viernes, 28 de septiembre de 2012

ZANCUDOS


ZANCUDOS

Zancudos me atacan por todas partes,
son zancudos del alma que molestan,
y joden, para hacernos pagar las deudas
del ayer, compromisos incumplidos,
amores defraudados, inconstancias
y yerros, sobre todo eso: errores...

Los zancudos del alma no tienen compasión,
brincan saltan y atacan; sonbre todo ¡atacan!
y no cejas acaso ni un momento;
¿su misión? molestar, simplemente joder
y hacer que se trompiquen los momentos
presentes para que todo se agüite, 
se agüite todo y falle
la felicidad indolente que no tiene
persistencia, ni espíritu de lucha.

Ah cómo son molestos los zancudos del alma;
viven para eso molestar y joder,
joder y molestar,
no sacian su apetito con nada
sólo joden, joden y joden...


Pero hay un remedio,
por suerte hay un remedio
para evitar que estos u otros bichos del alma
provoquen infecciones espirituales
y corroen el alma;
ese remedio es simple e infalible:
¡¡¡hacer el amor y listo
desaparecen como de rayo
en el acto mismo del amor!!!

Cuentos, relatos y narraciones.: Insomnio

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PALABRAS PARA JULIA

El emperador y las semillas

NOCHE DE BRUJAS

jueves, 27 de septiembre de 2012

SMOTH JAZZ piano y sax

Las Cosas de Maribel: EL ÚLTIMO HOMENAJE

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martes, 25 de septiembre de 2012

lunes, 24 de septiembre de 2012

DANZA HÚNGARA

Tiempo de Héroes: Presentación

Tiempo de Héroes: Presentación: «No sé qué me pasa.» Con esta breve frase, en un blog perdido en la red, arrancaba la extraña historia que ha dado origen a Tiempo ...

sábado, 22 de septiembre de 2012

S I L E N C I O


SILENCIO


Cuánto tiempo había tardado para poder acallar aquél ruido que taladraba su cerebro. Era imposible precisarlo. Los parámetros con los cuales nos hemos acostumbrado a medir todo se pierden en situaciones irregulares. Y aquella lo era, sin duda alguna.

Por eso cuando regresó a aquél agujero de donde nunca debió haber salido, pudo tomar algunas notas, garrapatear ciertos detalles, pero omitió, porque no había de otra, toda referencia a tiempo, clima y ciertas dimensiones espaciales.

Pocos podían haber sobrevivido a aquella experiencia. Era como haber sido enterrado en vida. Como quedar confinado en un apando existencial que no parecía tener el menor futuro; pero además, por el ruido infernal que parecía desplazar cualquier idea del cerebro, tampoco hubo, durante ese indefinido pero extenso lapso, posibilidad de acuñar algunos pensamientos, ciertas reflexiones; de aquella experiencia sólo quedaban sensaciones, profundos recuerdos de angustia y de dolor. Casi ninguna otra idea.

De aquellas notas habría de surgir todo un cuadernillo de deshilvanadas reproducciones de aquel tiempo. Cuando recogieron su cadáver, algún rescatista se echó en el bolsillo trasero del pantalón el cuadernillo. Nadie más reparó en él. En los diarios se habló, durante tres o cuatro días, de lo que mencionaba la policía: pudieron haber sido ocho meses o un año, acaso más, lo que duró aquella situación para el hombre desconocido que resultó víctima de no sabía quienes, ni por qué.

Si se les hubiera ocurrido preguntar a los rescatistas hubieran localizado al hombre que se llevó la libreta, y en ella hubieran encontrado, sin duda, la clave del misterio. Pero no lo hicieron. Ni el hombre que se hizo del manuscrito tuvo la sensibilidad para desentrañar aquellos mensajes. No le interesaron. No le importó que el autor de esos trazos pretendiera comunicarse desde aquél más allá con el resto del mundo; ni mucho menos que algunas de las informaciones tuvieran como referente a familiares, amigos o vecinos. Si eso no les interesó, ya ni qué decir de los momentos, así fueran breves, en que desde aquél agujero pretendió tocar la inmortalidad con dos o tres frases bien pulidas.

El rescatista, luego de hojear la libretitita y desprender de ella un bostezo, se encaminó al calentador de leña y la arrojó al fuego. Mientras desaparecían aquellos indicios, se tumbó en la hamaca a leer su diario deportivo.

Casi al mismo tiempo, las autoridades correspondientes llevaban al cabo el depósito del cuerpo, en la fosa común, de quien no pudo ser identificado.


viernes, 21 de septiembre de 2012

SER O ESTAR


Ser o estar…


Primero, nacer, darle paso al cuerpo para que sepa ser. Dejar que el espíritu lo posea y darse a la vida con naturalidad. Para ello es menester que circule la sangre por el cuerpo; eso no es dificultad alguna puesto que se trata de una tarea mecánica de la que la naturaleza provee. Lo que es un poco más difícil, y ahí sí entra la voluntad y los medios propios, en el uso de la inteligencia. Para ello hay que hacer uso de los mecanismos con los que uno se ha provisto, a saber: las herramientas académicas mínimas, la autogestión –en donde caben las casualidades de la vida y el uso personal de los accidentes manejados con tino y buena voluntad-; desde luego las amistades pueden ser un elemento favorable o desfavorable, según el caso y condiciones específicas.

Cabe hacer ver que en el trayecto cruzan los reflectores, es decir las personales condiciones psicológicas y psicosomáticas. El enemigo a vencer, en este caso, es el egoísmo. La egolatría, si sucede, se convierte en serio obstáculo que, para vencerlo, deben darse condiciones casi,  casi,  heroicas.

LA LUNA


LA LUNA


Un astro en las mañanas, muy temprano se esconde, es la luna que sueña y desea descansar. Otro astro, en las mañanas, aparece al oriente y nos da mucha paz cuando sale y nos cobija bajo su rayo y tranquilidad.

