sábado, 20 de noviembre de 2010

UNA CRÖNICA URBANA Y EL MEMORIAL PELLICERIANO*


*En ocasión de los 70 años de edad del poeta Raúl Cáceres Carenzo
Benjamín A. Araujo M.

Una crónica es una obra literaria que narra hechos históricos en un orden cronológico. En griego, crónica (kronika) significa asimismo biblia, o libros. Se trata de la contribución estética a la memoria colectiva. Bien vale la pena descubrir en la obra del poeta Raúl Cáceres Carenzo otras vetas, además de la poética, de amplia prosapia y valor demostrados. Sobre todo en ocasiones como ésta al cumplirse los 70 años de edad de Raúl (1), reconocido poeta yucateco (Halachó, 7 de mayo de 1938), es importante descubrir en su obra algo más que los límites -bastante amplios, por cierto, de su poesía-; la prosa de este hombre, dedicado principalmente a la poesía y el teatro, habla muy bien de que las fuentes en las que ha abrevado son singulares: desde los clásicos más remotos a las actuales generaciones de la literatura hispana (y provenientes de otras lenguas); siempre con una aguda visión crítica que no soporta concesiones, vaciedades y tropiezos.

Durante su vida, Cácrres ha alimentado su experiencia artística no sólo por las constantes lecturas y la curiosidad intelectual que le ha nutrido desde niño, sino con su vida, que incluye todo aquello que lo rodea; de manera tal que su obra resulta inevitablemente impregnada del ethos particular de la existencia humana y de la vida social del colectivo.

Cáceres es pues todo un caso digno de referencia. No sólo porque su obra así lo mandata y confirma, sino porque en la misma va dejando una estela llena de referencias, entre ellas las del testimonio de sus ejemplos y admiraciones.

La crónica utiliza un lenguaje sencillo, directo, muy coloquial, personal y admite un lenguaje literario con uso reiterativo de adjetivos para hacer énfasis en las descripciones.Emplea verbos de acción y presenta referencias espaciotemporales. Raúl ha incursionado con decoro en este género literario y, ya lo veremos, aunque esa incursión ha sido breve y esporádica, no se trata de un artículo de tercera categoría, sino todo lo contrario: crónica sabrosa, deleitable, carnosa, digerible, gustable, con rasgos de humor, salpicada de ingenio, y que invita al lector a acodarse como en torno a un fogón o una cocina doméstica de reminiscencias personales.

En muchas ocasiones en la prosa, aunque en el género del ensayo, Cáceres ha demostrado sus amplios dotes y talentos para reconocer méritos ajenos. De ello dan cuenta, entre otros de sus libros, el reconocimiento que hace de la persona y la obra de Laura Méndez de Cuenca (La pasión a solas, IMC, tercera edición, 2003), de Joaquín Arcadio Pagaza (El valle de la luz, IMC, 1990), de Àngel María Garibay (El poeta, IMC, 1992) y de Saint John Perse (El mar y el hombre, IMC, 1994).

Habiendo en todos los casos contribuido con algo importante para hacer más conocida la obra de estos escritores.

En esta ocasión he querido presentar dos ejemplos, más o menos remotos, de las crónicas cacereanas. En uno, el primero, se trata de reconocer un lugar ya mítico para la cultura nacional, El cafè La Habana, lugar en el cual se han desarrollado, y se continúan desarrollando, múltiples sucesos cuya impronta permanece en el imaginario colectivo. En el otro, a través de la memoria personal del autor, de Raúl, logramos asomar de manera muy viva a la vida del insigne poeta tabasqueño de dimensiones universales, Carlos Pellicer. En uno y el otro casos, estoy convencido, los lectores lograrán quedarse con un grato sabor de boca en el fondo del conocimiento personal. Se trata, no tengo duda, de dos ejemplos muy ricos de lo que este yucateco ha logrado para enriquecer el patrimonio de la comunidad nacional.

No los detengo más. Hagan favor de pasar; las puertas están abiertas de par en par, y habrán de permitirles gozar, como yo, de lo que nos lega Cáceres Carenzo en esta conmemoración de sus 70 años de vida. (1)

(1)El presente artículo fue escrito en 2008, pero permaneció inédito y fue publicado por Camino Blanco, revista de arte y cultura del Instituto de Cultura de Yucatán, en noviembre de 2010.

1 comentario:

  1. En la foto, tomada por mí en Los Portales de Toluca, en 2009: Raúl Cáceres Carenzo y Augusto Isla Estrada.

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