martes, 26 de febrero de 2013

¿QUIÉN ES FLORENCIA ABBATE?


Florencia Abbate leyendo poesía

Biografía
Florencia Abbate nació en buenos Aires en 1976. Poeta, narradora y periodista.
Libros publicados: Puntos de fuga (1996), Él, ella, ¿ella? Apuntes sobre transexualidad masculina (1998), Los transparentes (2000), Deleuze para principiantes (2001); Shhh. Lamentables documentos (2002); Neptuno, Zorra Poesía, (2005).

Fuente: Los poetas interiores (Una muestra de la nueva poesía Argentina) - Selección y prólogo de Rodrigo Galarza - Amargord Ediciones - 2005

FLORENCIA ABBATE, POESÍA


MARTES, 26 DE FEBRERO DE 2013

Florencia Abbate, poesía


Masao Yamamoto - Primavera
II

una canoa naufragada
una vaca, cuando anochece
un palestino cuya tierra
lo huyó bien lejos

así me aprieta y no sé de donde viene
esta soledad…

frente a la casa barrida el recuerdo
tironea

el paisaje se abstiene de mi cuerpo

su armonía parece espectral
un trazo en las olas

ni el agua disuelve la sal
ni vuelve la canción
la almohada es piedra

fotos perdidas en la escarcha

y sigo afuera
como adentro de un tronco bueno.

VI

el miedo es un murmullo
transcurre sobre música vieja

un avión a través de la ventana
pasó dejando atrás el invierno

pediste que fuera bailarina
o sepulturera

alamedas en fuga
mis huellas de crin incendiada

ahora un silencio pica piedra
bajo otro paladar

en secreto
los espejos se vuelven más pálidos

la copa, la sombra de la copa
¿cuánto temblor de la memoria
soporta el pelo?

ajada pero sin sonar ha roto

entre los dientes del peine, queda
lo que vuela…

X

parte de la que fui se apaga
con el remo que dejo caer
por el camino
encuentro lo que desertaba en mí

la luz
            viene de abajo

temblor
placer y pánico

despunta otra voz y el espacio
se inunda de trazos…

yo no hago pie donde renazco
ante la luna, en ideogramas
una actriz en estrenos simultáneos
un gato al revés.

De Neptuno

FLORENCIA ABBATE, POESÍA


MARTES, 26 DE FEBRERO DE 2013

Florencia Abbate, poesía


Masao Yamamoto - Primavera
II

una canoa naufragada
una vaca, cuando anochece
un palestino cuya tierra
lo huyó bien lejos

así me aprieta y no sé de donde viene
esta soledad…

frente a la casa barrida el recuerdo
tironea

el paisaje se abstiene de mi cuerpo

su armonía parece espectral
un trazo en las olas

ni el agua disuelve la sal
ni vuelve la canción
la almohada es piedra

fotos perdidas en la escarcha

y sigo afuera
como adentro de un tronco bueno.

VI

el miedo es un murmullo
transcurre sobre música vieja

un avión a través de la ventana
pasó dejando atrás el invierno

pediste que fuera bailarina
o sepulturera

alamedas en fuga
mis huellas de crin incendiada

ahora un silencio pica piedra
bajo otro paladar

en secreto
los espejos se vuelven más pálidos

la copa, la sombra de la copa
¿cuánto temblor de la memoria
soporta el pelo?

ajada pero sin sonar ha roto

entre los dientes del peine, queda
lo que vuela…

X

parte de la que fui se apaga
con el remo que dejo caer
por el camino
encuentro lo que desertaba en mí

la luz
            viene de abajo

temblor
placer y pánico

despunta otra voz y el espacio
se inunda de trazos…

yo no hago pie donde renazco
ante la luna, en ideogramas
una actriz en estrenos simultáneos
un gato al revés.

De Neptuno

JOSÉ DE LOS CUBANOS, Mario Vides

The Beatles con Ed Sulliva (versión original)

SI ALGUNA VEZ..., Laly Zayas


Si alguna vez...



Si alguna vez
te sientes solo y me necesitas
más que a nadie, más que a nada...
Si alguna vez
necesitas más que nunca
de mis ojos su mirada...
Si alguna vez pensar en mí
hace que te duela
profundamente el alma
y tu cuerpo grita a gritos
cada día que me extraña...

No digas nada...
mírame y calla...
recuerda la imágen
de mi rostro y de mi cuerpo
que en tu interior llevas grabada.


Si alguna vez al pasar
recuerdas nuestras miradas
y no olvidas esos destellos de amor
iluminando nuestras caras...
Si alguna vez, porque sí,
ves ese brillo de mis ojos
reflejado en las montañas
y en el silencio de la noche
aún recuerdas mis palabras
creyendo escuchar
el murmullo de mi voz
diciéndote que te ama...


No digas nada...
mírame y calla...
es la voz de mi corazón
que aunque no quiera...te llama.