La luna es muy mi amiga, vaga siempre en la noche, logra vernos acaso tropezar y temblar de emoción por los rincones del amanecer, pero siempre me dice, casi siempre al oído, no tropieces con milpas, ni montañas, ni mares; tropieza sí, con peces, con algas, con mujeres, con seres animados que no te cuenten mentiras.

MIREMOS EL PASADO


MIREMOS EL PASADO

Con calma, mucha calma, busquemos las raíces de nuestros males y tristezas, acaso también encontremos las sublimes razones de nuestros males y hasta hallemos remedios ya antes localizados por los brujos de la tribu.

Con calma, mucho tiento, vayamos hasta el fondo de nuestra historia patria; no nos espantemos si vemos muchas caras, caras con sangre y risa, caras llenas de pena, caras sin rostro acaso pero rictus que hablan de bajeza.

No temamos si vemos, que pulula la paz junto a la guerra; ni tampoco nos parezca raro encontrarnos de pronto con la infamia o la heroicidad, en cada paso que demos. La historia es todo menos un cuento de hadas.

jueves, 20 de septiembre de 2012

POCO TRECHO (A Rubén Bonifaz Nuño), de Benjamín Araujo Mondragón


POCO TRECHO, ENTRE TUS DICHOS Y TUS HECHOS


A tanto leerte y leerte, me mecí y subí en tus nubes,
querido poeta, amigo de las letras y de la humildad;
a tanto leerte y gozarte, he aprendido, estimado maestro Rubén
que es muy breve, poco, y nada tenso el trecho entre
tus dichos y tus hechos…

Subí, y baje, me elevé, me elevaste, con tus poemas,
Ínclito poeta de la sencillez barroca y muy pulida;
logré macizos vuelos y sueños de oropel
gracias a tus escritos y altas cimas…

En lo alto de la tarde, el silencio me interroga:
viene el futuro y tropieza con mi pasado,
las profecías se esconden, se agazapan,
no quieren saber nada de la vigilia,
esperan a que caiga la noche y venga el sueño…

Y es en ese sueño, maestro Rubén, que encabalgo
mis sentidos para escuchar tus versos
con la cadencia de tu letanía…
y con ellos me duermo y me acompaño…

Todos los bosques son un solo árbol,
como dijo Octavio Paz, en su Vaivén;
y yo diría, respecto de tus versos, Rubén,
hablas como un aguacero,
pero la lluvia es de todos,
el agua es la totalidad,
tus versos, amigo,
¡tus versos nos pertenecen!

De J. Jaime González González

UN POEMA DE AMOR

Un poema de Ciprián cabrera Jasso (qepd)


DURANTE UN VIAJE

I
Ya sé dónde existo.

Primero:
la noche estrellada y el campo colmado de luciérnagas que semejaban al cielo.
Segundo:
la humedad de unos hongos que mastiqué y mastiqué con cierto asco y el sabor de la miel con la esperanza de llegar a Dios.

Viví desde el estallido de un esperma en el universo de un vientre, hasta el ranacuajo
y después la formación lenta de cada uno de mis poros,
                                                                   de la osamenta que me mantiene erguido al cielo
                                                                y de mi corazón,
que es el puerto de entrada y salida de la sangre,
                                                         de los amores que nunca permanecen.

Estaba al principio de la creación.

II
Ya sé dónde existo.

Siento las paredes gelatinosas, el retumbar de tambores, el líquido que entra por la mitad de mi cuerpo. Los enojos,
                                                           el canto,
                                                                     la tristeza,
                                                                                 el baile,
                                                                                          los pasos quedos
y un estruendo como de rayos afuera,
                        allá,
más allá de esta oscuridad donde me muevo y palpo con mis nacientes dedos la bolsa transparente que me envuelve.

Ya sé dónde existo.

En lo oscuro,
en el vientre de un ser
                                   que apunté desde antes
                                                                         para que fuera mi madre.
III
Ya sé dónde existo.

Me muevo, siento, me uno a una respiración en arrullo.
Me aferro a esta soledad que será para siempre.
                             Entro y salgo de mi cuerpo a mi antojo.
Me introduzco en los sueños de mi madre, en los silbidos de mi padre, navego por el río que escogí para contemplar el silencio.
Deambulo por las calles para tratar de reconocer
- si ya estuve aquí antes,
 - si todo es nuevo,
 - si las casas me son desconocidas,
 - si los rostros de sus habitantes,
 - si sus perros,
 - si sus gatos,
 - si su único parque.

Regreso antes de que amanezca y me acomodo de nuevo dentro de mi flácida carne... ahí, en el universo de mi madre:
que lleva en sí el Génesis,
la voz que dijo sin decir nada “que se haga la luz”
y mi esencia divina pasó a ocupar un cuerpo.

IV
Ya sé dónde existo.

Adentro de ti madre.

Y aquí, la única luz es el amor con el que me arrulla antes de tenerme en sus brazos. Antes de que yo salga de esta humedad tan húmeda como los hongos que me trajeron de retorno.

Como el Derrumbe,
          el San Isidro
          y el Pajarito
que metí en mi boca para vivir en Dios y sin quererlo, sin desearlo, retorné a su vientre.

Y ahora sé dónde existo.

En el principio, en instante de un instante cuando Dios mismo decidió crearse y se creó a imagen y semejanza de una nada que nunca fue nada.
Ni tuvo principio ni tendrá final.
Aquí vivo, en esa nada donde brillo
                             como una flama de tu hoguera inapagable,
                             inextinguible como tu alma, madre,
                             sólo como ella que es también la misma flama que la mía en la hoguera que se expande,
que sólo se expande en este universo donde existo y en donde brillan las estrellas y la luciérnagas que contemplé antes del viaje.

V
Ya sé dónde existo.

Ya estuve aquí antes, ya habité otros vientres,
                                   ya abandoné otros cuerpos
y muchas de sus tumbas se han vuelto aire y otras aún se erigen
                                                   en colinas,
                                                   en valles,
                                                   en campos de batallas,
                                                   en urnas claustrofóbicas,
                                                   en el pelambre de los bosques,
                                                   en el fondos de los océanos,
                                                   en el vientre de una  cueva
o en el reposo puntiagudo de las estalagmitas o en las rocas milenarias.

