domingo, 27 de enero de 2013

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, GREGUERO, Ricardo Bada


Ramón Gómez de la Serna,

Retrato de Ramón Gómez de la Serna, Rúben Alonso/ flickr
greguero
Ricardo Bada
En una de sus greguerías, Ramón dejó dicho que “un centenario consiste en limpiar con un plumero el busto en yeso del centenariado”. Como en este caso se trata sólo del cincuentenario de su muerte, me limitaré a soplar un poco el polvo acumulado desde 1910 sobre el mayor y más universal de sus inventos: la greguería.
Efectivamente, fue aquel año, en las páginas de la revistaPrometeo, donde primero aparecieron las greguerías; así lo cuenta el propio Ramón en el prólogo a la Selección 1940–1952 hecha por él mismo para la Colección Austral y a la que califica como la mejor existente... pero tiene que haberlo escrito antes de ver el libro editado. Si entre mis lectores hay alguno que lo posea, quede sabiendo que se trata de un ejemplar impagable.
El desastre editorial comienza por la numeración, que es un puro despelote a partir de la página 49, a la que continúan, por este orden, las páginas 54, 55, 52, 53, 50, 51, 56, 57, 62, 63, 60, 61, 58, 59, 64, 65, 70, 71, 68, 69, 66, 67, 72, 73, 78, 79, 76, 77, 74, 75, 80, 81... y a partir de aquí ya sigue la numeración correcta hasta el final. Hay también un par de casos donde van dos greguerías juntas teniendo que ir separadas, e incluso una impresa en dos fragmentos separados, ninguno de los cuales tiene sentido sin el otro, y last but not least, hay algunas erratas que claman al cielo: Hedbel por Hebbel, pastizar por pastizal, baho por vaho, sino por si no, etcétera.
La temprana vocación literaria de Ramón se había anunciado cuando a los diecisiete años escribe la que será su primera obra, titulada Entrando en fuego (1905), donde le faltó añadir que tal fuego sería de artificio. Sea como fuere, ya en esas greguerías de 1910 pueden atisbarse los principales rasgos de su taxonomía: el surrealismo, la referencia a lo cotidiano y el humor. Por ejemplo en ésta de la primera hornada: “Qué hermosa lagartija espera el silencio en mi ombligo para tomar el sol.”
Ramón fue uno de los tres miembros extranjeros de la Academia Francesa del Humor, junto a Charles Chaplin y Pitigrilli, gracias a que Valéry Larbaud introdujo la greguería (échantillons) en Francia. Y si bien puede criticarse el exceso de su producción greguerística, no olvidemos la observación de Jorge Guillén (recogida por el propio Ramón en Automoribundia): “Cierto, en cuanto abre la boca, se le cae una greguería; prueba de que esto constituye, más que un género literario, la manera espontánea y elemental de sucederse la actividad normal e ininterrumpida de su humor.”
El 23 de enero de 1963 sus restos mortales llegaron a Madrid procedentes de Buenos Aires, donde había fallecido, y en Madrid sigue enterrado en el Panteón de hombres ilustres de la Sacramental de San Justo, junto a la tumba de Mariano José de Larra. Pero su auténtico mausoleo es el monumento imperecedero de sus greguerías, “gregues, como yo las llamo en la intimidad”, según confesó en ese prólogo a la mentada antología para la Colección Austral.
Como acerca de ellas casi todo ha sido dicho, pues no hay tratadista de la literatura en lengua castellana que no le haya dedicado su atención, centremos la nuestra en aquellas que devinieron obsoletas debido al progreso de la técnica y aquellas otras que hoy jamás hubieran encontrado un redactor dispuesto a publicarlas en su diario o revista, por ser políticamente incorrectas. Comencemos con las obsoletas:
“Las últimas lágrimas de despedida al tren que parte, chorrean de la manga del depósito de agua para llenar locomotoras.”
“El que no entrega su billete a la salida de la estación, salva sus recuerdos de viaje.”
“Los túneles nos embalan en algodones de humo caliente.”
“En los fuelles que unen los vagones del tren se oye el tango del viaje.”
“El teléfono tiene cordones de ayudante o edecán de la compañía de teléfonos.”
“Los barcos llevan la chimenea ladeada como si se hubieran puesto la chistera a lo chulo.”
“La mariposa, posándose en todas las flores, es la mecanógrafa del jardín.”
“Prefiero las máquinas de escribir usadas porque ya tienen experiencia y ortografía.”
“Esas dos letras de la máquina de escribir que se enlazan y se montan en el aire, revelan que se aman.”
Hay otras, en cambio, que hoy día, en plena crisis, son más actuales que nunca: “La pregunta más inquietante de los Bancos: ‘¿Llegó ya el cajero?‘”
Y sigamos con las políticamente incorrectas, bien sea por prejuicios o hasta por racismo:
“En Turquía todos van con gorros de cotillón.”
“El ananá es una fruta disfrazada de piel roja.”
“Ni en el Japón hay catástrofe parecida a cuando el budín se desmorona.”
“Los japoneses con gafas tienen algo de ranas.”
“Las madres chinas no saben si han dado a luz una muñeca o una niña.”
“Las ciruelas moradas son negritos con la cara sucia.”
“Me molestan las películas de negros porque no se sabe si es el padre o la madre el que da de mamar al niño.”
“Los negros, que son hombres que nacen con guantes, no viven si no se ponen los guantes más amarillos del mundo.”
“Los negros tienen voz de túnel.”
“Los negros son negros porque sólo así logran estar a la sombra bajo el sol de África.”
“Los negros tienen tanto miedo a las tormentas porque ya se carbonizaron una vez.”
Hay en Twitter, de cuyas mejores cuentas Ramón es el precursor indubitable, una signada por @GmezDeLaSerna donde suelen aparecer continuamente sus greguerías, pero su titular también nos propina algunas de la propia cosecha, y una de las últimas podría aplicarse a las que acabo de reseñar: “Si eres nuevo en Twitter, tienes que aprender a medir tus palabras.”
Una que otra greguería recuerda al mejor Chesterton: “Hay un momento en que el astrónomo debajo del gran telescopio se convierte en microbio del microscopio de la luna que se asoma a observarle.” Y la preferida de Joyce, Ramón dixit!, era: “Los únicos paraguas que tapan son los de los niños.”
Entre mis favoritas reseño dos en las que intervienen Eva y el jardín del Edén: “La mujer que baja por una escalera de caracol parece haber sido despedida del Paraíso.” Y: “Cuando una mujer pide ensalada de fruta para dos, perfecciona el pecado original.”

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