viernes, 28 de diciembre de 2012

SABIDURÍA MAYA, Alfonso Sánchez Arteche


SABIDURÍA MAYA

Dicen que el rey K'inich Jannab' Pakal,
en reposo absoluto por cerca de doce siglos,
todavía yace en B'aakal,
lugar de muchas aguas.

Las almas congregadas por el fraile Pedro Laurencius en 1567,
a la olvidada ciudad maya nombraban Otulún,
que significa en lengua chol "sitio cercado",
Palenque en español,
catarata de altivas piedras,
tormenta en formación de ejército imbatible,
erguida zarpa de agua frente a la eternidad,
liquido sol,
escudo en llamas.

Era un gigante el rey Pakal,
refiere el guía turístico,
un metro setenta tres
medido a partir de su pie más largo que el otro,
con su cabeza entablillada desde la niñez
en forma de mazorca,
con sus ojos oblicuos de mirar el talismán de jade
que pendía entre las cejas,
con sus colmillos aguzados de jaguar
y el marfil constelado de incrustaciones.

Metáfora del firmamento,
un rey maya veía
más allá de los hombres
y a través de las eras,
una ceiba estelar que hacía cifrar sus días
en corteza de estuco.

Eran tan sabios los antiguos mayas
que le enmendaban la plana a la naturaleza,
que practicaban el incesto dinástico
y hacían nacer seres deformes.
El hijo de Pakal tenía veinticuatro dedos
para llevar mejor las cuentas
y medir el espesor de los muros.

Al igual que su padre construyó palacios
mientras Mahoma hacia surgir de la nada el Islam
y engrandecían Toledo los visigodos.

Cuánto hubo de sufrir para reinar ochenta años
el gran Pakal
y cuánto más
por siglos
sus descendientes,
los deformados por un comercio que no entienden
y por una morbosa curiosidad
que no los reconoce.

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