VI
Ya sé dónde existo.

He retornado por enésima vez a esta vida donde he sido encarnado y fantasma.
                                                                              Mujer y hombre.
                                                                              Sádico y santo.
                                                                              Criminal y amante.
                                                                              Marido y padre.
                                                                              Solitario
y parte de masas nauseabundas enloquecidas al olor de la sangre.
                                                                               O mendigo
que se arrastraba por las plazas desmembrado
cuando Víctor Hugo escribía Los miserables.
Quizá he besado los mismos labios en diferentes rostros y con distintos nombres.
O la guillotina hizo rodar mi cabeza por las tablas del cadalso.
O yo mismo decapité a tantos hombres
con el placer infinito del zumbido y del golpe.

VII
Ya sé dónde existo.

Y aquí, en este nuevo vientre, entre tanta humedad,
                                                 entre estas paredes gelatinosas,
                                                 en este pequeño cuerpo en el que llevaré otro nombre y besaré otros labios o los mismos,
en los que tendré hijos o hijas que antes fueron mis padres o madres o abuelos o abuelas o amantes.
Uno nunca sabe.

El olvido borra todo y todo parece como si fuera la primera vez., como si nunca hubiera uno visto la luna llena en la boca de los lobos, el resplandor plateado de los salmones en los rápidos de los ríos,
El canto albo y crepuscular de las aves.
Las hojas naranjas del otoño llenas de muerte.
El silencio de los copos de nieve sobre los tejados ateridos.
Las tormentas relampagueantes que alumbran rostros asustados.
El susurro del viento entre los árboles del bosque y en los que se escuchan voces escondidas en los pliegues de la noche.

VIII
Ya sé dónde existo.

He vuelto, he retornado me digo con la voz del silencio de este cuerpo que he elegido para caminar de nuevo sobre la faz de los caminos,
                                                                          de los senderos,
                                                                          de las calles de este gránulo de polvo en el cuerpo de Dios que se expande.

IX
Ya sé dónde existo.
                             
En mi boca el sabor húmedo de los hongos y una tempestad tropical en la que se han abierto todos los grifos de las nubes.
Pero sé dónde estoy, dónde me encuentro nuevamente.
Este es otra vez el nacimiento, otra vez la vivencia del parto,
del que dicen, con inocencia,
                                                el primer llanto,
                                                la primera respiración,
                                                el primer aliento.

Se rompió la fuente.
Navego en un río incontenible que me conduce hacia la boca de una cueva y me desplomo hacia unas manos que ya no recuerdo.

La esperanza de la niña se desvaneció en los labios de esa mujer
que yo apunté desde antes
para albergar en ella y le pusiera nombre a este cuerpo elegido
con características familiares,
con células que guardan sueños de mis ancestros,
con sus dolores y alegrías,
con sus gestos y voces,
con sus formas de moverse por el mundo y de hablarle a los hombres.

Y olvido todo de nuevo.
La vida es sólo este instante en el que sé que vivo y en el que viviré siempre. 

X
Ya sé dónde existo.
                                Ya sé que he retornado.

En mi boca la humedad de los hongos.
En mi estómago
                        San Isidro,
                                        Derrumbe,
                                                         Pajarito
y la miel que endulzó mi saliva para contemplarte,
sólo para contemplarte, Dios mío,
                                                      en el vientre de mi madre.            

MAIGUALIDA, Jorge Negrete

lunes, 17 de septiembre de 2012

Diez años de menos...

ERNESTO DE LA PEÑA (más de su homenaje),,,

Rinden homenaje a Ernesto de la Peña en Bellas Artes
Notimex | Cultura
2012-09-11 | Hora de creación: 13:47:34 | Ultima modificación: 15:24:33
Foto: Notimex