Si alguna vez
antes de dormir crees percibir
a mis brazos que te abrazan
o la ternura de mis manos
acariciándote la espalda,
si necesitas de mis besos
al despertar cada mañana...


No digas nada...
mírame y calla...
yo estoy allí porque mi piel
también te extraña...


Y si alguna vez
deseas continuar con ese escrito
cuya historia aún no ha sido terminada
y deseas retomar aquella historia
de esa princesa
que aún no ha sido rescatada...


No digas nada...
mírame y calla...
aquí estaré esperándote
con una pluma y mil palabras,
para que el príncipe
al fín pueda rescatar
a su princesa amada
y quien sabe,
alguna vez,
podramos leer nuestra historia
felizmente terminada...


Laly Zayas.


Todos los derechos reservados
Expte 267.778
República Argentina

DÉCIMA AL NATALICIO DE VICTOR HUGO, Benjamín Cortés Valadez


Víctor Hugo, de tu geniohemos seguido el afán,admirado a Jean ValJeanpor poco más de un centenio,y al mirar en el prosceniocondiciones lamentablesy con impunes culpables,muy seguido te leemos;es coincidente en extremoscon lo real tus miserables.

lunes, 25 de febrero de 2013

POLÍTICA=SACO PESTILENTE, Xavier Velasco



“LA POLÍTICA ES UN SACO PESTILENTE EN EL QUE NO EXISTE EL FINAL FELIZ…”: XAVIER VELASCO

Xavier Velasco (Ciudad de México, 1964) vuelve a la carga. Y esta vez con un texto 100% autobiográfico para el que ha tenido que echar la vista atrás varias décadas. Volver a La edad de la punzada o del pavo le ha servido para recordar la época de los amores con acné y de las primeras canalladas, esa en la que uno es un "bicho raro" y aún un "adulto virtual". Pero también para retomar parte del espíritu adolescente que le hace a uno tener un "ánimo inigualable de vivir" y una capacidad para sobreponerse "en diez minutos" de cualquier fatalidad.
El resultado ha sido un texto sanador, "una obra para la supervivencia", en el que de nuevo rinde homenaje a sus personajes predilectos: los inadaptados, los pícaros o rebeldes, que nadan a contracorriente y se atreven a cambiar, si es preciso, el rumbo de su propia historia.
Con La edad de la punzada(Alfaguara) ha vuelto a los 14 años. ¿Por qué escribir una novela centrada en la adolescencia?
Mucha gente prefiere olvidar esta etapa pero yo creo que hacer eso es una gran pérdida. Es una etapa muy rica, de gran intensidad... una auténtica mina... aunque llena de vergüenzas. Me había prometido contar esa etapa. Llevaba mucho tiempo esperando para escribirla y al final me atreví. Y eso que no fue fácil porque lo que he hecho ha sido contar las cosas tal cual, sin maquillarlas ni disfrazarlas.
¿Ha aprendido algo después de revisar aquellos años?
He recordado que uno trata de sumarse a la normalidad desde niño... Trata y consigue a la vez lo que puede para que le inviten a las fiestas, a los cumpleaños... pero al final esa estrategia es una estrategia conservadora. Y yo, cada vez que trato de intentar ser normal, de seguir la estrategia conservadora y seguir el "librito", me sale mal. Tengo que seguir mi propio camino porque... si no, me estrello. Además de eso, me ha permitido ahorrar mucho dinero en psicoterapias (risas).
¿Qué tiene la adolescencia que no tiene la infancia?
El adolescente tiene mucha más libertad, tiene más margen de maniobra... es virtualmente un adulto, que empieza a encontrar una manera de abrazar la vida.
El escritor suele volver a la infancia para explicarse, para reconocerse... pero yo ya escribí una novela sobre ella. La infancia es más literaria. Cuando se narra hay mucha invención, mucha deformación y se escribe un poco a ciegas.
¿Ha sido difícil volver a meterse en la piel de un chaval de 14 años? ¿Cómo fue el proceso de escritura?
No. En realidad, tenía la novela escrita en la cabeza. Cuando me dispuse a escribirla, empecé a escuchar la música de entonces a volver a imaginarme para encontrar la rabia de aquellos días... pero a los dos meses ocurrió un incidente... perdí a mi mamá, así que la detuve. Finalmente, volví a recobrarla a los meses y surgió una novela que me ayudó a sobrevivir.
Dicen que los negros escribían blues no porque quisieran divertirse sino porque eran esclavos y tenían que sobrevivir.... Algo así me pasó a mí. Y creo que fue un momento muy luminoso porque lo que escribes para sobrevivir al final cobra una fuerza especial.
El protagonista siente mucha insatisfacción y una necesidad constante de que los demás lo acepten... hay muchos momentos de infelicidad. ¿La felicidad no inspira?
Realmente no creo que fuera una época tan mala. Es cierto que hay muchos claroscuros... pero también en esa época, el ánimo de vivir es inigualable y uno tiene una gran capacidad para dejar atrás lo que es malo y volver a reírse diez minutos después. Yo era muy infeliz en la Secundaria pero me reía muchísimo.
