domingo, 19 de mayo de 2013

CHICO BUARQUE, EL BOB DYLAN BRASILEIRO


Foto: EFE Ciudad de México, 19 may (SinEmbargo).- 
Pocos artistas gozan de la admiración unánime en su país de origen como Chico Buarque, una figura central en la música contemporánea brasileña y sin duda uno de los escritores más interesantes de aquel país en estos tiempos. Llamado a menudo, sobre todo por la prensa anglosajona que necesita enmarcarlo en paradigmas que pueda reconocer fácilmente su público, “El Bob Dylan de Brasil”,  el célebre cantautor deslumbro en 2011 con su novela Leche derramada, que se encuentra disponible en nuestro país gracias a los buenos oficios de Océano, distribuidora de la editorial Salamandra, su editora en español. “Con esta novela, Chico Buarque se revela como uno de los grandes escritores de Brasil”, dijo la prensa de aquel país. La vida pasada del anciano Eulálio Montenegro d’Assumpçao se hace presente a través de la prosa imaginativa y sensual de quien ha escrito canciones bellísimas y de enorme carga poética, como “Construcción”, “Cáliz” y “Bárbara”, sólo por nombrar algunas de un vasto territorio de tonadas inolvidables. Artista de la disidencia política en los ’60 y ’70, junto a Caetano Veloso y Gilberto Gil, construyó un perfil de creador comprometido con su tiempo que lo ha traído hasta el tercer milenio como un verdadero tótem de la cultura brasileña, venerado no sólo por haber estado en el lado correcto de la historia de su país, sino por también haber influido en dicho proceso a varias generaciones de músicos populares. Hombre fino, elegante, fanático del futbol, dueño de una timidez legendaria, Chico ha encauzado su creatividad a la escritura literaria, un terreno al que ingresó con fuerza, una voz propia y con la firme voluntad de permanecer. 

LOS OJOS AZULES Y LA VOZ METÁLICA Nacido en el seno de una familia intelectual y acomodada como Francisco Buarque de Hollanda, el 19 de junio de 1944 en Río de Janeiro. El narrador Leche derramada (que evoca al anciano de Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez) es Eulálio Montenegro d’Assumpção, que cuenta su historia desde una cama un hospital hacinado. No está claro si alguien presta atención a su relato. A veces se dirige a su enfermera, otras a su hija mayor, a menudo a su madre muerta hace mucho tiempo. Su falta de fiabilidad como narrador se establece a partir de la primera página, cuando invita a su enfermera que se case con él, describiéndole lo que puede ofrecer: un rancho en las afueras de la ciudad, una mansión en el carioca barrio Botafogo y señales de la riqueza heredada mediante palabras como encaje, cristal, plata y joyas. Foto: Especial A través de la repetición de imágenes y recuerdos, emerge la historia de la decadencia centenaria de Eulálio. Nacido en una familia de clase alta blanca que hablaba en francés en lugar de portugués, cuyos siervos eran descendientes de esclavos y que habían fijado a fuego entre la familia  las ideas de pureza racial y el comportamiento social, que Eulálio adopta con naturalidad en la adultez. A medida que pasa el tiempo, Eulálio pierde su fortuna. Su negocio como un traficante de armas se ve socavada por su excesiva dependencia de las relaciones familiares. Uno a uno sus activos desaparecen. Las sucesivas generaciones de Eulálios ilustran la historia de la historia reciente de Brasil. Su hija, Maria Eulália, termina convertida al cristianismo evangélico. Su hijo se convierte en un comunista que muere encarcelado por la dictadura militar. Su bisnieto se convierte en un traficante de drogas cuya novia tiene tatuajes y un anillo en el ombligo. Al final del libro, la caída incesante e inevitable de la familia hacia la marginalidad social se ha vuelto clara. Para el autor, el esclavo descendiente de los africanos y el opresor descendiente de los portugueses constituyen categorías obsoletas de la tan mentada identidad brasileña. Al igual que en los Estados Unidos, la experiencia histórica de la desigualdad racial desaparecieron en pos de la multiculturalidad del presente. No sirve de nada llorar sobre la leche derramada. El hombre de ojos azules y voz metálica, siempre vestido de forma sencilla y elegante, se considera un aficionado tanto a las músicas como a las letras. “No soy un profesional, pero de alguna manera logré salirme con la mía”, dijo al periódico The Guardian en 2004, cuando cumplió 60 años. La modestia es uno de sus rasgos principales, además de la ya mencionada timidez. Autor de Budapest, la historia de un escritor fantasma, siempre ha tratado de observar más que exponerse, lo que no ha impedido ser considerado en Brasil un verdadero tesoro nacional. Sus letras se estudian en las escuelas y sus temas se cantan en todo el país. En 2003, su novela Benjamin, de la que llegó a vender medio millón de copias, sólo en Brasil, fue llevada al cine en parte gracias al fervor del bahiano Caetano Veloso, quien le habló por primera vez de la historia a la cineasta Monique Gardenberg. Foto: Especial “¿Sabías que hay un libro de Chico (Buarque) que considero increíble y súper cinematográfico?”, dijo Caetano a Monique. Para convencerla, Veloso relató la escena en la que el protagonista entra en un baño, encuentra un cigarrillo con huellas de pintura labial y sale en busca de la mujer que lo fumaba. “Él (Caetano Veloso) sólo me contó esa escena. Fue suficiente para motivarme a comprar el libro y leerlo en un día. Dos días después estaba loca por el filme”, dijo la cineasta brasileña, de 45 años, citada por la agencia EFE. Desde 2011, Chico Buarque difunde toda su obra a través de la web del Instituto Tom Jobim. En concreto es posible consultar 1.044 imágenes, 7.916 letras y partituras, y 26.152 textos, entre cuadernos, documentos personales, reportajes periodísticos, guiones de cines, obras de teatro y correspondencia. Pero sobre todo, están disponibles unos 600 archivos de audio y video con toda la discografía del músico brasileño. 
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