Como un polígrafo insaciable, una especie de Dios niño, una suerte de Dios infantil perene, que jamás conoció el aburrimiento y que se divertía al jugar con las palabras, fue recordado aquí el escritor Ernesto de la Peña (1927-2012), durante el homenaje de cuerpo presente que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes.
Ante cerca de  personas, autoridades del INBA, el Conaculta y  Mexicana de la Lengua, elogiaron la personalidad y el trabajo literario del autor fallecido ayer a los 84 años.
Al tomar la palabra, el  de la AML, Jaime Labastida, lamentó su muerte y con voz quebrada evocó con cariño al amigo, al hombre de letras, al Dios niño; un hombre sabio, humilde y sereno.
Conmovido, el también director de Siglo XXI Editores lo recordó también como un Sócrates de silencios y palabras precisas, un Confucio, del que manaban constantes enseñanzas, un hombre bondadoso que se prodigaba en la amistad; un hombre  que no imponía su indudable autoridad.
Aseguró que cuando se lee la obra escrita de Ernesto de la Peña, lo primero que asombra es lo vasto y al propio tiempo lo múltiple de sus conocimientos; textos leídos en lenguas que carecen de parentesco entre sí, movimiento constante entre lenguas muertas y lenguas vivas, oscilaciones que van del griego al latín, del árabe al arameo, del español al francés, del alemán al .
En tono serio, pidió a la viuda del maestro De la Peña, María Luisa Tavernier, trabajar en los  electrónicos del maestro y en sus manuscritos, y aseguró que la institución a su cargo contribuirá para que la obra pendiente de Ernesto de la Peña sea publicada.
Luego, al borde del llanto de nuevo, Labastida aseguró haber perdido a un amigo entrañable y agregó que la recibió con esta noticia un golpe brutal del que le será difícil recuperarse, igual que el país, que ha perdido, dijo, “a un hombre insustituible e insólito”.
También exhortó a los presentes a recordarlo como un hombre enamorado de la vida, que supo gozar de un buen, lo mismo que de un gran poema, que sabía compartir la alegría de vivir con sus amigos, que gozaba igual de la música y del amor, que poseía un increíble sentido del humor, que se podía reír de si mismo con la misma compasión de sus seres queridos.
En su oportunidad, el poeta Eduardo Lizalde, amigo por más de 40 años del erudito, se refirió a él como un hombre sabio y generoso y aseguró que con su muerte desaparece un hombre excepcional y con él, todos los enormes tesoros que con su prodigiosa memoria guardaba en su cabeza.
“Desaparece Ernesto de la Peña y con él un pozo de sabiduría y una fuente de luz, lo deploramos de veras, sus amigos más fraternales y cercanos, dijo en tono grave quien es considerado el mayor poeta de México, y luego leyó un par de fragmentos del libro “Palabras para el desencuentro”.
En esta despedida también participaron Teresa Vicencio, la director general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), quien lamentó la pérdida de ese hombre de letras universales, quien fuera miembro del Consejo de Ópera de dicho instituto.
Al encabezar la lista de oradores, la funcionaria lo recordó como uno de los humanistas fundamentales de la vida mexicana de la segunda mitad del siglo XX y como pocos indagó en lo más profundo del conocimiento humano.
Tras citar algunos de los reconocimientos a los que se hizo merecedor el vate, Vicencio se refirió a él como un aliado del Instituto que “nos alumbró con su sabiduría y memoria al formar parte del Consejo de la Ópera, en los años 70”.
Para cerrar el homenaje,
Por último, la presidenta del Conaculta, Consuelo Sáizar lo recordó como uno de los ilustres habitantes de la “patria de la ñ”, a quien tuvo la oportunidad de conocer y conversar. “Hablar con él era siempre una lección de idiomas, una posibilidad de aprendizaje, un vislumbre de un enorme panorama del conocimiento”, aseguró.
Luego de hacer un breve recuento de la vida de Ernesto de la Peña, la funcionaria lo despidió diciendo: “fue un hombre puente entre épocas, países, disciplinas y generaciones, un personaje infinito y eterno”, a quien, dijo, extrañará ella y todo el mundo.
“Gracias Don Ernesto por hacer más grande nuestro idioma, vaya ahora a poblar con su palabra el paraíso de la sabiduría”, finalizó la funcionaria antes de sumarse a la primera guardia de honor, en la que también estuvieron la titular del INBA, Teresa Vicencio, la viuda María Luis Tavernier y la hija Patricia de la Peña.
La música del cuarteto Carlos Chávez acompañó al intelectual, cuyo féretro estuvo franqueado por sendos arreglos florales.
Por enfrente de él desfilaron, entre otros, el historiador Javier Garcíadiego, presidente de El Colmex; los escritores Felipe Garrido, Vicente Quirarte, Jaime Labastida Ochoa, el poeta Eduardo Lizalde, el bibliófilo Adolfo Castañón, el también escritor José Gordon y el expresidente del Conaculta Sergio Vela.
Después siguieron decenas de personas que en forma discreta se quisieron despedir del maestro, como un señor con una paloma de papel en la que escribió “Ernesto te envidio! Paz y amor, abrazos!”.

¿Escritor, faro moral?


"El escritor como faro moral no sirve para el mundo de hoy"

Pablo E. Chacón
El escritor y periodista mexicano Guillermo Fadanelli, invitado a la cuarta edición del Filba, dijo que la figura del escritor como punta de lanza moral de su sociedad está agotada y que insistir en ese modelo es un anacronismo rampante.
En diálogo con Télam, "Willy", como lo llaman sus amigos, de riguroso atuendo negro y sombrero blanco, precisó: "el escritor como punta de lanza moral de la sociedad... eso ya no me lo trago, no me interesa".
Y sobre su prestigio de "maldito", puso un tope: "yo soy un outsider pero no me siento adalid de ninguna causa, aunque confieso que prefiero ir a contracorriente".
"Se trata de ser una especie de francotirador, pero no uno cobarde sino alguien que observa y desempeña la crítica. En mi opinión, la literatura no tiene una dirección, tampoco transmite moralejas", apuntó.
Fadanelli nació en el Distrito Federal mexicano en 1963, fundó la revista Moho, y hoy, junto a su esposa, dirige la editorial homónima. Escribe columnas de opinión en las revistas culturales Letras Libres, Nexos, Generación y Quo, entre otras.
Publicó los libros "Mariana Constrictor", "Malacara", "El día que la vea la voy a matar", "Más alemán que Hitler", "Plegarias de un inquilino", "La otra cara de Rock Hudson" y "Educar a los topos", que incluyen novelas, relatos y ensayos.
Fadanelli, algo sorprendido por el entusiasmo que despierta el Filba en la Argentina, cree que "hoy en día, la literatura no le interesa a nadie. Y eso se nota en la política. En las políticas públicas de educación, y sin distinción de ideologías".
"Educación paupérrima, pobre, sin programas de estímulo a la lectura. Asi las cosas, los escritores nos vamos quedando sin lectores, y en el caso de México a pesar de la UNAM, el Fondo de Cultura Económica, Siglo XXI y un grupo muy grande de editoriales independientes", asegura el escritor.
"Si a esa realidad le sumás la idea del escritor como voz ética de su comunidad, se deduce que la representación del escritor como un librepensador cayó en desuso. El escritor es un ser común, sin responsabilidad más que con el lenguaje".
Fadanelli cuenta que lleva una vida apartada del mundo de los escritores: "Aparezco poco, escribo mucho, en diarios, revistas, pero aparezco poco".
Escribir en revistas "está bien: todas tienen una posición, una moral, pero no hay ninguna que represente la verdad. Octavio Paz, justamente, decía que la literatura era una suma de excepciones".
"A mí me parece importante la voz singular, la diversidad. Eso no se encuentra en una sola revista. Porque el medio ya no es más el mensaje", apunta, contrariando el aserto de Marshall McLuhan.
El escritor cuenta que estuvo viviendo un año en Berlín, pero que está otra vez en el DF. "A mí me interesa de Europa hoy lo mismo que me interesa desde hace 40 años: la diversidad de las lenguas, las culturas regionales, y la tolerancia de ciudades como Berlín, y los ríos, por supuesto".
En Europa "hay ríos. En el DF los ríos que había están entubados. La ausencia de agua vuelve torvo el carácter de las personas. Y es así a pesar de que la Europa globalizada es una construcción de hombres de negocios y economistas, que están transformando a los ciudadanos en consumidores".
Finalmente, Fadanelli piensa que "esa homogeneización tiene algo de idiota, de ejército, de ejército de zombis. Eso es lo que en su momento denunciaron Guy Debord y Jean Baudrillard", concluye.