Además, hay otras cosas que son irrepetibles... El amor, por ejemplo, era mucho más interesante que todo lo malo que pudiera pasar. Superabas cualquier sinsabor porque en ese momento uno está completamente seguro de que lo que vendrá después será mejor.
¿No le ha preocupado desnudarse ni lo que piensen de usted?
Lo que imaginen de mí no me preocupa, me preocupa solo la novela. Tampoco me tengo por un hombre probo, que no cometió malandrajes... Si quieren jugar con mi persona, denostarla... con gusto. Yo soy un novelista no un autopromotor.
¿Tuvo esta novela un efecto catártico?
Mucho. Pasé unos meses casi épicos.... muy duros. Pero dieron paso a una experiencia enormemente gratificante. Podría decir que con la muerte de mi madre, perdí mi lugar en el mundo y este libro me lo regresó.
En su novela Diablo Guardián (Premio Alfaguara Novela 2003) ya contaba la historia de alguien que no se adapta al sistema. Parece que le interesan los personajes díscolos, los que burlan la ley y nadan a contracorriente. ¿Por qué?
Fatalmente, sí. Siento debilidad por los pícaros, quizá por afinidad. Me divierten, no lo puedo evitar. Desde el Lazarillo hasta aquí... formo parte de ella. Me encantan los personajes que imponen sus propias leyes y desafían "el librito".
¿Es más fácil escribir sobre ellos que hacer literatura de las vidas ordinarias?
Lo que importa es tanto que el personaje es ordinario o extraordinario sino que el punto de vista no sea ordinario. Si tengo como personaje a una persona normal, necesito que el narrador sea un perturbado.
¿Y cree que en la actualidad hay plumas extraordinarias? ¿Qué opina del panorama literario actual?
Me gusta mucho lo que está pasando en México en este momento. Lo que hacen Enrique Serna o Élmer Mendoza, por ejemplo. No me pierdo un libro de Javier Marías, Javier Cercas, Rosa Montero, ni de Arturo Pérez-Reverte.
Y sin embargo, dice que no se siente próximo a ninguna corriente literaria. ¿Por qué?
No me quiero sentir próximo a una corriente literaria ni generar expectativas que luego no pueda cumplir. Me molesta la idea de encasillarme. Quiero tener la libertad de contradecirme y de ser mañana aquello que dije que nunca iba a ser.
Jorge Edwards decía hace poco que los autores hispanos son mucho más pudorosos a la hora contar sus miserias que los anglosajones. ¿Está de acuerdo?
Yo me pregunto si no tendrá que ver con el estatus de estatua de algunos escritores. A mí me importa un pepino lo que pueda pensar el ámbito literario. No participo. Soy un tipo que escribe literatura y no creo que deba dar una imagen concreta de mí.
Hay un gran conservadurismo en esas actitudes. Un miedo a abrirse y a mostrar los sentimientos... Esas personas son intelectuales orgánicos que no viven de los lectores sino del Estado y que son un poco políticos en el fondo.
Hablando de política... ¿Qué opinión le merece?
Hay entramos en un territorio lleno de porquería. Si tuviera que definirme diría que soy un anticomunista de izquierdas, lo cual creo que no me acerca a mucha gente (risas). Pero la verdad es que no me preocupa. Veo con mucho desdén la política. Desde muy pronto aprendí a taparme la nariz con este tema. Despierta muchos sentimientos y no necesariamente los mejores y nunca nos vamos a quedar satisfechos con ella. La política es un territorio repleto de serviles y mentirosos... un seco pestilente en el que el final feliz no existe.
¿También en México? ¿Cree que la democracia está más dañada en México que en otros países?
No. En México tratamos de perfeccionar una democracia con muchos problemas. Hay gente que creció en la dictadura y que aprendió a pensar así y que aún hoy tiene nostalgia de aquello... Pero estamos mejor que hace 10 años, y hace 10 mejor que hace 20. Yo no siento que se haya producido una restauración arbitraria
Está ya inmerso en su próxima novela, ¿puede adelantarnos algo?
Tenía la idead de escribir una novela sobre el tenis, centrada en el enfrentamiento Nadal-Federer cuando... de repente apareció Djokovic... (risas), así que mandé al diablo el libro y me puse a escribir esta novela que tiene  que ver con las apuestas y de nuevo con personajes que infringen la ley...
¿Sabe algo de la telenovela inspirada en Diablo Guardián?
No quiero andar metiéndome. El paso de una serie a una novela es un cambio muy radical y tengo confianza en que lo harán bien. Cuando esté lista, podré opinar. Aunque en el fondo no espero que sea muy fiel y tengo la ilusión de que se aparte de la novela para que quien no la haya leído pueda hacerlo y, al revés: para que quien sí lo haya hecho pueda acercarse a la serie.

