domingo, 15 de abril de 2012

Otros poemas de Benjamín A. Araujo M.


Paloma

Dormitas en mis manos.
Bebes de lo que hablamos.
Corren los días que juntos
hemos roto, quebrado.

Nunca vuelas a las torres
que construí
para ti
en un lugar sagrado,
que cerqué
en un mi territorio,
otrora oquedad,
desierto,
páramo:
jardín florido
que se secó,
paloma...

Tu rostro acantilado
de la paz
y el olvido;
sólo se sabe solo,
cuando duerme,
conmigo.

















Escuchar

En la voz de los pájaros
hay cosas
que tú y yo
que nosotros
jamás entenderemos.

Hay rumores al viento
que sólo el viento
deja flotar en veces
para que las grandes verdades
se descubran solas




































Morbidez


Honda la cara de verte;
verde el mirar de advertirte;
amplias las manos
por en el gozo tenerte;
hasta buscarnos ufanos
en ese día de la muerte.

A veces creo presentirte,
otras no puedo mirarte;
busco y no estoy:
este desastre es muy fuerte
por amanecer, ya, hoy,
con la certeza de muerte.

Bronca vida, amor celeste;
nacer con estrella en frente;
todo siempre es claroscuro
porque la vida es la muerte
aunque todo sea impuro
y todo ser disolvente.

Campiñas miro yo al verte;
camposantos al perderte;
llanos y lomas si duermo,
ajeno a que he de perderte
en este existir enfermo
que amar y eternecerse.

Doblado frente a la muerte
declaro amar el perderte,
pues llego al haz relativo:
la luz por siempre sonriente,
sustantivo es adjetivo
y un pronombre suficiente.










Emiret


Dame la luz del alba,
para decir tu nombre
de golpe,
lentamente;
y dame la claridad
que tienen tus ojos
y la lluvia,
para ser oportuno,
claro,
fresco,
cuando te hable.

Quiero tener a puño,
en la garganta,
la sensación del alba
cuando se abre,
la de tus ojos claros
si me miran,
y la del río tranquilo de montaña
para buscar a Venus
en tu monte,
y desmontar la vida,





armarla y desarmarla,
para amarla,
en tu sexo de lluvia.

...y más sombrío que ahora
o que mañana,
correr
a refugiarme entre tus senos,
a llorar como un niño asustado,
por perder,
por perderme,
la soledad amiga,
cuando te amo.







































Señora enlunada


En puertas canceladas
que conducen
a terrenos de luz
algodones de sombras

En ventanas abiertas
poseídas
por el don finito
terciopelos de nada

Por paredes y techos
escurriendo
más lenta que la fiebre
la señora de las lunas
apareceres de ausencia
dando tumbos
trastabilleo y malabar
inscribe señales
y cae al piso






Se arrastra por momentos
grita sospechas de presente
y descarga serpientes de pasado
para anunciar atardeceres

¿Se arrastra la dueña de la noche
o nosotros volcamos
nuestro vaso de ausencia
a tanto inventarnos eternos?

El augur se hace dueño
y posterga
puertas ventanas techos y paredes
para darnos
el suelo
e inscribir en las frentes
nuestro sino

Generaciones
se reúnen en asamblea de sangre

Se mezclan quienes fueron
con los que son
y escuchan a los negados
que no han podido estar
ni ser
a golpe de imposibles






El corazón se agota
y sueña que es palabra
su onirismo se inventa
en papel para cartas

La señora se enluna
cohabita
con paisajes y espejos
tejidos en hilo
de soñar
y convierte
allá
en sus terrenos
a la asamblea
en cosecha
y a las cartas
en epitafios mudos

Todos
solos
a fuerza
de estar juntos
crecemos
a la muerte

Salta el sapo cantor
y dicta:







No se puede creer
la muerte de los que
aman
tampoco es verdadera
la vida
de los que
no lo hacen

La cúpula del mundo
se vuelca
y grita oscuros
se renace instrumento musical
se entrega al gran sapo

La señora se oculta
lanza una gran sonrisa
que vuelve
montañas y horizonte

Todos
asamblea de nómadas
bebemos
y amamos









Para ir a la montaña
que se vuelve sonrisa
enlunación señora
huella en la sangre
marca del sueño
cosmos en otro cosmos
y gotas de mirada sin párpado























Alba


Las mañanas son densas,
sombrías,
retardanzas de ayer;
fríos amaneceres
oscuros,
lóbregos;
como un paso de danza
malaprehendido
mal representado
nunca conseguido.

Pese a todo las mañanas
son deseadas,
esperadas con temblor
en los ojos y en la esperanza.

Nunca más a la noche:
dicta la mañana
cuando aparece en el horizonte
y clama al desierto de lo no sucedido.


















Alba II


Pareciera reclamar más luz,
mucha luz,
montañas de asombro por
el deslumbre convertido en gozo.

Bienvenida la espera.
La mecánica espera, bienvenida.
La dicha es mucha
y corroe por el silencio
y la oscuridad.
Salta las paredes de la inmensidad;
para prometer eternidades
alcanzables,
a la mano:
vertidas en enormes
velos de misterio y gozo;
frondosas, juegan a apoderarse
de todo hasta corromper
las ausencias,
llenar los vacíos y ser,
escurrimiento existencial,
miel en los recuerdos:
ser, a cántaros,
a toneladas,
ser hasta ocuparlo todo.

Dame la luz del alba
para pronunciar tus recuerdos,
tus mejores recuerdos…
y los míos.
Un manojo único de gozo,
de dicha restringida
pero cierta;
más cierta que la luz,
la luz del alba de tu nombre,
de tus ojos, tus pechos,
tus caderas…
toda tú.





Anoche, no dormí


Anoche,
fue la noche
de los resfríos del alma.

Una campana llamó
a panteonar recuerdo;
pero tramposo,
otro timbre interior,
insistente,
quería recordarlo todo,
detalle por detalle.







Mientras eso ocurría
el placer dormitaba,
pero en veces
gritaba
desde el interior
mismo del alma:
como queriendo confiar un secreto.

A tanto sucederse
esa guerra intestina,
el sueño quedó paralizado,
en un rincón
de la noche
como a la espera
de los acontecimientos.





En esa guerra bajo
la alfombra
de los recuerdos;
todo parecía dormitar,
pero nada era cierto.
Lo cierto,
lo único comprobable
y comprobado
fue que no dormí.
Y de ello es espejo
fiel
mi cara,
mi rostro sombrío
y mis ojeras....











¿A qué equivale
verte dormida…?

¿A qué equivale verte dormida?
Es la pregunta que me hice un día que reflexionaba sobre la posibilidad de abandonarme a la contemplación. Caí en el insomnio de tu océano bicéfalo; no supe más. Acaso la ignorancia, la falta de conocimiento, me llevaron a este estado. Insomne e incapaz de hacerte definición; sólido como roca,
pálido cual nube en lontananza.

A veces, cuando miro esos astros
de tus ojos yertos
como metáfora del Cosmos,
me sucede
que pierdo asideros,
extravío la luz
y abandono por completo
el lenguaje
para ser
pasión por el silencio
contemplación eterna.
Desvarío.

DEL LIBRO: "Apetencias" (1999
).

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