LUZ, CRÏTICA, ACCIÓN


Luz, crítica, acción

La figura de Ricardo Piglia, como escritor, crítico y profesor, debe ser una de las más incuestionables de la literatura argentina contemporánea. Sin embargo, su relación con los medios es medida: por un lado, rara vez interviene en las discusiones de los medios masivos; por otro, se ha valido de las entrevistas que le hicieron para exponer su pensamiento en su ya clásico libro Crítica y ficción. Por eso, se vuelven doblemente relevantes los capítulos de Escenas de la novela argentina, cuatro clases que ya había dictado en la UBA y en Princeton y que volvió a dar para la Televisión Pública, en las que repasa las relaciones de la literatura argentina con los avances tecnológicos de cada época. En esta entrevista, el mismo Piglia va un poco más allá y reflexiona sobre la tensión de los intelectuales con la televisión, la figura mediática de Borges, intervenciones como las de Carta Abierta, los efectos de Internet y los celulares en la narrativa, la crisis de la ficción y la novela como artefacto capaz de contener y comprender el mundo.
 Por Natali Schejtman
Ricardo Piglia está dando clases en Argentina. Pero la forma que estas clases adoptan no son (solamente) las de un profesor frente a un auditorio que hace preguntas. Acá hay cortes, cambios de cámara, entrevistas, invitados y elementos insertados que alimentan la declamación del profesor. De este modo, cuando habla de Puig, aparecen imágenes de la película de Héctor Babenco; cuando señala cómo influyó en la literatura la aparición del grabador y su posibilidad de reproducir exactamente el testimonio, aparecen imágenes de los primeros fonógrafos, además del comentario de Sergio Raimondi. También, están las condensaciones de sentido: mientras Piglia habla ante su auditorio de las diferencias entre la novela y el lenguaje periodístico, atravesado por lo que los propios Walsh y Arlt criticaban de la prensa, observamos una gráfica que sintetiza: “relato complejo vs. simplificación”, entre otras frases.
La iniciativa de contar con un profesor como Ricardo Piglia en un programa de televisión abierta, con sus particularidades, es un aporte a una cadena de programas culturales y específicamente literarios de la televisión argentina. Ante la idea de un “refugio” (El refugio de la cultura, que después de años acaba de cambiar de nombre por Otra trama) o de un espacio “de locos” (Los siete locos, ambos ya clásicos de la pantalla pública), en los últimos años distintas escenografías les abrieron la puerta a temáticas literarias, como fue el recordado Ver para leer, conducido por Juan Sasturain en un formato dinámico y atractivo y por la pantalla de Telefe. Ahora, desde C5N, Gerardo Rozin habla con los autores más variados e invita a famosos-que-recomiendan en Esta noche libros; canal (á) tuvo y tiene sus programas dedicados a la literatura como fue El espía y es Buenos Aires al pie de la letra, entre otros, así como Canela también le dedica espacio en su noticiero cultural Colectivo Imaginario por TN. Marina Mariasch habló de intimidades con narradores y poetas (por Ciudad Abierta) y tanto la TV pública como Canal Encuentro vienen siendo los espacios para diversas series que desarrollan en formato audiovisual el mundo de los libros, los escritores y los lectores, con series como Filo, crónicas de la universidad, en donde se discutía el mundo literario –entre otros– desde las aulas y los pasillos de la facultad.
Ricardo Piglia, dice, pertenece a una generación de escritores que tuvo con la televisión una relación de “atracción y distancia”, al no haberse vinculado con ella desde la infancia. Hoy, le resulta un medio interesante y llamativo. También para intervenir: “Yo creo que la televisión es un mundo de lenguaje. Es un mundo de imágenes, pero yo cuando miro televisión lo que encuentro es que la gente habla muchísimo. Eso me hizo pensar que era posible un programa donde se hablara mucho. No era algo nuevo ni inesperado en la tele. En general, estoy contento por el modo en que se logró que el programa se parezca mucho a lo que nosotros habíamos comenzado a conversar y preparar. Hay también un intento de abrir una ventana al público que no está en la escena”, explica.
Estos son los diversos lenguajes que aparecen en Escenas de la novela argentina, cuyo título ya menciona cierta convergencia de soportes. Una serie de cuatro clases abiertas coproducidas por la Televisión Pública y la Biblioteca Nacional y conversadas desde el principio con el crítico y escritor, que en un mismo movimiento piensa los distintos medios masivos de comunicación en relación con la literatura argentina (ése podría ser un hilo entre estas clases) y actúa en función de una relación entre intelectuales y medios masivos que él cree pertinente en este momento: “Tiene que ver con cómo pienso las intervenciones de un escritor hoy. No me parece que los escritores sólo sean llamados por los medios para hablar de cuestiones generales, discusiones sobre las cuales su conocimiento es relativo, más allá de sus investigaciones personales. Me parece que sería muy importante que los escritores, los intelectuales, para usar esa terminología, fueran llamados a discutir cuestiones que son las que ellos conocen mejor porque son su propia práctica. Me llama la atención que los profesores universitarios, los investigadores de Conicet, no discutan la universidad. Sería mejor llamarlos a discutir lo que conocen bien y a partir de ahí se puede politizar la discusión. Entonces me parece importante redefinir un poco el compromiso de los intelectuales y empezar a verlo como un modo de llevar a otros espacios de la sociedad problemáticas y saberes específicos y discusiones políticas específicas que pueden generalizarse y ser más pertinentes. Llevar a la televisión abierta –y pública– una serie de programas sobre la novela es partir de algo que uno hace y conoce y al mismo tiempo usar eso como un espacio de investigación de laboratorio, de discusiones de problemas políticos y culturales. Muchas de las cuestiones que se están discutiendo hoy, están siendo discutidas en esos programas de modo espontáneo”.