PUERTOS, Eboch Cancino Casahonda


Puertos


Un día se marchan los que llegaron,fincaron
y pensaron quedarse.
Otro más regresan los que se fueron,
huyeron,
quemaron sus recuerdos.
Se abren y cierran puertas en el cielo.
Se dice "adiós" o "bienvenido"
con el mismo pañuelo.


Este breve poema de "Noquis" (como era llamado por sus muchos amigos y prácticamente por todo Tuxtla, el poeta Enoch Cancino) pertenece a su libro "Tedios y memorias", publicado en 1994 por la Universidad Autónoma de Chiapas. De Noquis, que fue muy amigo de mi papá, se cuentan muchas anécdotas: en una cantina de Tuxtla, Noquis le dijo a un compañero de tragos que sufría un mal de amor: "Está bien que llores, compita, pero no mojes la botana".

Por último: Noquis es el autor del famosísimo, por lo menos allá, en mi tierra, "Canto a Chiapas", donde se dicen cosas como aquella de que "Chiapas es en el cosmos lo que una flor al viento". ¡Échense ese trompo a l'uña!

Imágen de George Oppenheimer


UNA PUERTA ABIERTA A OPPEN, Guillermo Saccomanno


Una puerta abierta a Oppen

George Oppenheimer, quien luego abreviaría su apellido a Oppen, fue un poeta de izquierda a quien Ezra Pound, aun en las antípodas ideológicas, apreciaría enormemente. Su obra planteó en forma permanente la pregunta de por qué escribir poesía, a lo largo de un siglo marcado por las guerras y las crisis mundiales. La edición de la Universidad Diego Portales de Chile de George Oppen: poesía, ensayo y entrevistas ofrece una antología bilingüe con textos testimoniales que permiten acercarse a su poética. Rescatado por los beatniks a finales de los años ’50, la obra de Oppen es poco conocida en lengua castellana, constituyendo este volumen una inmejorable puerta de acceso.
 Por Guillermo Saccomanno
¿Cómo biografiar una existencia en la que cada acto, se trate de la revolución, la escritura o la renuncia a la misma, está cargado de absoluto? Es evidente que la vida ajetreada y viajera de George Oppenheimer no es sencilla de perfilar. La única chance de escribirla, hasta ahora, proviene de las memorias de su viuda. La biografía debería empezar en 1908 en Nueva York, como hijo de un hombre de negocios. Cuando tiene cuatro años, su madre se suicida. El padre vuelve a casarse. De esta unión, nace una hija: June. Si bien George mantendrá con su hermana una afinidad sin fisuras, la relación con el padre será de una tensión creciente. La familia se traslada a San Francisco, donde el padre abre salas de cine. George se ve incriminado en un accidente automovilístico como responsable de una muerte. Lo expulsan del colegio. El padre lo arrastra a Europa, donde termina la secundaria. George abomina no sólo a su padre. También lo que representa, una clase: “El clamor de la riqueza - árbol/ Tantas veces sacudido - es la voz/ del Infierno”, escribirá. En 1926 ingresa en la Universidad de Oregon y se enamora, en un curso de poesía, de Mary Colby, su compañera de toda la vida. En el campus, los amantes son descubiertos la primera noche que pasan juntos. Abandonan la universidad, se largan a la ruta, hacen dedo por todo el país, recalan en Texas y se casan. Trabajan como pueden, en lo que pueden, mientras escriben poemas que despachan a revistas locales. La pareja se compra una lancha, navega los Grandes Lagos y ancla en Nueva York. Acá Oppen conoce a Louis Zufovsky y Charles Reznikoff. Como él, son judíos, poetas y de izquierda, y son bautizados “objetivistas” por Ezra Pound. George ordena sus poemas, reduce su apellido a Oppen y compone su primer libro: Discrete Series (Serie discreta). Oppen y su mujer viajan a Europa. Oppen visita a Pound. Con Zufovsky se las ingenian para montar una pequeña editorial: “To Publishers”. Editan How to Read de Pound y A Novelette and Other Prose, del médico poeta William Carlos Williams.
Conviene detenerse en este período: si bien Pound le resulta un ejemplo de tenacidad, constancia y trabajo en la palabra, la admiración no le inhibe a Oppen la reticencia con las ideas políticas del maestro. Cabe acotarlo, la influencia de Pound no es tanta como la de Williams, que exigía del poema que fuera un ojo: “El agujero pequeño del ojo/ Lo llamaba Williams, el agujero pequeño/ Nos ha expuesto desnudos/ Al mundo/ Y no cerrará”.
Oppen, como marxista, descree de la poesía como un arma capaz de transformar la historia. A lo sumo su función –si es que la poesía cumple una– es registrar la experiencia personal y ver –siempre se trata de ver– qué hay en esa visión que pueda ser compartida. No es casual que uno de sus libros se titule Of Being Numerous (De ser muchos). Acá Oppen plantea: “Obsesionados, confundidos/ Por el naufragio/ De lo singular/ hemos elegido el significado/ De ser muchos”. Lo social, como la búsqueda de claridad –y Oppen, como buen marxista, habrá de volver sobre la cuestión de la claridad una y otra vez–, le imponen anotar la Gran Depresión y también su efecto en el yo escritural. Durante la Gran Depresión, Oppen duda de la utilidad de la poesía y empieza a militar en el Partido Comunista, organiza huelgas, reúne votantes en Brooklyn. Desde 1934 hasta 1958 Oppen no escribirá un solo verso. Todo un silencio –rasgo poco acostumbrado en los poetas profesionales– que no implica la renuncia a las lecturas de Marx, Heidegger, Kierkegaard, Maritain y Simone Weil. La pareja se muda a Detroit. Oppen trabaja en la industria de defensa y, aunque la edad lo excluye, es incorporado al ejército. Conduciendo un convoy en Alsacia, es herido y devuelto a su país. Haber sido condecorado en combate no lo exime de la caza de brujas macartista, la persecución del FBI y la CIA, que impulsa a la pareja al exilio en México. Recién en 1958, cuando Oppen retorna a su país, vuelve a la escritura. Su regreso se vincula también con el rescate de su obra que llevan adelante los nuevos poetas beat.
