sábado, 18 de agosto de 2012

CUANDO COMPARTIR LIBROS ES DELITO, Horacio Pottel



Por Manuel Palacios
Horacio Potel vivía en el relativo anonimato de un profesor de filosofía en una ciudad de la periferia. Nada hacía prever que su nombre cruzaría fronteras y se transformaría en estandarte para los plebeyos del reino del conocimiento. Durante siglos, toda la sabiduría del reino había estado almacenada en objetos llamados libros. Pero desde hacía algunos años, algunos magos habían descubierto un tipo especial de piedra filosofal. La que permitía convertir los libros en textos digitales. Esto provocó la felicidad de muchos, ya no iba a ser más obligatorio desembolsar grandes cantidades de dinero para poder acceder a dichos textos. Ahora compartir sería mucho más fácil, decían los plebeyos. Pero había otros que no estaban para nada contentos con este descubrimiento. La Orden de los Guardianes de la Sagrada Propiedad Privada se puso en alerta y lista para contraatacar. Querían que las bibliotecas digitales fueran prohibidas. Y Horacio no era un profe común y corriente ¡era un mago! A partir de ese momento, la suerte de Potel dio un vuelco espectacular.
Las bibliotecas prohibidas
Nuestra historia comienza cuándo, allá por finales del año 1999, un profesor de filosofía de la Universidad Nacional de Lanús –Horacio Potel– decidió crear una página en Internet donde alojar textos de Nietzsche para que sus estudiantes pudieran consultarlos. Recordemos que por esa época no existían los blogs, mucho menos Facebook, y la única web 2.0 era la recién nacida red Indymedia.
Potel rememora esos días así: “Yo, en mi ingenuidad, supuse que teniendo un medio tan formidable para compartir los textos filosóficos, en muchos menos de 10 años podríamos contar con la totalidad –¿por qué no?– de la producción de filosofía on-line.” “Los libros de filosofía en papel, publicados por corporaciones internacionales, son caros y suelen tener una vida brevísima, se publican muy pocos ejemplares de los cuales llegan a nuestro país aun menos, si es que llegan.” “Así fue como surgió el proyecto de crear (otras) dos bibliotecas digitales on-line. La de Nietzsche fue seguida por Heidegger en castellano en 2000 y Derrida en castellano en 2001.”
Todo parecía transcurrir con tranquilidad, hasta que en 2009, una de las ramificaciones Los Guardianes de la Sagrada Propiedad Privada –la Cámara Argentina del Libro (CAL)– quiso terminar con la magia de Potel, acusándolo penalmente por infringir la llamada Ley de Propiedad Intelectual. Esto, que podría hasta sonar gracioso, casi termina con el profesor en la cárcel. La web de la discordia fue la dedicada a difundir la obra de Jacques Derrida. Se dice que la CAL presentó la denuncia por pedido del agregado cultural de la embajada de Francia en Buenos Aires. También se dice que los primeros en poner el grito en el cielo fueron los propietarios de Les Editions de Minuit, la compañía francesa que tiene en catálogo gran parte de los textos de Derrida. Cabe destacar dos o tres cosas a tener en cuenta. Les Editions de Minuit no imprime textos en Argentina; irónicamente, sus orígenes como emprendimiento se remontan a los días de la ocupación nazi de Francia, cuando esta editorial funcionaba en la clandestinidad, de ahí su nombre (en castellano Ediciones de la Medianoche), y difícilmente haya hecho su primer capital pagando “derechos de autor”. Para colmo, fue el propio Derrida quien se dedicó a la deconstrucción de la noción de autor y a cuestionar la legitimad de la privatización del derecho de copia.
“Fui imputado, mi abogado presentó una nulidad que fue rechazada, así como la apelación a ese rechazo; luego fui procesado, se me impuso un embargo de 40.000 pesos, fue rechazada también la apelación al procesamiento, y cuando estábamos esperando que nos comunicaran cuándo empezaba el juicio por un delito que tiene previsto un castigo de hasta tres años de cárcel, sorpresivamente el fiscal decidió mi sobreseimiento.” “Como no hubo una parte querellante, aparte del Estado argentino, no puede haber apelación alguna.” Con estas palabras sintetiza Horacio el calvario por el que tuvo que atravesar. Y del cual hubiera sido mucho más difícil salir indemne si no hubiera contado con una importante campaña de solidaridad en la web. Muchos fueron quieres se hicieron eco de la noticia, que rápidamente se replicó tanto de éste como del otro lado del océano Atlántico.
¿Un profesor universitario podía terminar preso por difundir textos de filosofía? Los guardianes de la sacrosanta propiedad privada habían llegado demasiado lejos. El blog Derecho a Leer (derechoaleer.org) fue un espacio creado con la intención expresa de defender a Potel; el caso judicial se cerró, pero el blog sigue activo, militando día a día por nuestra libertad de compartir la cultura. También fue importante el apoyo que brindó la Fundación Vía Libre, como la difusión que le dio al caso Facundo García, posiblemente el único periodista que logró introducir el tema en la agenda de los medios de alcance nacional en nuestro país.
“Así como no debemos caer en la trampa de pensar que ‘El Libro’ son los negociantes de la cámara de editores, tampoco debemos pensar que la Ley de Propiedad Intelectual defiende los derechos del autor; al contrario. El copyright tiende a concentrar, a través de la privatización, el control de la herencia cultural en manos de un número cada vez menor de propietarios privados.” “El copyright es el monopolio de la explotación de los productos culturales, y como todo monopolio impide la competencia que podría traer alguna baja en el precio sideral de los libros, cosa particularmente grave en un país como el nuestro, donde la gran mayoría de los libros de filosofía están bajo el control de corporaciones extranjeras, con lo cual hay que pagarlos a precio de oro.”
Ya no estamos obligados a pagar nuestro acceso al conocimiento a precio de oro. La piedra filosofal de la digitalización abrió todo un nuevo abanico de posibilidades para las formas en las cuales nos relacionamos con las producciones culturales. Depende de nosotros y nosotras defender nuestro derecho a leer. Los caballeros de la sacrosanta privatización pueden atacarnos otra vez. Ellos tienen un conjunto de leyes anacrónicas de su lado. Nosotros tenemos la magia.

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