Este es un momento en el que, con distintas iniciativas como por ejemplo Carta Abierta, es común encontrar en los medios a escritores o intelectuales hablando directamente sobre la coyuntura. Tu intervención mediática en la Televisión Pública, menos “coyuntural” aunque no por eso ajena a una lectura del presente, ¿está pensada también en función de ese marco?
–Sí, así es. Sin excluir otro tipo de intervenciones, para mí el compromiso de un escritor empieza por su campo de trabajo y de ahí se ramifica y se expande hacia otros ámbitos. Uno vive los conflictos sociales también en su propia práctica y desde ahí puede empezar a intervenir. Las discusiones en general, en las que se discuten consignas, ocurrencias y opiniones y sólo cambia la posición que cada uno tiene en un mundo dividido en dos, no me parecen interesantes. Los medios vienen repitiendo –desde la época de Rivadavia– que la Argentina está fracturada y en todo ese largo período los intelectuales más representativos han tratado de preguntarse por qué en todo caso existe esa división, por qué hay enfrentamientos y luchas. ¿Será la lucha de clases, será el pecado original de América, será el ser nacional, será el desarrollo desigual, será la rebelión de las masas? Más allá de las respuestas que atraviesan nuestra historia cultural, lo importante sería que el campo intelectual no reprodujera especularmente las divisiones políticas inmediatas y buscara cierta particularidad en la discusión. Lo que veo más bien, al menos en la superficie, es que cada uno desde su tribuna repite sus consignas y sólo exhibe a qué fracción pertenece. Carta abierta es distinto. Trata de reflexionar y fundamentar. Es un colectivo de trabajo que sigo con interés aunque no he participado en el proyecto. A menudo he discutido con ellos la cuestión del estilo: me parece que desde el nombre aluden a las cartas abiertas de Walsh, pero tengo la sensación de que no han prestado demasiada atención a la forma de argumentación de Walsh. Esa combinación de concisión, lenguaje preciso y ejemplos concretos que definen la eficacia de su Carta a la Junta Militar. Hay que discutir, sobre todo en la izquierda, la retórica política porque el lenguaje y los modos de expresión son también por supuesto intervenciones ideológicas. He discutido, con varios de ellos, que son mis amigos, la cuestión del estilo y de los usos del lenguaje porque para mí ahí hay un problema y un déficit. Del otro lado del espectro, el estilo en cambio es tristemente sencillo y quiere ser irónico, porque se basa en el sobreentendido y en lo ya sabido; no usa conceptos, sólo consignas (la caja, el doble comando, la viudez, ¡el fascismo!, el terror inminente, los modales, ¡la juventud montonera!) que dan por sentado lo que necesitan explicar. Todos quieren repetir los chistes y epifanías de Borges sobre el peronismo, pero claro, no les da la voz (tendría que ser más perpleja y más macedoniana). Difícil entonces en ese contexto que haya una discusión intelectual que nos permita escapar del psicologismo y la parodia.
En Crítica y ficción elegiste diversas entrevistas que te habían hecho a lo largo de las décadas como para explicar parte importante de tu mirada sobre la literatura. ¿Ves alguna línea entre ese uso de los medios y estas clases abiertas en la televisión pública?
–Está en línea. En Crítica y ficción decidí usar un espacio que no se genera sino por una demanda de los medios, como ser una entrevista, y tratar de que esas entrevistas sacadas de ese contexto funcionen como otra de las posibles conversaciones que uno mantiene en distintos ámbitos. Me gusta mucho la forma de la conversación, me parece que es un elemento muy importante de la práctica misma de la literatura y del lenguaje. Después podríamos decir lo mismo con respecto al formato de la clase. Yo tiendo a ver la clase como una escena interesante en cualquier medio que uno la haga funcionar. Tiene algo teatral, tiene un elemento que yo valoro mucho y que es la improvisación. En el sentido más preciso del término, es decir que yo no llevo allí nada para leer, ni nada que esté muy articulado. Sencillamente voy tratando de que las ideas surjan en la dinámica de la cuestión. Y eso tiene algo, siempre, de riesgo. Ahí hay un elemento que me parece interesante mantener que es cierta contingencia de un pensamiento o de un tipo de narración que siempre está al borde de poder desviarse o cambiar.
Señalabas que los escritores de tu generación tenían cierta distancia con respecto a la televisión. Pero también podríamos enmarcarla en un tema literario y es el de la demonización de los medios por parte de los escritores, un tema que aparece en escritores como Balzac, Hemingway o Scott Fitzgerald (para hablar del desencanto respecto del cine) y que precisamente mencionás en tus clases cuando hablás de los reparos que tanto Walsh como Arlt tenían con la prensa.
–Es interesante la cuestión. Uno podría rastrear en la ficción distintas etapas de la discusión sobre esta negociación. Balzac y Henry James, por ejemplo. Ya sabemos: Henry James, el escritor que definió una manera de narrar. En todas sus nouvelles literarias donde hay un escritor, un crítico como tema, siempre el conflicto es con el periodismo. Con cierto tiempo de tensión entre lo que es el éxito y lo que es la calidad literaria, y uno podría recorrer esa problemática que en Henry James tiene un sentido muy inicial y llevarla a Hemingway, podría llevarla a Fitzgerald con el cine. De modo que la literatura ha ido acompañando esa relación, muchas veces con un tipo de relato más o menos melodramático sobre los fracasos de los artistas que mueren capturados por esa fuerza a la que van con una decisión intensa de ser más populares o de conseguir espacios nuevos. O de dinero, que es un elemento muy importante en la discusión cultural. Entonces también se podría hacer una suerte de historia paralela de la historia de los medios, sobre cómo los medios son vistos en las corrientes que parecen anteriores y paralelas a su desarrollo, por ejemplo la literatura y el teatro. Todos esos problemas son los que están siempre presentes cada vez que uno establece una conexión entre un mundo que tiene su legitimidad más o menos establecida como la literatura y un mundo que está siempre en una situación mucho más dinámica.