George Oppen: Poesía, ensayo y entrevistas. Selección de Kurt Folch Universidad Diego Portales 317 páginas
La consagración lo reencuentra de nuevo con Pound y sus amigos en la redacción de New Directions. Entre ellos está Williams, que fuera visitante asiduo de Pound cuando, caído en desgracia y enjaulado por su adhesión al fascismo, fue internado en el psiquiátrico Saint Elizabeth. Los integrantes de la revista literaria esperan una tarde la llegada de Pound, el viejo fascista “loco” –que no tenía un pelo de insano–. Todavía no completamente rehabilitado por el establish-ment y pesándole aún la sanción por antisemita, esa tarde Pound entra a la redacción, se sienta en silencio y todos se ponen nerviosos. Alguien le pide a Pound: “Ezra, mostrale a George tu nuevo libro”. Pound, con voz grave, responde con una pregunta: “¿Cómo puedo saber que le interesa?”. Oppen se para, camina hasta el viejo y le tiende su mano: “Me interesa”. Pound también se para, le estrecha la mano y se pone a llorar. Esa tarde han pasado décadas del primer encuentro entre el entonces joven Oppen con el maestro de Rapallo. Han corrido ríos de sangre y de tinta entre ambos. Hay una discordancia entre sus poéticas. Nada más distante del ascetismo de Oppen que el manierismo de los Cantos. Entonces, qué los une, se pregunta uno. La anécdota del reencuentro entre el ex militante del PC que, sin embargo, no se había convertido a la derecha y el viejo fascista, que tampoco renegaba de su compromiso político, revela tal vez algo en común desde sus distintas perspectivas, un mismo enemigo: el capitalismo y la usura. También, por supuesto, la poesía entendida como oficio o, si se prefiere, como artesanía.
Casi desconocido en nuestra lengua, corresponde subrayar el mérito de George Oppen: poesía, ensayo y entrevistas, una cuidadosa antología bilingüe de su obra por parte de la Universidad Diego Portales. Esta selección permite apreciar, en la poesía de Oppen, la fuerza de sus cortes abruptos y las pausas, casi al modo Thelonius Monk, tanto más transmisores que las palabras de las que desconfía: “Las palabras no pueden ser completamente transparentes/ Y eso es lo “descorazonador” de las palabras”. Es interesante observar cómo su poesía, a medida que se empecina en la sencillez y lucha contra todo amaneramiento, deviene duda de la escritura y su valor. En uno de sus escasos artículos, Oppen compara su oficio con el deseo de los impresionistas. “La Academia decía que Renoir pintaba ‘canallas en el parque’. El deseo de los impresionistas era ver más allá del objeto y más allá de las actitudes artísticas de la Academia. El artista no depende de su tema y por eso no puede ser juzgado por sus intereses intrínsecos, tampoco la discusión sobre si puede derivar en discusión sobre sus objetos retratados.” En consecuencia, Oppen puede escribir, si se trata, por ejemplo, de poesía erótica: “Sus tobillos son relojes/ Sus sobacos cauces de agua/ Cuando da un paso/ Camina sobre una esfera/ Camina sobre la alfombra, vistiéndose/ Cepillándose el pelo/ Su gesto de rutina, abstraído, / Exclama esta mañana el femenino/ ‘mi pelo, el peinado’”. Oppen reflexiona: “Pero la emoción que produce el arte es la emoción que busca conocer y revelar, la crisálida de la belleza, como se suele decir. La belleza de la música de fondo y de las luces tenues son arte, pero arte del masajista y del perfumista”.
Para Oppen, todo lo que se ve es conocimiento y toma de conciencia y todo aquello que decora falsea la sinceridad, la sinceridad como conducta en la que se empecinará en su poesía. “La poesía es la respuesta directa a cada momento”, opina. O sea: “Una prueba de la verdad”. Pero, se pregunta uno, cómo leer su poesía sin contextualizarla. El marxista exige ser leído en un marco histórico, una época que legitima y justifica sus actos. Su naufragio, que puede ser uno de muchos.
Sobre el fin de su biografía, la obra de Oppen tendrá finalmente la veneración merecida. Publicará algunos poemarios más. No en vano a Oppen se lo ha comparado con Paul Celan: en sus versos continuarán cerniéndose deliberadamente frases inconclusas que, como es su estilo, deberá completar el lector. Ráfagas de sentido, de esto se trató siempre su objetivo y ahora, en la madurez, más que nunca. Su último libro, Primitive, lo publica en 1978. Ya desde el título pide ser entendido como una vuelta a la primera vez de todo, incluyendo la primera vez que uno se acerca al lenguaje. El conjunto está teñido por la preocupación de unos versos de su venerado Sherwood Anderson: “Queremos saber/ si hicimos algún bien / allá afuera”. Pero sus versos se han vuelto sombríos, pesimistas: “La palabra abriendo/ y abriéndome/ a mí mismo y estoy harto”, escribe. El Alzheimer está sitiándolo. Muere en California en 1984 a los setenta y seis años.

