wilde y ponga la rúbrica a modo de moraleja.”

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