En ese sentido, contrariamente, Borges fue un escritor muy “mediático”, ¿no?
–Borges podría tomarse como un caso para conversar. En el mismo sentido en que yo tomo a Macedonio, que fue a leer una conferencia a la radio en 1928, en un momento muy primitivo de la radio. Podemos considerar que el Borges posterior a su ceguera, que comienza a dictar, se convierte en una figura de los medios a nivel no sólo argentino. Y va a los programas que le digan. Yo recuerdo haberlo visto en Grandes valores del tango, de llegar al programa en el que ya estaban los grandes cantores y le daban la mano a Borges y le decían “Maestro”. Y lo sentaron ahí y le hicieron escuchar, me acuerdo, “Uno”. “Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias.” Todos esperaban que Borges dijera “qué extraordinaria letra”, pero él dijo: “Está mal eso, no puede ser esperanza y ansia” y les hizo un chiste: “Tiene que ser esperancias con ansias”. El siempre se las arreglaba para mantener su propia manera de ver las cosas. Y si le preguntaban algo que él consideraba que no era su campo decía: “Stevenson dice...” y empezaba a hablar de Stevenson. Entonces tenía una estrategia muy firme respecto de nunca cambiar su discurso, fuera el lugar donde estuviera. Se adaptó a medios muy diversos a lo largo de su vida, teniendo en cuenta que siempre estuvo muy conectado, porque Borges dirigió el suplemento cultural de Crítica, que era un diario como decir Crónica, un poco más intelectual pero su formato era muy amarillo; publicó en revistas muy variadas como la revista El Hogar, que era una especie de esas revistas para la familia. Pero si vos ves lo que escribía ahí, él no cambió para nada su discurso. Y creo que ése es el punto a discutir, no hay por qué ponerse a disposición de un medio cambiando lo que uno piensa, o tratando de hacerlo más sencillo.
En sus clases televisadas, Piglia habla de una especie de escalera de estetización y prestigio de los diferentes medios. Según esta iluminadora lectura, cuando la novela comenzó a perder su lugar como relato de masas debido a la aparición del cine, eso permitió la aparición de autores como Joyce y Musil; es decir, el terreno para la experimentación. A su vez, al cine le pasa algo similar cuando es sustituido por la televisión (aparece el cine de autor, entre otras cosas). Cuando la televisión, entonces, pierde cierto lugar central frente a Internet, las series se convierten en objeto de tesis y ensayos y obtienen una legitimidad cultural que no tenían. Con respecto a su propia relación, como escritor, con los medios, menciona que la televisión tuvo cierta influencia en su escritura: “He empezado a ver televisión con más persistencia en Estados Unidos, porque ahí fue donde vi por primera vez los cables, toda esa especie de ramificación. Yo creo que La ciudad ausente estaba muy ligada a la experiencia de esa ramificación entre los canales que había en Estados Unidos en ese momento”. Los efectos mediáticos –desde el cine hasta Internet– en la literatura constituyen una de las preguntas más activas del campo cultural, sobre todo en un momento en que los soportes se hacen gaseosos y se desperdigan por todas las esferas de la vida.
Así como mencionabas la influencia de la aparición del grabador en la literatura realista y en sus procedimientos, ¿cómo creés que está afectando la multiplicidad y diversificación de medios de comunicación y tecnologías en la literatura?
–Algunas oposiciones que podríamos imaginar ligadas a una nueva situación de la literatura en esta época podrían ser, entre otras: la oposición entre el aluvión de información y las historias propias o las historias vividas –el valor de la experiencia personal–, es decir la tensión información-narración e información-experiencia. Otra podría ser la vieja oposición entre escribir y publicar, es decir la posibilidad que da la web de que los escritores sean sus propios editores. ¿Y los lectores? Ese es otro tema, el viejo tema de la vanguardia. Esas serían las puntas, digamos, sobre la cuales se estaría reestructurando la práctica de la literatura en relación con las nuevas tecnologías y con los medios de comunicación. Otra cuestión central es la distinción entre ficción y no ficción. Enzensberger ha planteado muy bien que son los medios los que disuelven esa diferencia. Es en el espacio de los medios –y en la realidad virtual de las nuevas tecnologías– donde se disuelven las diferencias. Si uno hiciera la experiencia de ver 24 horas seguidas un canal, al final termina por no saber en dónde está la distinción entre ficción y realidad. Muchos filósofos contemporáneos parecen capturados por el bovarismo de los medios, y toman ese nuevo fetichismo de la mercancía como modelo de mundo. Pero sin la distinción entre verdad y falsedad es difícil pensar no sólo la literatura y la filosofía, sino también la política. La tendencia a creer que todo es simulacro, actuación y falsificación es un síntoma de una mirada fascinada por los medios. Desde luego, no todo es ficción (aunque a los medios les cueste cada vez más instalar el efecto de realidad, incluso –o sobre todo– en los reality shows y en los noticieros). Han sido los historiadores como Carlo Ginzburg o Roger Chartier los que han salido a criticar esa teoría de lo real como instancia construida verbalmente y han insistido sobre la realidad material de las prácticas y de la lucha social.
Algunas novelas ya han incluido nuevas formas de telecomunicaciones. ¿Ahí podríamos empezar a ver las influencias?