MARISA SILVA SCHULTZE Y SU NOVELA, Silvina Friera


LITERATURA › MARISA SILVA SCHULTZE HABLA DE SIEMPRE SERA DESPUES

“La realidad es tan desbordante que ha entrado por la novela”

Su novela narra la violencia a partir del mundo interior de un niño que la padece, y desde su propia pelea por conjurarla, ya más grande. “La familia es un espacio privilegiado donde apenas uno pone la lupa estalla la condición humana”, subraya.
 Por Silvina Friera
Nada es más contagioso que la muerte. Alvaro, un muchacho alto y flaco que trabaja en una inmobiliaria, sabe que no puede recordar lo que no vivió. Este “nómada nocturno” que anda de casa en casa, de living en living, de cuarto en cuarto, noche tras noche, necesita ser testigo de un drama que nunca olvidará. Este retazo de pensamiento fúnebre que gira en su mente, como un ave carroñera que espera lo inexorable, no es una frase suelta de un huérfano más de los que habitan este mundo. El no estuvo en esa plaza, tal vez hamacándose y jugando con otros niños como él, pero hubiera deseado estar. O eso cree. Entonces inventa, imagina cómo fue la escena final, cuando todavía sus padres estaban vivos. “No hay muerte más larga que la de tu madre que sigue cayéndose y cayéndose hacia atrás porque la bala en su rostro la empuja y la empuja y no puede mirar por última vez el sol de las dos de la tarde en la plaza y no puede tampoco recordarte a vos y empieza en esa plaza a dejarte solo para siempre y no fue a las dos de la tarde que empezó a dejarte solo, fue antes, mucho antes. Tu soledad –ya lo habías entendido en aquellas interminables noches– empezó en el primer estremecimiento de su miedo”, se lee en Siempre será después (Alfaguara), de Marisa Silva Schultze, una novela desgarradora que indaga en las cicatrices de la violencia familiar.
La escritora uruguaya tiene dibujada una cálida sonrisa en sus mejillas. Hasta cuando se pone seria parece que estuviera a punto de reír. Narrar la violencia a partir del lacerado mundo interior de un niño que la padece, y desde el joven que intenta conjurarla luego, la dejó exhausta. “Desde el punto de vista corporal, fue la novela que más me costó escribir. Ese desgarro que siente el lector lo sentía yo mientras escribía –confiesa Silva en la entrevista con Página/12–. El camino que encontré para narrar la violencia parte del hijo que está imaginando cómo fue esa escena. En realidad no se narra el hecho en tercera persona, tal cual sucedió, sino que ese muchacho va reconstruyendo fragmentariamente una imagen, una escena que él no vivió. Y en el transcurso de la novela logra narrarse a sí mismo la violencia.”
–El mundo interno de Alvaro está lleno de traumas, de cuestiones que no puede digerir. Tal vez por eso muestra casas y departamentos, porque tiene el alma encerrada en cuatro paredes, ¿no?
–Sí, en esos apartamentos vacíos hay una metáfora del vaciamiento que significó la muerte de sus padres: la madre muere asesinada y el padre se suicida. Este vaciamiento es el máximo abandono que puede sentir. Alvaro quedó anclado en ese momento, desde el día en que estaba en la escuela y se enteró de lo que pasó. No sólo por lo que significa la muerte, sino por la exclusión. Hay momentos en que Alvaro, durante el transcurso de la novela, imagina que hubiera querido estar. Que es la manera en la que pudo haber sido incluido. El asesinato es la última de las exclusiones que padece Alvaro. Al haber estado excluido en la relación de sus padres, en la estructura familiar, se ha convertido en un ser invisible. Alvaro es una persona que no logra la otredad, el vínculo con los otros. No está únicamente solo, está desvinculado; así quedó. Y no sólo quedó así a partir del asesinato de su madre y el suicidio de su padre, sino que ya estaba así. Hay un capítulo que para mí es muy importante, cuando Alvaro va al estadio de fútbol. Es un niño de ocho años, sus padres están separados y él está contento de ir a ver un partido con su papá. Pero su padre no está con él; le pregunta si su madre está con otro hombre. Alvaro no importa: ahí empieza la exclusión. Digo esto porque no es sólo la violencia extrema la que excluye, también están las “pequeñas” violencias cotidianas.
