domingo, 12 de mayo de 2013

REFLEXIONES CÓMICAS, Hugo Gutiérrez Vega


Hugo Gutiérrez Vega
Reflexiones cómicas
Revisando papeles viejos, fotos amarillentas, programas de mano y recortes de prensa, me encontré una serie de reseñas escritas en distintas ciudades de la República, sobre presentaciones del grupo teatral llamado Cómicos de la Legua de la Universidad Autónoma de Querétaro. Me precio de ser el fundador del grupo, pero prefiero hablar del equipo que inició, mantuvo y sigue manteniendo una aventura artística, espiritual y cívica que se inició el mes de septiembre de 1959, en el atrio de la prodigiosa iglesia queretana de Santa Rosa de Viterbo, ejemplo del barroco más excéntrico y de un eclecticismo arquitectónico que reúne elementos moriscos con decoraciones de iglesias de Europa Central. El audaz y talentoso Mariano de las Casas fue el constructor de la iglesia que adorna sus botareles con las máscaras que le sacan la lengua a los alarifes críticos de los “excesos” innovadores del maestro Mariano que estaba ya en la mira de la malvada Inquisición.
El proyecto teatral se basaba fundamentalmente en La Barraca de Federico García Lorca y en las Misiones Populares de Cosío y de Casona, grupos que llevaron a pueblos, barrios de ciudades populosas, patios de fábricas, aulas de escuelas rurales y teatros de provincia, un repertorio compuesto por pasos, entremeses, loas y jácaras del teatro nacional de España. Representaban, además, adaptaciones de textos clásicos y algunos autos sacramentales. Enrique Ruelas y sus entremeses cervantinos de Guanajuato también influyeron en nuestros planes, pero pensamos sobre todo en la filosofía del Proletkult que iluminó de arte libre y verdadero los primeros años de la Unión Soviética. Malevich, el genial pintor del cuadro titulado Blanco sobre blanco, inauguró la pintura moderna; Eisenstein, Pudovkin, Dziga Vertov y su Kino Pravda dieron un aliento nuevo al cine y, gracias a Lunacharsky, comisario de Instrucción Pública del primer gobierno de Lenin, se apoyaron los experimentos del siempre joven Stanislavsky, Tairov, Vajtangov y, sobre todo, de Meyerhold. La vida cultural soviética de los primeros años fue una fiesta de libertad y de imaginación en la que destacaban artistas como Maiakovsky y Bulgakov. Para nuestra desgracia, Stalin y su alicuije, Dzanov, decretaron el realismo socialista, establecieron el arte programado y señalaron dos posibles caminos a los creadores: la sumisión y, por lo tanto, la aceptación de un programa banal y repetitivo (una especie de Televisa rojiza), o la amena Siberia del Gulag, en donde murieron muchos millones de insumisos. Ojalá que los estudiosos de la cultura y su difusión hagan hincapié en la tarea libre y respetuosa de la imaginación encabezada por Lunacharski (autor de una excelente obra sobre Cromwell) y la distingan drásticamente de los horrores decretados por el realismo socialista de Stalin-Dzanov.
A la distancia y desde la ya muy limitada perspectiva (ando cerca de los ochenta) memoriosa, destaco algunos momentos de la vida de los Cómicos, sobre todo de su relación con el repertorio teatral y con el público de obreros, artesanos, campesinos, escolares, que el grupo visitaba en sus ejidos, fábricas y escuelas, o convocaba para que se reunieran en los atrios de los templos o en la sede principal, el atrio de Santa Rosa. Ennumeraré esos momentos inolvidables:
  1. La escenificación del Cántico Espiritual, de San Juan de la Cruz, alfa y omega de nuestra poesía en el atrio de Santa Rosa (los niños del barrio se lo sabían de memoria).
  2. La recuperación de la farsa francesa de la Edad Media, Micer Patelin y el Alka Seltzer devorado por el excelente actor, Ignacio Frías, para hacer más real la escena de la locura fingida. Reseña este hecho el novelista chileno Manuel Rojas en su libro Pasé por México un día.
  3. La puesta es escena de La cantante calva, de Ionesco, obra del absurdo que trata de la disolución del lenguaje, en el Teatro de la República, lugar en el que se derramó tanto lenguaje. Ionesco visitó unos años más tarde Querétaro, ya que quería conocer el sitio parlamentario en donde la cantante calva se siguió peinando de la misma manera. Confesó que su sueño era que su obra se pusiera en el Parlamento de Bucarest.
  4. La fidelidad de los actuales Cómicos a una tradición ya unida a la vida social de Querétaro y la idea de que la tradición no es una lápida sino un capitel.

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