–Daniel Link ha hecho cosas muy buenas y Alejandro López también, así como Pablo Pérez o Fernanda Laguna. Me da la sensación de que en principio son experimentos con el contenido más que una renovación de las formas de narrar. Se están utilizando nuevas modos de comunicación como temas en las novelas; los personajes, en vez de mandarse cartas o palomas mensajeras, se relacionan y se seducen por medio del chat, del Twitter, del email, o de las páginas de levante en Internet. La novela también registra ese tipo de modificaciones a lo largo de su historia: el fiacre donde Madame Bovary se entrega a su amante se puede convertir ahora un dark room o en la silla tabicada de un cibercafé, pero el tipo de relato es el mismo. Lo que hay que discutir es qué transformación se produce en los yeites narrativos, para decirlo como María Moreno, que ha pensado cosas muy interesantes sobre el uso el grabador o del teléfono celular como aparatos de captura de vidas ajenas. La instantaneidad de las imágenes y de los textos, la fragmentación de la lectura lineal, ¿qué efectos puede producir en la narración? Lo que vemos, me parece, es que los relatos son más sueltos, no cierran, se interrumpen, diría, o cambian de dirección. Pero eso viene sucediendo desde los tiempos de Laurence Sterne o de Filloy. Muchas narraciones viran a la primera persona porque, como bien decía Puig, es más fácil escribir en primera que en tercera persona porque las vacilaciones sintácticas o la pobreza de la prosa parecen modos de ser del personaje que narra. Y está bien. Uno lee un relato y siente que es la experiencia vivida no porque lo sea, sino porque el narrador no se distancia, digamos así. Me parece que también, en un sentido, es una reacción frente al caudal de información que circula. Hay un teatro de las noticias que actúa de una manera muy vertiginosa y todos somos espectadores. Benjamin asociaba la crisis de la experiencia a la expansión de la información y de ahí deducía la crisis de la narración, no era algo metafísico, como se suele creer, sino un efecto de las condiciones materiales. Nadie parece tener nada personal que contar, decía Benjamin. Quizá uno podría leer –de una manera un poco rápida–, la aparición de los relatos autobiográficos y todas estas formas de organizar comunidades de amigos en el Facebook y de manejarse con un tipo de intimidad exhibida como tema central de los intercambios que se dan en web como una respuesta o una defensa ante la circulación abstracta de la información. Frente al aluvión de datos y noticias, aparece esta insistencia de la experiencia personal que va creciendo casi paralelamente al crecimiento la información. Lo que le pasa al que escribe es lo más importante del mundo y lo que le pasa, sobre todo, es que está escribiendo sobre sí mismo o está mostrando detalles de su vida personal como si fuera una noticia atractiva y novedosa.
En el caso de tu literatura, ¿cómo manejás la tensión entre ficción-no ficción de la que hablabas antes?
–Me parece que en todo lo que he escrito hasta el momento en ficción está siempre esa tensión. He escrito novelas que tratan de desbaratar esa decisión sobre o todo es ficción o todo es realidad. También tiene sentido tomar la novela como tema de los programas porque me parece que hay una discusión de si la novela es un género que ya ha dejado de interesar y que ahora hay un interés por historias verdaderas o por aquellos libros que cuentan historias que son ciertas.
¿Una discusión en el mercado?
–Viene del mercado. Hay cierto tipo de rumor, sobre que hay un desplazamiento que está dejando la novela, porque hay un interés mayor en los libros verdaderos o una desconfianza de aquello que aparece propuesto como ficción, como si se hubiese perdido esa calidad del lector que es capaz de manejarse en ese mundo del “como si” y hubiera un tipo de lector más pragmático con respecto a los usos de lo escrito, tratando de que los usos de lo escrito supongan una enseñanza y una verdad de la que se pudiera sacar una conclusión. El mundo de la ficción, en cambio, supone una mediación mayor, que toma lo que se está contando ahí como una suerte de alegoría de algo que tiene que ver con la realidad o la propia vida.
En ese punto se resignifica lo que mencionás en tus clases como la metodología que tenía Manuel Gálvez respecto de los testimonios y ese realismo híbrido con lo documental.
–Exactamente, y eso pone a la novela en un estado incierto también. Como decíamos en una parte del programa, tradicionalmente los novelistas primero hacían investigaciones y luego ficcionalizaban. Mientras que ahora un cierto periodismo ha ganado ese espacio que antes hubiera sido tema de novela. El propio Walsh decía: “los periodistas me preguntan por qué no hice una novela con Operación Masacre o ¿Quién mató a Rosendo?”. Eso me parece que ha desaparecido lentamente como espacio y que ahora es mucho más lógico hacer un libro de investigación o un documento fílmico con un tema de investigación o denuncia. La novela ha quedado más conectada con ciertas cuestiones, más vinculadas a una historia personal.
Como lector y escritor, ¿te sigue atrapando la ficción contemporánea o te encontrás, por momentos, “víctima” de esta tendencia?
–Leo todo el tiempo novelas, y casi nunca relatos de no ficción. Las tendencias del mercado no tendrían que definir, al menos para los escritores y los lectores, los usos de la literatura. Hay una crisis de la representación, también de la representación política, dicho sea de paso, y se busca la expresión directa, lo que parece verdadero o dice ser real. Se postula la transparencia, tal vez porque estamos en un mundo donde la experiencia se diluye en el círculo incesante de la información (incluso de la información cultural). Hay una oposición cada vez más profunda entre información y realidad, entre cultura y experiencia. Y como sabemos, ése ha sido –y sigue siendo– el tema de la novela desde El Quijote. La novela narra la tensión entre la vida y el sentido, entre los actos y las significaciones, entre la verdad y la ficción. El periodismo (y la no ficción) nos da la vida bajo su forma juzgada, mientras que la literatura, como decía bien Hannah Arendt, nos trasmite la ambigüedad de la experiencia y nos otorga el privilegio de juzgar.

Escenas de la novela argentina se emite los sábados de septiembre a las 20.30. Los capítulos anteriores pueden verse en tvpublica.com.ar y en el canal de la TV Pública en YouTube.