–¿La novela es meramente ficción o está construida a partir de alguna noticia que leyó sobre una mujer asesinada por su pareja o por su ex, de algún episodio de la realidad que causó conmoción en Uruguay?
–Es pura ficción, lo que pasa siempre con la literatura que está conectada con hechos de la realidad es que la realidad es tan desbordante que ha entrado por la novela. Yo soy una ciudadana uruguaya que se sienta a mirar el informativo todos los días y vive en un país en donde una mujer es asesinada por su pareja cada nueve días, en un país de tres millones de personas. El lugar más peligroso para decenas de mujeres es la casa, a contrapelo de esa idea que tenemos de la protección que ofrece el hogar. Pero además, cada cuarenta minutos hay una denuncia de violencia. Los números en Uruguay siempre son pequeños en comparación con otras partes porque somos un país con poca población. En todas mis novelas hay una problemática social que entra dentro de la casa. La palabra familia, hogar, tiene una serie de aureolas, de connotaciones, en sí mismas positivas. Se dice, por ejemplo, “conversar en familia”, pero depende de qué se converse y quiénes sean los que conversen, ¿no? En mis novelas busco investigar la complejidad de los vínculos familiares. En el caso de Apenas diez, era cómo la dictadura militar uruguaya había atravesado los vínculos familiares. En este caso, es la violencia adentro, en la casa. La palabra familia puede estar asociada a la violencia. Hasta en el lenguaje tenemos dificultades para asociarlas.
–¿Por qué cuesta asociar familia con violencia? ¿Será el peso de la tradición católica?
–Probablemente, tal vez una socióloga pueda explicarlo mejor que yo. Creo que tenemos la idea de que en las calles está lo negativo; el espacio público como el lugar de peligro, de la sospecha. Y lo contrario es lo que está puertas adentro, como si necesitáramos esa especie de dualidad. En muchas familias, o tal vez en la mayoría, hay un sostén afectivo fundamental. En todo caso, está claro que las familias reproducen las relaciones de poder que se dan en la sociedad; conforman matrices de comportamientos que después se replican en el espacio público. Pero lo que pasa puertas adentro tiene menor visibilidad, o lo conocemos menos. Tal vez sea un gran misterio lo que sucede dentro de nuestras casas.
–¿Siempre le interesó mucho ese adentro, en las casas, como en la novela La limpieza es una mentira provisoria?
–Sí, hay dos elementos que se repiten en mis novelas: las casas y los objetos y los vínculos familiares; el espacio interior como posibilidad de representación simbólica. En La limpieza es una mentira provisoria, la cocina se volvía metáfora de lo que le pasaba a la protagonista. En Siempre será después el espacio, además de metáfora, es la estrategia narrativa que permite desplegar las imposibilidades de Alvaro. La familia es un objeto literario fantástico, ¿no? Uno piensa en las relaciones entre hermanos, entre nietos y abuelos, entre las hijas con las madres adultas. Me parece un territorio único para poder trabajar ciertos elementos de la condición humana.
–La familia como campo minado.
–Sí, como si fuera un espacio privilegiado donde apenas uno pone la lupa estalla la condición humana. Pero no lo pienso antes de escribir las novelas. Me doy cuenta cuando ya estoy adentro de la casa de nuevo. Otra vez me metí ahí... (risas). No hay una voluntad premeditada, pero es evidente que es mi material narrativo. Después de cuatro novelas donde esto pasa, tengo que empezar a ver algunas constantes y pasiones. Yo soy muy curiosa, me da mucha curiosidad el ser humano mal llamado “común y corriente”. Lo que más me interesa no es la excepcionalidad, lo singular, lo específico, sino esa complejidad que tiene la gente mal llamada “común y corriente”. Si uno ve a Alvaro en la esquina de su casa o en el supermercado, es un muchacho más. No hay nada que él demuestre, que él exprese, que carga con lo que carga. No siempre hay señales de las tragedias que vivimos. Lo que impacta es esa apariencia de “normalidad”. No me gusta la palabra normalidad. Lo que impacta es esa apariencia de lo común y cuántas cosas carga cada individuo sin que tenga necesariamente comportamientos extraordinarios. Rechazo ese culto que tenemos en nuestras sociedades a magnificar lo excepcional. Siempre hay un ranking: “Lo más raro de”, “la tragedia más grande de los últimos años”, “el terremoto más grande de la última década”. El que muere en un terremoto que no es el “más” también muere. Me parece que el arte en general puede ser un camino para conocer a esos otros seres humanos que no figuran en los rankings.
Ahora llueve a cántaros. El ímpetu de las gotas que golpean sobre el techo del bar de la librería Eterna Cadencia acapara las miradas. “Sé que es una novela dura, me lo han dicho los lectores uruguayos. En el cine nos pasamos viendo escenas muy violentas, ¿no? Tal vez el hecho de ponerle palabras a lo que le pasa a Alvaro genere esa sensación de angustia, de dureza. También me han dicho que tiene un ritmo que hace que no puedan dejar de leerla. Es una novela en la que trabajé particularmente el ritmo narrativo”, revela.
–Se percibe ese ritmo narrativo en las reiteraciones, como si pusiera la lente sobre una misma escena que se va amplificando gradualmente.
–Ahí hay dos cosas. Por un lado, quise reproducir la estructura de la violencia familiar, que es la reiteración permanente de lo mismo. Entonces, en vez de decir “esto pasó mucho”, preferí volver a narrarlo, porque así lo vive Alvaro como hijo: lo vuelve a vivir. Y el lector vuelve a vivir lo que Alvaro vive. Yo tenía que reproducir en la arquitectura de la novela la estructura de la violencia. Que nunca es un hecho excepcional; es algo gradual, que va sucediendo en una escalada, que empieza por los insultos, por la humillación, por el acoso. Por otro lado, cuando recuerda su niñez, lo violento es una sola escena. En su memoria hay prácticamente una sola escena de violencia. Para un niño es así. En los capítulos donde la novela está narrada en tercera persona, que es donde se da un poco la información de Alvaro cuando es niño, todo está desde el punto de vista de Alvaro. No hay una exploración de lo que le pasa a la pareja. El miedo de la madre, la sensación de parálisis de la madre, la vemos desde Alvaro, que casi le reclama que tome decisiones que no puede tomar. Que termine con lo que está pasando. Toda la novela está desde el punto de vista del hijo. Creo que también por eso resulta dura; pero al estar la lupa en la mirada del niño y del hijo después de la tragedia le da a la violencia familiar una proyección distinta: las consecuencias en quien sobrevive, en los otros de la familia que no son la pareja. El ritmo de la novela intenta traducir la desesperación, la obsesión, lo reiterativo. Me da mucha curiosidad saber cómo van a leer esta novela los lectores argentinos. Cuando uno escribe, no piensa en los lectores.
–¿Y en qué pensaba cuando escribía esta novela?
–Nada más que en Alvaro, que apareció hace muchos años en un borrador de un cuento que escribí y que quedó inconcluso. Y ya entonces era empleado de una inmobiliaria. Sólo pensaba en Alvaro. Como lo muestro con todos los detalles, hay un trabajo muy artesanal; está mirado con lupa, producto de una larga convivencia. Durante el proceso de la escritura, lo otro fundamental fue el lenguaje: qué palabra, qué ritmo. Yo soy muy lenta para escribir, no soy para nada compulsiva. Es distinto a como hablo (risas). Escribo con mucha lentitud, soy más pausada.
–La violencia ocurre dentro de la casa, pero el crimen es en un espacio público. ¿Por qué en una plaza y no en la casa?
–Es difícil responder esta pregunta. Yo no lo tengo claro. Tal vez necesité que fuera en la plaza por los silencios de esos otros que ven de lejos y no pueden hacer nada. Lo único que sucede fuera de la casa es el asesinato, las muertes. Los críticos literarios tendrán que interpretar por qué.
–Hay un refrán que dice “ojos que no ven, corazón que no siente”. ¿Tal vez sacó el crimen fuera de la casa para refutar esta cuestión del no ver?
–Al escribir esta novela, puse la lupa sobre la violencia; el asesinato en la plaza la convierte en algo más visible, es cierto. Escribir es muy visceral, y aunque uno toma decisiones racionales, hay un conjunto de elementos en el proceso creativo que se escapan, que no controlás. Y uno empieza a reflexionar a partir de que los demás te hacen preguntas como ésta. Por eso, después de la publicación, sigo sumergida en la novela porque tengo que responder y explicitar cosas que yo misma no sé.